Yves Navarre

"Con cada viaje Nueva York da la impresión de ser más pequeño y sucio. Con cada viaje, en la mente de Luc, Nueva York se ha precipitado en el abismo un poco más, los rascacielos parecen más plausibles y las vertiginosas alturas menos extravagantes. Ya fuera porque Nueva York se esté hundiendo en las contaminadas aguas del Hudson o porque Luc se debatiera en la cresta de la ola en uno de sus habituales vuelos de fantasía: un camino repleto siempre de curiosidades de todo tipo. El tiempo desgastaba los suaves bordes de su intrínseca naturaleza. ¿En qué estás pensando? -preguntó Rasky. Háblame...
La mitad de la cama de Rasky es como una tienda. Un armazón metálico soporta las sábanas sobre sus pies. Jamás podré volver a caminar. Me quedé dormido en el sofá de la librería, sin aire acondicionado. Cuando me desperté, fui incapaz de levantarme. Sentía mis miembros tan inflamados. No sentía las piernas. Odette tuvo que llamar al médico. Cuando apareció, exhibiendo su chivita, no pareció sorprenderse en absoluto. Me consoló, diciéndome que me debería haber pasado mucho antes. Y pensé que en cierta forma era un consuelo. Ahora me importa un comino, es mi corazón, una cuestión de días. De hecho, ¿no te mueres a causa de la sífilis? No te me acerques más. Silencio. Algunos se vuelven locos y se endurecen como las uñas. Silencio. En mi caso es justo al contrario. Extremadamente lúcido y suave como la mantequilla. Silencio.
Luc se está despidiendo del editor de su revista. Estaré fuera de Nueva York unas tres semanas. Éste es mi material para las siguientes tres publicaciones. Publicaré la cuarta desde allí. ¿Por qué me voy? ¿Una serie de artículos o un reportaje? No, es mi buena acción del año. Es mi alma de boy scout que me reclama. Estoy seguro de que será una pérdida de tiempo. No, haré algo provechoso de todo ello. Si la vida no fuera más que un cuento de misterio, Luc desaprobaría y encontraría todo ello demasiado obvio. Pero el curso de la vida nunca está preconcebido, la anticipación es superada por los acontecimientos. Luc encuentra un frío confort en las composiciones de la vida. Al no poseer las fáciles estructuras de la narrativa, falseando las invenciones, la vida únicamente roza la superficie de las cosas, quedándose sólo con los comentarios casuales, murmurando secretos de significación no aparente, sentimientos efímeros y sólo adentrándose más profundamente en esas raras ocasiones en las que de repente las cuerdas del corazón se contraen."

Yves Navarre
Les Loukoums




"Y si te hablo directamente como si estuvieras aquí, escúchame. Mis razones permanecen ocultas en el misterio de estas páginas, en el silencio de estos signos, en los giros y vueltas de estas líneas. Espero que las ames como yo las he amado, que las vivas como yo las he vivido, que te permitan examinar el cauce de tu vida como yo he examinado el mío. La literatura ha generado demasiada literatura por sí misma y para sí misma, definiendo sus propias estructuras y estilos, sus objetivos, modelando y perfeccionando su retórico arcano. Cuestiones propias del gremio de las letras. La literatura ha olvidado cómo vivir. Ésta es la primera de mis novelas.
Desde luego sus connotaciones son autobiográficas. Pero no dicto sus líneas mediante la transcripción de una cinta magnetofónica y no quisiera que tuviera un aroma dulce como una pastilla de jabón. ¿Dónde finaliza la historia, dónde comienza la novela? Éste es un cuento propio de un arrebato emocional. ¿Hemos olvidado ya lo bien que sienta la lucha, lo dura que era? Cuánto sinsentido. Cuánta dicha siento porque jamás estoy solo. Todo es un continuo comenzar.
Dispongo de un apartamento en los Batignolles parisinos, en el tercer piso, sin ascensor, con una vista desbloqueada de un lado del patio y del foso abierto de la Estación Saint Lazare y de las yardas del tren del otro. Sí, he dicho foso porque la primera vez que visité ese lugar hace diecisiete años (había pasado en ese momento mi examen y había sido aceptado en el instituto donde ahora doy clases)-cuando me asomé a la ventana de mi sala de estar y miré hacia abajo, mi cabeza comenzó a dar vueltas. De repente, sentí que la distancia al suelo se reducía el doble de lo que medía el edificio y entonces fui consciente de esos raíles perfectamente delineados. En aquellos días todavía quedaban algunas máquinas de vapor, arrastrando a lo largo corrientes de humo, desvaneciéndose poco a poco, venciendo obstáculos: las líneas reaparecían firmes y relucientes. Algunas veces pude contemplar los rayos oblicuos del sol de mediodía golpeando la parte inferior de ese foso y hacer que el metal sonara como una daga."

Yves Navarre
El tiempo querido















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