Ana Pelegrin

"El romance, la canción, enlaza con el movimiento corporal, gestual, rítmico, ya sea en los cantado-jugados por los niños, o los que acompañan -aún- algunas tareas o trabajos colectivos -la siega-, o en danzas y música en los días exultantes de la fiesta.
El cuento requiere otro marco, otra es su función. Necesita del reposo, de un detenimiento en el trabajo, un oído grupal, un narrador. La palabra se despoja del cuerpo-espacio-ritmo, se desnuda en el Oído-agrupado. Lo oral se esparce, se difumina; lo oral, como lo recuerda el diccionario, también es «viento fresco y suave». Recibir, percibir por el oído lo elemental, escuchar voces y movimiento, como el personaje del cuento que «de rodillas sentía nacer las hierbas, crecer las hierbas, no las veía», supone un transcurso temporal diferenciado. Supone distender el tiempo, tenderse en el tiempo, oír pasar el tiempo, urdir pasatiempos.
En la vida cotidiana de los pueblos y en la urbana de la Edad Media, del Renacimiento, del siglo XIX, y aun en este siglo, el contar cuentos, anécdotas, chascarrillos, constituye parte de las costumbres y formas sociales. Y no sólo «consejos o cuentos de viejas, como aquellos del caballo sin cabeza, varilla de las virtudes, con que se entretienen al fuego las dilatadas noches de invierno», recuerda Cervantes; no sólo cuentos de viejas, sino agudezas de la corte, las sobremesas, veladas y charlas familiares, dichos e ingenios de los españoles.
[...]
Leer el cuento es saber desentrañar lo escrito, descifrar un conocimiento persistiendo en el tiempo, recuperar la función social, la comunicación oral-grupal de la palabra. Alivio del caminante de lo tradicional son las conversaciones mantenidas con Justo Martínez (ochenta y tres años), narrador inacabable y excepcional. Después de escuchar muchos cuentos, le preguntamos cómo los aprendía y, en otro momento, si uno de ellos no provenía de Las mil y una noches. Transcribo sus palabras:
«Anduve por muchos pueblos del Concejo de Cangas y del de Tineo, trabajando con aquel maestro serrador, y después yo solo, de por mi cuenta. Pues un día en una casa contaron un cuento, yo tenía memoria, que lo aprendía, otro día en otra casa contaron otro y lo aprendía, y así fui aprendiendo muchos. Así aprendí muchos cuentos. Y todos los que aprendí de aquélla, no se me olvidaron. Y los que aprendí de más pequeño tampoco […].» «De Las mil y una noches, sí señor. Lo aprendí yo de Las mil y una noches, y éste me pareció guapo y traté de aprenderlo, para que se hiciera. […] La mayor parte [de la gente] saben, pero aunque los leyeran no se dan cuenta. -19 Yo los leí, los leí muy detenidamente y los aprendí porque se hicieran».
A través de caminos, trabajos, años, el narrador tradicional recibe la palabra. El que ha sabido ver y oír puede escribir en su memoria, continuar la cadena de transmisores. Pero también el que ha sabido leer, es el que puede decir; o el que puede contar lo leído es el que se ha dado cuenta, alimentado, de la lectura. ¿Por qué contar? (Porque se hicieran)… en el decir, en el nombrar, las cosas se hacen, se construyen, se crean. La palabra fundacional. El Verbo creador. Cosas de viejos, los cuentos transmiten una visión del mundo, un conocimiento primero, una forma cultural, una intención socializadora, que ha estallado y se ha desintegrado, como se ha desintegrado su misión en esta sociedad misil. Cierto es que estos tiempos son otros tiempos; la vida se ha atomizado, las estructuras familiares-sociales han cambiado, no hay por qué reunirse, no hay fuego donde congregarse. La voz mínima para el oído-grupo está liquidada; otros son los que poseen la palabra, controlan, manipulan y multiplican. Su poder no es ya crecer en el viento, sino dominar, o afincarse en los dominios precisos e indispensables de la tecnología."

Ana Pelegrin
La aventura de oír



"La hipótesis que ha guiado mi trabajo es considerar que el texto de la poesía oral infantil no consiste sólo en su aspecto verbal, sino que se presenta como condensación de actos expresivos diversos (lenguaje verbal, gestual y sonoro en el espacio y el tiempo), y tiene las características del "texto dramático"."

Ana Pelegrin



"La retahíla... incorporada al repertorio infantil hace más de cinco siglos sostiene su tono primero: el disparate que desde la olvidada red de transgresión carnavalesca acompaña el contar-cortar del burlón personaje, este Pez pecigaña, transformándose sin cesar en el entramado tradicional."

Ana Pelegrin



"Los temas del romancero infantil en un alto porcentaje lo constituyen los temas del universo femenino... La mujer-niña explora en el romancero el sitio que le depara la sociedad, el aprendizaje de la condición femenina. La relación de la niña y la autoridad paterna, el acoso paterno o filial del amor incestuoso (Delgadina, Tamar), el castigo al requerimiento rechazado (Santa Catalina). Explora la tan peculiar desgracia de no ser varón (Doncella guerrera), la desprotección de la mujer alejada de su núcleo familiar (Isabel de Liar), la imposibilidad de salir de una situación de cautiverio si no es gracias a la intervención salvadora del padre o del hermano (Las tres cautivas, Hermana cautiva), la reclusión y el despojamiento de los atributos femeninos (Monja a la fuerza), la condición de ser doblemente sometida y desamada (Me casó mi padre), la cruel competencia entre la hija y la madre por un mismo sujeto amoroso (Conde Niño)... Sin duda estos temas responden a la realidad de la mujer sólo en el entorno familiar tradicional. Pero la realidad psíquica se desplaza en el tiempo y en el espacio. Porque en cualquier edad retenemos aquellos retazos de historia que hablan de los procesos de los pensamientos y las emociones que subyacen en la interioridad profunda. Los temas de estos romances aluden a temores, a los desafíos de la fuerza ciega del deseo, al abandono, a la soledad, al amor y a la muerte. A través de estas historias las niñas pueden comenzar a reconocer la otra medida del pensamiento no lógico, el arduo camino del crecimiento, la dura tarea de conquistar su lugar en la realidad... La otra historia que las niñas perciben como parte de su vida."

Ana Pelegrin


"Persiguiendo su imprevisible presencia me he extraviado en el laberinto múltiple de las voces que hablan del prodigio y he vislumbrado su íntegro poder floreciendo en el florilegio de los romances, los recreos y las retahílas que hechizan a los niños y a cuya fascinación me he rendido cada vez que la palabra comenzaba a anular el tiempo."

Ana María Pelegrín Sandoval


















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