Gaston de Pawlowski

"Al arbitrio del desarrollo autocrático de la ciencia absoluta, la cuestión feminista dejó de formularse. La vida se prolongaba indefinidamente por el reemplazo progresivo de las distintas partes del cuerpo. Los hombres ya morían, como sucediera antaño con independencia de sus deseos, y las enfermedades eran completamente desconocidas.
De hecho, en efecto, subsistía, de un modo un tanto singular, el antiguo sentido cuyo apelativo era el «instinto animal», el instinto de conservación física en el hombre, que venía a ser la concreción de la visión interior que el ser humano tiene en relación a los disímiles fenómenos que acaecen en su cuerpo, una cierta presciencia de los peligros suscitados por el advenimiento concomitante de gérmenes extraños.
Cuando esta premonición llegó a su más álgido apogeo, tal como correspondía de facto, las enfermedades más graves quedaron en suspenso. Por vez primera, desde que no había doctores en medicina, la vetusta ciencia hipocrática no devino en otra cosa que no fuera la mera charlatanería y la ingenua recurrencia a vagos indicios basados en un empirismo inconsciente, como solía ser el caso.
Naturalmente, la cuestión de la reproducción de la especie se tornó tan irrelevante como extemporánea. Las mujeres ya no diferían de los hombres por su trabajo o sus ocupaciones, ni siquiera por su indumentaria. Eran los primitivos andróginos descritos por las arcaicas religiones."

Gaston de Pawlowski
Viaje al país de la cuarta dimensión




"Al inicio de la jornada, un herido artificial, contratado especialmente para la ocasión y con buena parte de su cuerpo pintada de rojo, es trasladado al interior de la farmacia . . . Cientos de curiosos ingresarán rápidamente al local para ver al herido, y, como adquirirán cualquier cosa para justificar su morbosa presencia en el establecimiento, los beneficios que percibirá la farmacia serán, en pocas horas, considerable."

Gaston de Pawlowski
Viaje al país de la cuarta dimensión



"El aparato, tan simple como ingenioso, se compone de un pequeño fonógrafo que se disimula entre la cabellera y de un par de receptores que, pasando por debajo del pelo o de las alas del sombrero, desembocan discretamente en las orejas... Conforme a las preferencias del cliente, el mefistófono musita al oído canciones ardientes o propuestas galantes que sólo él puede percibir.
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Al inicio de la jornada, un herido artificial, contratado especialmente para la ocasión y con buena parte de su cuerpo pintada de rojo, es trasladado al interior de la farmacia... Cientos de curiosos ingresarán rápidamente al local para ver al herido, y, como adquirirán cualquier cosa para justificar su morbosa presencia en el establecimiento, los beneficios que percibirá la farmacia serán, en pocas horas, considerable."

Gaston de Pawlowski
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