Edmundo Paz Soldán

"A mí me atrae lo difícil que es el cuento. Desde la primera frase tienes que apuntar al blanco de la frase final y ya no puedes perder el tiempo, no puedes perder una página, no puedes perder un párrafo, y crear esa tensión es lo más difícil. Me interesan mucho los libros de cuentos que tienen cierta unidad temática o formal, como Ficciones de Borges o El llano en llamas de Juan Rulfo."

Edmundo Paz Soldán



"Desde hace cuatro años que soy director de la Biblioteca Municipal de Cochabamba, la única existente en la ciudad. En estos cuatro años solo se han prestado cuatro libros, y no es que la gente no venga: al contrario, si bien la lectura ha sido siempre un pasatiempo de pocos, los cochabambinos son dados a ella en exceso. Pero sucede que cuando se acercan a la mesa principal y me encaran con el libro en la mano después de haberlo buscado algunos minutos entre los estantes ordenados con rigor, no puedo evitar pensar que apenas traspase la puerta el libro estará alejado de mi custodia, a merced de peligros sinfín, un café derramado, un niño con las manos enfundadas en mermelada, una lectura literal, un incendio, y entonces elaboro excusas, el alcalde ha reservado este libro, estamos en inventario, la regla de la biblioteca es no prestar libros los primeros martes de cada mes, y ellos las aceptan y se van sonrientes prometiendo un pronto retorno, y esa ausencia de enfado o preguntas y esas sonrisas me desarman y me crean sospechas: quizá los he librado de algo que no querían hacer, quizá quieren leer no por el placer de leer sino porque necesitan una prueba tangible de que no están vacíos, de que la cultura les importa, de que el interior les interesa tanto como las cosas materiales que envenenan el aire de nuestro tiempo.
Sé que la mayoría de mis conciudadanos se halla contenta con mi labor, pero siempre existe la posibilidad de que los descontentos (porque tiene que haber, aunque no me lo demuestren) vayan creciendo en número y cualquier rato pasen a ser mayoría y entonces alguien sugiera mi renuncia. Y yo, que entre mis defectos no cuento ni la flaqueza ni la resignación, me atrincheraré en la biblioteca y continuaré con la custodia de mis libros, absorto en la lectura y a la vez vigilante, esperándolos, esperándolos."

José Edmundo Paz-Soldán Ávila
Desencuentros



"Después de todo, de alguna manera nos postramos ante la inteligencia artificial todos los días. No hay una iglesia oficial, pero ya somos los feligreses obsesivos de un culto."

Edmundo Paz Soldán



"Le hubiera gustado contarle que las cosas estaban bien, pero... ni siquiera él lo tenía todo claro. Estaban muy bien, pero no. No sabía con certeza qué ocurría. Había un detalle en el dibujo que no encajaba, no tenía idea cuál. No quería pensar en eso. Quizás era que... era lo de siempre. Y sospechaba que no había forma de sacarse de la cabeza esa mortal inseguridad que lo acosaba con Nikki. Aun en la noche de la entrega más completa, cuando ella se encadenara y le diera la llave y le dijera que podía hacer lo que quería con ella, estaría temiendo llegar a casa al día siguiente y no encontrarla.
Le hubiera gustado volver a los días antes del matrimonio. A las tardes cálidas y relajadas de Antigua, haciendo el amor en playas desiertas. A las mañanas antes de que Nikki comenzara a contarle sus fantasías más traviesas y perversas.
Imaginó a un ser con el cuerpo de su padre y el rostro de Nikki, comiendo salame con queso roquefort en el comedor de su casa de la infancia."

Edmundo Paz Soldán
Sueños digitales



"Los documentos de la carpeta que tiene en sus manos hablan de la Operación Turing. Había leído las primeras páginas sin prestarles mucha atención; Albert, después de todo, estaba obsesionado con Turing, y antes de darle ese nombre a Sáenz había bautizado así una sala de la Cámara y un par de operaciones secretas. Ramírez-Graham no tarda en darse cuenta de que la Operación se refiere al Turing que conoce, al jefe del Archivo. Un hombre al que ve como su abuelo, un anciano inservible al que más le valdría jubilarse.
Termina el Old Parr. Supersónico gruñe al viento, que se estrella en las ventanas de la habitación. Poco a poco, Ramírez-Graham va descubriendo que entre 1975 y 1977 hubo ciertos mensajes interceptados que llegaron a manos de Albert y fueron enviados directamente a Turing. El argumento: eran particularmente difíciles, y Albert no quería perder el tiempo dejando que otros analistas se embrollaran tratando de resolverlos; Turing se había convertido con rapidez en su brazo derecho, y Albert lo creía poco menos que infalible.
Parpadea la luz de la lámpara, se desdibujan las imágenes del televisor. Otro apagón de GlobaLux. Ramírez-Graham cierra la carpeta e intenta resignarse. Paciencia, paciencia. Con razón todos son tan religiosos aquí.
Es imposible: jamás podrá acostumbrarse a tantas molestias. Quiere dedicarse a su trabajo y no preocuparse sin la infraestructura se está cayendo a pedazos.
Diez minutos después, vuelven la luz de la lámpara y las imágenes de la televisión.
Abre la carpeta que estaba leyendo. Hay algo que no lo convence del todo. Para que un mensaje secreto sea considerado difícil, primero se debe intentar resolverlo. ¿O es que Albert era capaz de decidir de un vistazo cuán difícil era un mensaje? Además, por lo que sabía, Turing no era muy afecto a la computadora: trataba de descifrar mensajes con lápiz y papel, como si el verdadero Turing jamás hubiera existido, como si el criptoanálisis no se hubiera mecanizado más de medio siglo atrás. Un mensaje en verdad difícil necesitaba ser atacado con la fuerza bruta de una Cray. Una vez encontrados ciertos puntos débiles en el mensaje, el analista entraba en escena. Aun así, muchos mensajes se quedaban sin ser descifrados. Y sin embargo, Turing había resuelto todo lo que Albert había puesto en su mesa. O quienes encriptaban mensajes en Bolivia en los años setenta lo hacían de forma rudimentaria, lo cual era muy posible, o Turing era uno de los criptoanalistas naturales más brillantes en la historia del criptoanálisis.
Hay algo que no cuaja del todo. Debe seguir leyendo.
La lámpara y el televisor se apagan. Se levanta del sillón. Busca a tientas su celular. No sabe a quién llamar, qué hacer.
En la penumbra de su departamento, imagina a Turing hace veinticinco años, el rostro sin arrugas, trabajando en la plenitud de sus poderes en la Cámara Negra. Lo imagina en una oficina llena de papeles, recibiendo las carpetas que le entrega Albert, poniéndose de inmediato manos a la obra, dispuesto una vez más a no decepcionar a quien confía tanto en él."

