José Luis Pardo

"Ahora a los enemigos de la libertad de pensamiento se llaman a sí mismos progresistas."

José Luis Pardo



“Creo que mi línea de trabajo es la filosofía contemporánea, no sólo en el sentido de que me dedique a estudiar lo que hacen actualmente quienes se dedican a la filosofía, sino también, y quizá sobre todo, en el de que me inquieta cuál pueda ser la manera de hacer hoy algo así como filosofía. Para saber de qué se trata esto último, claro está, he tenido que leer a muchos autores que nominalmente no son contemporáneos, aunque sí quizá en la medida en que siguen dando qué pensar.”

José Luis Pardo



"El malestar ha adquirido en nuestros días un rostro peculiar que sin duda tiene mucho que ver con la política."

José Luis Pardo



"Es un disparate que la lucha contra los delitos de odio cause restricciones de la libertad de expresión."

José Luis Pardo



"La filosofía no es una ciencia de las ciencias ni una regla de vida, sino un ‘saber del no-saber’, un saber de la propia ignorancia o de los límites del saber."

José Luis Pardo



"La identidad privada de cada ciudadano no es nunca individual, sino genérica: se trata de su pertenencia al colectivo."

José Luis Pardo


"La intimidad, más que presentarse como una condición del lenguaje, aparece como un efecto suyo. Pero un efecto tan necesario que su falta es suficiente para que el lenguaje deje de ser una lengua efectivamente hablada por seres humanos. Ahora bien, ese fondo (o más bien doble fondo) de intimidad cuya sombra se añade a la superficie brillante del significado público de las palabras, esa doblez del lenguaje, no siendo lo que nos hace posible hablar con otros, es sin embargo lo único que hace que hablar con otros nos merezca la pena o, dicho de otro modo, nos guste."

José Luis Pardo
La intimidad



"No es fácil saber de qué hablamos cuando utilizamos el término «metafísica», que a menudo engloba acepciones contrarias e incompatibles. Si atendemos a todo lo que se ha denominado «metafísica» a lo largo de la historia de la filosofía, yo diría que es problemático plantear esta como una alternativa al materialismo o al positivismo, puesto que ha habido y hay una metafísica materialista (por ejemplo, el materialismo histórico-dialéctico) y una metafísica positivista, y quizá es de eso –de haber elevado los hechos, lo tangible o la historia, a la categoría de entidades metafísicas y objetos de devoción religiosa– de lo que nos quejamos, y no tanto de los resultados útiles o del progreso científico, que son cosas dignas de celebración. La crítica que en su día hizo Kant a la metafísica racionalista y empirista de su tiempo, que usurpaban el título de ciencia, se basaba precisamente en la confianza en el progreso científico y es, según creo, uno de los modelos más logrados de una actitud filosófica y de una contribución de primer orden a la cultura moderna. El pecado original de la filosofía es su deseo de convertirse en un saber positivo acerca de la naturaleza o en una doctrina sapiencial sobre la acción humana; es posible que no pueda haber filosofía sin ese deseo: no es una ciencia de las ciencias ni una regla de vida, sino un saber del no-saber, un saber de la propia ignorancia o de los límites del saber. Así que quienes concebimos así la filosofía, como una reflexión que se apoya en la refutación del sofista, no tenemos que temer por el porvenir de nuestra disciplina. Puede que hoy haya pocos filósofos, pero sofistas sigue habiendo en abundancia creciente."

José Luis Pardo



"No sabría decir cuál es la enseñanza ideal. Lo que sí puedo decir es que la que yo he conocido –como estudiante, como profesor y como padre–, y que en ningún caso calificaría de «ideal», puesto que tiene muchísimos defectos, se ha ido encontrando cada vez más amenazada; y no en su «ideal», sino en su naturaleza misma de enseñanza. Es decir, que cada vez hay menos tiempo y menos espacio para aprender y enseñar –en los cuales la cosa misma de la que se trata ha de ocupar el centro–, y las aulas, ya sean físicas o virtuales, se han ido llenando de otros ingredientes ajenos: negocios, emociones, motivaciones, intenciones, ajustes de cuentas, guerras culturales, consignas políticas, recetas ideológicas, experimentos pedagógicos, experiencias místicas. De esta manera, aquello que había que enseñar va siendo marginado en beneficio de estos nuevos «contenidos», que fagocitan los programas. Mientras que la amenaza que se cierne sobre las ciencias «duras» es la de una mercantilización de sus aplicaciones tecnológicas, la que desafía a saberes como las ciencias humanas y la filosofía es la de su rentabilización ideológica, que es igual de destructiva para su supervivencia y que contribuye crecientemente a su desprestigio social."

