José María Kaydeda

Haciendo memoria

Si, así se posó en mis manos
tu obra, que era tu vida.
Pero era más Iván Armando
Contreras Flores, era más
porque era también tu muerte.

La que llegaba a mi puerta,
la que llamaba a mi vida.

Era tu voz de poeta
hiriendo el aire del ayer
despertando la historia, el crimen y la sangre.

Era tu hermano.
Tu hermano Omar que traía a mi vida
el más preciado premio.
El galardón más emotivo
haciendo brotar a mis ojos
lágrimas de emoción en dolorosa alegría.

Me pedía permiso
para que mi CRISTO CUÁNTICO
fuera la quilla, la roda, el tajamar,
la proa que hablara al mundo de tu dolor,
de tu infinita angustia
de tu quebrada vida
brindando a la historia la verdad de tu ser.

Gracias Iván,
por que mi andadura, mi cansino paso,
la angustia de mi obra grite a la humanidad
que detrás de mi Cristo hay
un autentico Cristo de la
Humanidad: Iván Armando Contreras Flores. 

José María Kaydeda



“Ocurrió en Francia, en Paris. Yo había comentado en círculos culturales mi interés por conocer directamente el mundo del satanismo. Como escritor e historiador me interesaban todas las facetas de la religión, incluido el mundo de Satán. Y un día fui invitado a cenar en casa de una Sra. muy importante en la vida social parisina. En la cena compartí mesa con un notario, unos médicos, un cura… en fin, gente de una situación social acomodada…

Cuando terminamos la cena esa Sra. me interrogó sobre mi deseo de asistir a una misa negra. Deseo que yo reafirmé, así que me invitó a seguirla si me atrevía, de verdad, a asistir a un rito satánico “auténtico”. Me metió en su coche y me llevó a un lugar, cerca de los Campos Elíseos, donde me hizo apearme y esperar. Ya era de noche, y no me hizo mucha gracia quedarme allí sólo.

Al rato se acercó un hombre y me dijo que le siguiese. Me llevó hasta un chalet muy lujoso rodeado de jardines. Le seguí hasta una especie de probador donde tuve que desnudarme completamente y ponerme una especie de blusón negro hasta los pies. Luego me llevó hasta un gran salón donde había otras personas vestidas con blusones iguales. Las paredes estaban cubiertas por unos cortinones negros, del techo al suelo. El suelo era también negro, y en centro del salón había una especie de altar bajo un gran crucifijo invertido, con un ara y muchos cirios, también de color negro.

 Esperé un rato allí, en silencio, hasta que de pronto vi entrar a la Sra. que me había llevado a mi. Iba completamente desnuda. Detrás de ella iba un hombre, también desnudo, pero con una casulla católica… ¡era el sacerdote católico con el que había estado cenando antes!

La mujer se tendió en el altar y empezó el ritual de invocación. El cura utilizó una ostia negra que consagró en el sexo de la Sra. y consumió. Hubo reparto de pequeñas ostias negras para quien quisiera “comulgar”. Al terminar la invocación se quita la casulla y copula con la mujer delante de todos nosotros. Eso debió ser una especie de señal porque a partir de ese momento varios de los presentes se pusieron a practicar el sexo indiscriminadamente. Al final el cura se puso a proclamar entre grandes blasfemias su invocación a Satán. Fue muy espectacular, porque de pronto sentí un aire muy frío y vi como hasta los cortinones se movían como si hubiese entrado un viento gélido en el salón. No se si tenían ventiladores ocultos, o si me vi influenciado psicológicamente por aquel ambiente tan impresionante. Pero lo cierto es que aquel viento era real porque hasta se apagaron las velas…

No se si Satán realmente se manifestó en aquella misa negra. Pero si se que al día siguiente el cura, que esa noche fornicó con la Sra. en aquel altar satánico, probablemente estaría escuchando en confesión a los feligreses de su parroquia… y eso si que es diabólico…”

José María Kaydeda




"... solo en la soledad del silencio absoluto."

José María Kaydeda


















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