Edmundo Paz Soldán
El delirio de Turing



"Los jóvenes de hoy en América Latina hemos heredado de nuestros padres una retórica tradicional, machista, que no va con la realidad que nos toca vivir. Rompemos con esos dogmas del pasado, pero en cierta forma añoramos la estabilidad de ese pasado. Quizás queremos ambas cosas a la vez, y de ahí cierta crisis de la masculinidad contemporánea."

Edmundo Paz Soldán



"Nuestra actitud de distanciamiento con respecto a las cuestiones políticas no nos va a llevar a nada bueno."

Edmundo Paz Soldán



"Pensé mucho en él ese día, al principio intensa y exclusivamente, pero poco a poco mi mente se fue dejando llevar por otras cosas: Annaliz, en quien pensaba mucho sin saber por qué. Papá, que me había decepcionado una vez más y a quien quería decirle unas cuantas verdades. Tejada, molesto conmigo porque me había echado atrás, no publicaría la Edición Especial para todo el colegio, había decidido que era muy arriesgado y no quería complicar mi último año (lo haría sólo para mi curso, una edición secreta que circularía de mano en mano). Silvia, que no le hablaba a papá por orgullo, aunque terminaba haciéndose más daño ella misma que el que le hacía a él… Uno hubiera querido pensar con coherencia pero no se podía, cambiábamos frecuencias e íbamos mezclando todo, leíamos los libros a medias, charlábamos con varias personas a la vez, nuestra preocupación por algo o alguien aparecía en la superficie del pensamiento hasta que una incongruente asociación de ideas la desplazaba y la escondía hasta la próxima reaparición, encabalgada en otra harto incoherente asociación de ideas.
Qué combinaciones químicas se producirían a cada instante en el cerebro, qué turbulentas o metódicas sinapsis, llevándonos de un lado a otro como velero en un mar embravecido.
Conejo. Tomás y Aura. Alfredo. Mauricio y el Ajedrecista. En esos días, me asomaba al misterio del mundo y mis ojos se llenaban de magia. Todas las caras eran máscaras que ocultaban secretos, todas las paredes escondían entradas a pasadizos. Caminaba por el suelo polvoriento de una casa embrujada, una linterna en la oscuridad, maravillado ante cada ruido y cada soplo fantasmal en las ventanas. ¿O es que el mundo era prosaico, pero mi mente acostumbrada al misterio lo transformaba en un territorio fascinante en el que nada era lo que parecía y el mapa de la isla del tesoro servía para todo menos para descifrar lo indescifrable?
El domingo era el cumpleaños de Alfredo. En clase de Historia, mientras escuchaba la monótona voz de Montes quitándole toda su aura romántica a las guerrillas del Che, pensé en su regalo. «El problema del Che era que tenía asma, y ya sabemos que los asmáticos son muy inflexibles.» Alfredo era una de esas personas que necesitaba de regalos en su cumpleaños, confirmaciones materiales
de que sus amigos y sus familiares lo querían. En eso éramos muy diferentes: yo tenía un miedo inmenso a los cumpleaños y a las navidades porque en ellos uno acumulaba cosas. Qué hacer con tantos regalos, con los libros que nos regaló papá (predecible: Vargas Llosa y García Márquez; ¿quién compraba los libros de los demás escritores?), con los discos que nos dieron los amigos (Thompson Twins, con suerte Queen), y el perfume de la enamorada y el vecino que se acordó de ti y te regaló la figura tallada en madera del Narrador de historias de una tribu africana. Habría que leer los libros, escuchar los discos y ponerse el perfume. Eso era fácil. El problema comenzaba al buscar un lugar para el Narrador, un espacio para los libros al lado de otros libros, para los discos al lado de otros discos, para el perfume junto a frascos de perfumes ya casi vacíos. Los objetos se acumulaban y formaban librerías, colecciones de discos y de adornos de cerámica, había siempre un espacio más en una de las paredes de la casa para colgar un cuadro. Nos íbamos llenando de cosas y eso complicaba la vida."

Edmundo Paz Soldán
Río fugitivo



"Soy muy ecléctico. Me interesa, más que el tema, la textura de la prosa. Y sí, me gusta la experimentación formal, siempre que no se gratuita, no se caiga en el solipsismo y esté al servicio de la historia que se quiere contar. O mejor, cuando la forma se complementa con el fondo. En literatura, después de todo, la forma es el fondo."

Edmundo Paz Soldán


"Tenemos una desconfianza visceral a los que son diferentes a nosotros."

Edmundo Paz Soldán




















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