Boris Pilniak

"… cualquier minuto que transcurre puede dar comienzo a la eternidad."

Boris Pilniak



“Dentro de mí se mezclan sangres: rusa, alemana, tártara y judía. Veo con muchos ojos.”

Boris Pilniak




"En sus bosquejos de Moscú, Skavroski cuenta cómo durante los cinco días en que los restos mortales de Iván Jakovlevich permanecieron expuestos al público se celebraron más de doscientas ceremonias fúnebres. Mucha gente pernoctó en los alrededores de la iglesia. N. Barkov, autor de un ensayo titulado Veintiséis falsos profetas, falsos inocentes, imbéciles y trastornados moscovitas, testigo ocular de las exequias, cuenta que se decidió que el cuerpo de Iván Jakovlevich fuera sepultado un domingo, «siguiendo las recomendaciones de la policía». Ese día sus admiradores afluyeron desde la madrugada, sólo que la ceremonia estuvo a punto de no tener lugar debido a las discrepancias surgidas sobre el lugar del entierro. Los dolientes llegaron casi a las manos, los improperios no faltaron; el altercado alcanzó dimensiones de tumulto. Algunos querían transportar el féretro a Smolensk, ciudad natal del difunto, otros trataban de imponer la decisión de que se le enterrara en el monasterio de Pokrovski, donde ya habían cavado la fosa en el interior de una capilla; otros insistían, dejando vía libre a su propia emoción, en que el féretro fuera cedido al convento de las monjas de Alekseiev, y, en fin, no faltaron quienes, abrazados al ataúd, se lo quisieron llevar al pueblo de Cherkisovo. Se temía que el cuerpo fuera hurtado durante el tumulto. El historiador escribe: «Durante todo aquel tiempo había llovido y se habían formado cenagales horribles. No obstante eso, mientras el ataúd era conducido de la habitación a la capilla y de la capilla a la iglesia y más tarde al cementerio, muchas mujeres, niñas, señoritas en crinolinas, caían de rodillas o se arrojaban al suelo bajo el féretro». En vida, Iván Jakovlevich no retenía los excrementos. Se le escurrían bajo la sotana, escribe el historiador, y sus guardianes tenían órdenes de derramar arena en el pavimento. Precisamente esa arena, bañada con la orina de Iván Jakovlevich, era recogida y llevada a las casas de sus admiradores. Esa arena tenía propiedades curativas. Cuando algún niño enfermaba del estómago, la madre le proporcionaba media cucharadita dentro de la papilla y el niño sanaba. El algodón con que habían taponado las fosas nasales y las orejas del difunto fue dividido en mínimos fragmentos y distribuido entre los creyentes después de los servicios fúnebres. Muchos se acercaban al féretro con frasquitos para recoger el líquido que escurría de la caja, ya que el difunto había muerto de la iglesia por falta de espacio y habían permanecido afuera, en las calles. Y hidropesía. El camisón en que había expirado fue despedazado ávidamente. Durante el transporte de la iglesia al atrio se congregó una multitud de seres deformes, idiotas, beatos, peregrinos y vagabundos. No habían podido entrar en aquí y allá, en pleno día, en medio de la multitud, se predicaba al pueblo, se revelaban apariciones y visiones, se profetizaba, se maldecía, se recogía dinero, se emitían bramidos siniestros."

Boris Pilniak
Caoba 



"No había pan. No había hierro. Había hambre, muerte, mentira, horror y terror. Corría el año diecinueve."

Boris Pilniak



"No hay un solo adulto pensante en este país que no haya pensado que podía ser fusilado."

Boris Pilniak
Victor Serge, en sus Memorias, dejó registrado aquello que le dijo su amigo Pilniak en 1933



 “Que sean otros quienes juzguen, no yo. Mi trabajo se reduce a meditar sobre las cosas. En particular, cómo pueden convertirse en relatos.”

Boris Pilniak




"Se habría borrado ya de mi memoria, como tantos encuentros ocasionales, a no ser... En el archivo del consulado soviético en la ciudad japonesa de K. me cayó entre las manos el expediente de una tal Sofía Vasilievna Gniedij-Tagaki, quien pedía la repatriación. Mi compatriota, el camarada Dyurba, secretario del Consulado General, me llevó a Mayo-san, el templo de la zorra situado en lo alto de una de las montañas que rodean la ciudad de K. Para llegar allí es necesario tomar primero un automóvil, luego el funicular, y, al final, continuar a pie entre bosquecillos que crecen sobre las rocas hasta la cima de la montaña, donde había un espeso bosque de cedros, en medio de un silencio sólo turbado con el infinitamente triste tañido de una campana budista. La zorra es el dios de la astucia y de la traición: si el espíritu de la zorra penetra en un hombre, la raza de ese hombre está maldita. A la sombra espesa de los cedros, sobre la explanada de una roca cuyos tres costados caían a pico sobre un desfiladero, surgía un templo con aspecto de monasterio, en cuyos altares reposaban las zorras. Reinaba un silencio profundo; desde allí se abría el horizonte por encima de una cadena de montañas y sobre el inmenso océano que se perdía en la infinita lejanía. No obstante, encontramos una pequeña fonda con cerveza inglesa fresca no muy lejos del templo pero a mayor altura todavía, desde donde era visible también el otro flanco de la cadena montañosa."

Boris Pilniak
Un cuento sobre cómo se escriben los cuentos



"Vivía Semión como el cangrejo ermitaño, y su sótano era una cangrejera. Le bastaba sacudir la pierna en el horno, y una bota de fieltro volaba al rincón; bastaba sacudir la segunda pierna, y la segunda bota de fieltro se ponía en el rincón al lado de la primera. Hubiera bastado que se moviese torpemente encima del horno para que los resecos ladrillos se desmoronasen; lo que nunca sucedía, pues el zapatero hasta en sueños solía estar echado formando una prodigiosa interrogación. Le bastaba al Semión desear en medio de la oscuridad nocturna tener consigo el «Pentagrama, o el Signo de la Masonería, traducción del francés», para descolgarse del horno y tomar infaliblemente de la mesa el «Pentagrama», a tientas sabía las páginas. La neblina gris del amanecer desapareció de la tierra, prendió el día luciente y ardiente. Las grises borrinas se fueron al cielo. Serguéi subió arriba a la casa. Olenka Kunts ya se había levantado, chapoteaba con el agua, y chapoteando comenzó a cantar."

Borís Pilniak seudónimo de Boris Andréievich Vogau
El año desnudo































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