Thomas Nelson Page

"El linchamiento no acaba en arrebatamiento, y esa es la primera necesidad... La acusación que se hace a menudo, de que a veces se lincha a inocentes, tiene poco fundamento. La ira de una turba no se dirige contra los inocentes, sino contra los culpables; y su furor no se saciaría con otros sacrificios que con la muerte del verdadero criminal. Tampoco el criminal merece consideración alguna, por terrible que sea el castigo. El daño real es para los perpetradores del crimen de destruir la ley, y para la comunidad en la que se mata la ley...

No es probable que el delito de linchamiento cese hasta que el delito de violar y asesinar a mujeres y niños sea menos frecuente de lo que ha sido últimamente. Y este crimen, que está casi totalmente confinado a la raza negra, no disminuirá mucho hasta que los mismos negros lo tomen en sus manos y lo erradiquen...

Así como el delito de violación de los últimos años tuvo su funesto renacimiento en la enseñanza de la igualdad y la colocación del poder en manos de los negros ignorantes, su perpetuación y aumento sin duda se han debido en gran parte a la misma enseñanza. El negro inteligente puede entender lo que realmente significa la igualdad social, pero para el joven negro ignorante y brutal, solo significa una cosa: la oportunidad de disfrutar, en igualdad de condiciones con los hombres blancos, el privilegio de cohabitar con mujeres blancas."

Thomas Nelson Page
El negro: el problema del sureño



"Otra Navidad... ¡y cuán sombría! Los reveses han llegado; por bondad, por generosidad, su padre ha comprometido gravemente su fortuna, y una delicada preocupación de honor le hace sacrificar casi todo cuanto posee. Livingstone se ve obligado a salir de la universidad, su carrera ha cambiado; lucha por la vida; vive de mendrugos en un granero; gana día por día lo estrictamente necesario para no morirse de hambre.
Pero es rico, sin embargo: tiene la juventud, grandes esperanzas. ¡Ah! ¡Qué rico era en aquellos tiempos! Y entonces lo ignoraba... En el fondo de lo que llama su riqueza presente, Livingstone mira con envidia al famélico de entonces... Para Navidad va a visitar a sus padres en su apacible y honrada medianía. Les lleva pequeños regalos, cada uno de los cuales representa una privación personal. Su madre le da un par de guantes que ella misma ha tejido para él, una vieja taza de porcelana de Sevres, procedente de sus abuelos. La anciana sonríe... ¡qué sonrisa! Jamás ha habido otra comparable. Todo cuanto hay de divino, brillaba en aquella sonrisa, todo...
Y Livingstone siente en el rostro algo tibio, algo vivo... Lleva allí la mano, y la retira húmeda...
Inseparablemente unida a la de su madre está la figura de Catalina Trelane.
Desde su primer encuentro, le es cada día más querida, pero su inmenso amor es tímido. Por ella soporta valerosamente la dureza de su suerte; por ella, se niega toda diversión, se entrega a un trabajo encarnizado, nada a fuerza de brazo en las aguas revueltas en que tantos otros han naufragado. Se sostiene sobre ellas, las domina. Primero fue por ella, sí... pero enseguida y poco a poco, amó el éxito por el éxito mismo. Triunfos repetidos, la embriaguez de la ambición satisfecha, le secaron el corazón; su ideal cambió de especie. Y durante años enteros, Catalina había aguardado; los sueños de amor, de gloria, de poderío que se habían sucedido en él, cedieron su lugar a un sueño único, el del oro, porque había visto que el oro es el único rey ante quien todo se inclina."

Thomas Nelson Page
La socia de San Nicolás















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