Yi Munyol

"El salón de profesores vino a confirmar esta primera impresión. El de la escuela de donde venía era amplio y brillante, como lo de los mejores establecimientos de Seúl. Todos los maestros se veían elegantes y llenos de vitalidad. Pero este salón era, en cambio, exactamente del tamaño de un aula, y los docentes fumaban en él como chimeneas, a la manera de los campesinos: sentados, taciturnos, calamitosos y anónimos."

Yi Munyol
Nuestro héroe desfigurado



"En ocasiones, al referirnos a una época determinada de nuestra vida la calificamos de bella, y en general el punto de referencia es la edad. Sin embargo, una vez que la sombra cae sobre la época florida y ésta empieza marchitarse, queda más desolada y triste que antes de florecer. La vida siempre es así. En mi caso, a ese período corresponden los diez meses que pasé en Kangchin después de cumplir los diecinueve años."

Yi Munyol
El invierno de aquel año


"La nieve seguía cayendo. Un manto blanco lo cubría todo. ¿Es posible que la nieve tenga el poder de hacer que las cosas se vean abundantes y maravillosas? Varios años de malas cosechas habían contribuido a la rebelión, pero la nevada llanura de Yonbaek no mostraba signos de escasez ni desolación. Si no hubiese sido por su propio cansancio y las prisas de Su-man, su deslumbrante belleza habría quedado grabada en la memoria de Byung-ion."

Yi Mun-yol
El poeta



"Primero hay que decir que para los coreanos el tema de la reunificación no es algo para discutir sino para llevarlo a cabo: hay que hacerlo, y creo que todos estamos de acuerdo en esto. Ahora bien, ¿cuándo, cómo y de qué manera reunificarnos? El gobierno actual lleva adelante una política de mayor apertura, mucho mayor que la del gobierno anterior. Llevamos cincuenta años divididos, y la situación es muy compleja. Quizás la percepción de este proceso, a ojos de Occidente, puede verse como algo tímido. Pero la realidad es que el equilibrio de poderes se hace mucho más complejo, pues no sólo intervienen en este tema Corea del Sur y Corea del Norte sino buena parte de la comunidad internacional."

Yi Mun-yol




"Quisiera escribir acerca de dos temas. Uno de ellos es la generación de los ochenta en Corea. Es decir, esa década de grandes movimientos estudiantiles y donde ocurrieron drásticos cambios políticos, sociales y estructurales en la nación. El otro tema que me interesa es el concepto de existencialismo."

Yi Mun-yol




"Son muy escasas las obras literarias que han recibido la influencia del catolicismo en Corea. En cuanto al budismo, debo mencionar el nombre de Seong Dong Kim, que ha escrito sobre la vida de los monjes budistas. Pero son muchas las obras que tienen relación directa o indirecta con el confucianismo. El confucianismo forma parte de la vida cotidiana y las costumbres de Corea. Por ejemplo, el acto ceremonial de rezar a los ancestros es una acción que no es vista por nosotros como un acto religioso sino como algo totalmente integrado a la vida cotidiana. Estamos sumergidos en la cultura confucianista. A pesar de no ser creyente, mi obra también recibe sus influencias. Mi novela Ave dorada tiene sentido confucianista."

Yi Mun-yol



XXIII

No todos los que viven a la deriva son poetas, pero todos los poetas viven a la deriva. Hay algunos, sin embargo, que no parecen responder a este principio. Aparentemente se mantienen fieles a la vida ordinaria, ríen con sus alegrías y lloran con sus tristezas. Pero también ellos viven a la deriva. Un poeta estará siempre a la deriva al menos en lo que tiene que ver con el lenguaje, desde el momento en lo que tiene que ver con el lenguaje, desde el momento en que supera el nivel prosaico de lo útil y vuela hacia el mundo celeste y noble de la poesía. Si ése es el destino y la particularidad del poeta, se puede decir que a los veinticinco años Byongyon ya era poeta. Por grande que fuera el encanto de la vida cotidiana y su seguridad, y cualquiera que hubiera sido la influencia y que el Viejo Borracho ejerció sobre él, la verdad es que nunca volvió con su mujer y sus hijos ni regresó a la vida normal.

Hay un testimonio conmovedor sobre el momento en que tomó la decisión definitiva de vivir a la deriva. Según éste, al regreso de su primer viaje por los montes de Diamante, Byongyon se acercó hasta la enramada de su casa. Era una noche de principio de invierno y empezaba a caer la primera nieve. La luz que se filtraba a través de la ventana le pareció especialmente cálida y clara. Desde donde estaba, alcanzó a oír la voz de su hijo Hakkyun, que debía tener cuatro años, hablando entre sueños, el llanto de Ikkyun, a quien había dejado de ver justo cuando empezaba a sonreír, y los suspiros intermitentes de su joven esposa Hwang. Soñó con la vida oscura de campesino que podía llevar y poco faltó para que empujara esa puerta. Con el corazón oprimido lloró durante un largo rato y, de golpe, temblando y sacudiendo con fuerza la cabeza, dio media vuelta y se alejó. En el momento de salir del pueblo escupió un coágulo de sangre en la nieve que empezaba a cubrirlo todo de blanco. Los aldeanos no supieron nunca qué animal solitario y triste había escupido de esa manera. No se sabe qué influyó más en su decisión, si la falta de convicción por la vida cotidiana que se abría ante su juventud sin horizonte, o el recuerdo del Viejo Borracho que empezaba a pesar en su corazón. El hecho de que nunca volvió con su familia.

A partir de día erró sin rumbo fijo, hiciera frío o calor, lloviera o cayera la nieve, vestido con ropas ligeras, un sombrero de paja cónico y su eterno bastón de bambú. Desde el momento en que dejó la casa hasta su muerte, nada cambió. No se sabe con precisión cuándo empezó a hacerse famoso como poeta vagabundo, pues siempre escribió poesía y siempre mendigó. Desde su partida hasta la edad de cincuenta y siete años, en que murió en un pueblo de la región de Honam, siempre mendigó entre extraños la comida y el vestido. Con muy pocas excepciones.

¿Fueron esos treinta y dos años una acumulación invariable del mismo tiempo, con el mismo color y el mismo significado? No. Su apariencia se mantuvo constante hasta la muerte, pero el alma que albergaba no fue siempre la misma. Nunca dejó de escribir, pero el significado de sus poemas fue cambiando según los períodos, y de la misma manera, aunque no dejó de rodar, su forma de ver las cosas fue cambiando con el tiempo.

Yi Mun-yol
El poeta





















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