José Luis Pardo


"No sé si es porque predomina en nuestra cultura el prestigio de la virilidad, pero el caso es que el miedo tiene muy mala prensa. Dicho de otra manera, el miedo tiende a ocultarse, justamente por miedo a ser tildado de cobarde. Por esta razón, por ejemplo, es bastante corriente escuchar cómo se reprocha a Hobbes el haber fundado la sociedad moderna sobre el miedo, pero como decía Konrad Lonrenz, desde que el homo sapiens sapiens consiguió neutralizar la amenaza y la competencia de los grandes mamíferos, el mayor peligro para él procede, sin duda, de sus semejantes. El contrato social es lo único que civiliza ese peligro y sienta las bases de la distinción entre el ámbito público y el privado, así como del ejercicio de las libertades civiles individuales. A principios del siglo pasado, cuando se extendió la idea de que este modelo político había caducado, el romanticismo político renacido promovió una mística del peligro (véase, por ejemplo, El instante peligroso, de Ernst Jünger) y del «valor» que exaltaba la guerra y, por tanto, el retorno al estado de naturaleza, algo solo apto para valientes. Pero incluso cuando el marxismo sustituyó el modelo de igualdad y libertad de los derechos civiles por el del antagonismo entre identidades (de clase), apuntaba a una victoria final del proletariado sobre la burguesía que, aunque fuese utópica, tenía como horizonte la superación de todas las desigualdades y la instauración del «reino de la libertad» en el paraíso comunista, en el que tal antagonismo habría desaparecido y ya no habría ni burgueses ni proletarios, sino individuos iguales y libres. Ese horizonte, que aún estaba presente en la Escuela de Frankfurt, ha desaparecido enteramente de los programas revolucionarios del siglo XXI: ya no hay apelación alguna a una «sociedad liberada» o a un «después de la revolución», sin duda porque lo ocurrido después de todas las revoluciones comunistas ha sido desastroso. No se espera ya aquel Zusammenbruch –el derrumbe total del capitalismo– con el que soñaban los marxistas vulgares ni están dispuestos a correr el riesgo histórico de «pasar página» con respecto al Estado de derecho o a la democracia representativa, en la que la profesión de revolucionario es menos peligrosa y está mejor pagada que en ningún otro régimen político. No aspiran a superar el marco del poder y sus mecanismos o a sustituirlos por otros que sí sean verdaderamente representativos; no vislumbran nada más allá del poder ni, por tanto, una victoria final o un cambio de modelo, sino más bien el aprovechamiento y la okupación de los dispositivos representativos y los nichos discursivos existentes para erosionarlos desde dentro en una guerra de guerrillas cultural sin fin. Estos valientes son los que, al menos a mí, me dan muchísimo miedo."

José Luis Pardo


"Se diría que los espacios ruinosos o arruinados suscitan una sensación de inhospitalidad y desamparo que raramente asociamos con la intimidad, pero es que, a diferencia de la privacidad, la intimidad no es un lugar (incluso «interior» o «virtual») al que alguien pudiera retirarse, ni un recinto protegido y precintado contra las amenazas exteriores. Hay cosas que solo siendo definitivamente arruinadas pueden adquirirse. Mejor dicho, hay cosas que solo pueden obtenerse si se pierden, y me temo mucho que la intimidad es una de ellas en el bien entendido de que la «pérdida» no designa en este contexto un fenómeno simplemente negativo o de carencia, sino una circunstancia en la que no cabe amparo alguno; en la cual no existe lugar en donde pueda uno refugiarse o puerta que pueda cerrarse con llave para impedir la entrada de huéspedes incómodos. Lo grave del caso es que esta es sencillamente la condición humana: humanos son quienes no tienen sobre la tierra un emplazamiento propio, como lo tienen los ríos o los tigres, dotados de aquello que Aristóteles llamaba «un lugar natural». Esta fragilidad específicamente humana es algo que la pareja formada por lo público y lo privado puede y debe «proteger», pero que no puede del todo eliminar. El no tener un lugar definitiva y naturalmente propio hace necesaria la construcción de lugares artificiales (espacios públicos y privados), pero es también lo que ocasiona que finalmente ningún refugio sea del todo suficiente. No podemos dejar de imitar a quienes en verdad tienen una casa (como la tienen definitivamente los ríos, las fieras o los dioses), y a esa imitación obedecen todos los principios de construcción de espacios públicos y privados, pero no podemos nunca vencer del todo nuestra condición de huéspedes interinos de la tierra, y a esta precariedad obedecen todos los principios del habitar propiamente dicho. Nuestros íntimos son los que conocen nuestra ruina y, pudiendo hacerlo, no se aprovechan de ella; los que nos aman justamente por aquello por lo cual nos venimos abajo y que no podemos «transmitirles» a modo de información ni intercambiar con ellos en una transacción; los que siguen hablándonos a pesar de no poder convertir aquello por lo que desean hablar con nosotros en espectáculo de una identidad. Todo el mundo debe tener una casa a la que poder retirarse, pero, con respecto a algunos, ciertas veces, nos gustaría que se quedasen un poco más con nosotros antes de marcharse. Y, por desgracia, no siempre es posible."

José Luis Pardo
























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