Milorad Pavić

Cada escritor puede matar a su propio personaje en sólo dos líneas. En cambio, para matar a un lector, o sea a un ser humano de carne y hueso, basta transformarlo por un instante en el personaje de un libro, en el protagonista de una biografía. El resto es fácil…”

Milorad Pavić


"El aire, desde siempre, ha estado lleno de sueños. En realidad, los sueños están por todas partes a nuestro alrededor. No sólo los nuestros, humanos, sino también los de animales, plantas y piedras; o los sueños del agua que son eternos, porque el agua nunca olvida nada, recuerda todo para siempre. Todo alrededor nuestro está lleno de sueños ya soñados y aún sin soñar. En estado de vigilia inhalamos los sueños sin notarlos, como tampoco notamos el aire, cuando lo hay, y durante la noche nos habitan por un rato alimentado lo que nuestros pensamientos y nuestra comida y bebida no son capaces de alimentar. Hay un libro en el que se puede leer que todos esos sueños que llenan la atmósfera de la Tierra y las tormentas magnéticas arriba de ésta, hasta el Universo, forman un contorno reconocible, un cuerpo enorme inclusive, pero para nosotros, vendedores de sueños, eso no tiene importancia. Nosotros somos una especie pretérita de mercaderes, aunque poco conocida. Casi una casta. No somos una secta religiosa, sino un gremio mercantil que se ocupa de la venta de sueños y su mercado general."

Milorad Pavić
Pieza única



"El escritor les aconseja, queridos lectores, que no lean este cuento un miércoles y de ninguna manera antes del mes de mayo. Además, lo más conveniente sería si lo leyeran por la noche y en la cama. Descubrirán las razones por ustedes mismos. Aun debo decir que en este cuento no hay héroes; los únicos héroes aquí son ustedes, sus lectores."

Milorad Pavić



“La belleza es tan pesada y su creación requiere de tanto esfuerzo que sentimos alivio en cada contacto con ella, porque en la distribución universal de la energía en el mundo nos ahorraron cierta cantidad de trabajo. El esfuerzo ajeno invertido en la belleza nos libera de nuestra porción de cansancio, nos ahorra cierto gasto de energía, de ahí viene el deleite con la belleza. Nosotros, en realidad, descansamos en la belleza…”

Milorad Pavić
Los espejos venenosos



"La vida duele. Cada movimiento que hago está equivocado y cada palabra mía es errónea. Y cada uno de esos errores se paga caro… Entre nosotros, allá, el futuro es como un insomnio infinito, y el hombre es como un caracol; deja su pasado baboso tras de sí como una huella transparente y carga el futuro sobre su espalda como una concha de caracol en la que se ovilla cada noche para pernoctar…"

Milorad Pavić



"Los pensamientos humanos son como cuartos. Entre ellos hay salas lujosas y cuartuchos saturados. Los hay soleados y sombríos. Algunos dan al río y al cielo, otros al traspatio o al sótano. Las palabras en ellos semejan cosas y pueden ser cambiadas de un cuarto a otro. Los pensamientos dentro de nosotros en realidad, esas habitaciones en nuestro interior, agrupadas en palacios o cuarteles, pueden ser moradas de otros donde uno resulta ser sólo un inquilino. A veces, sobre todo de noche, encontramos que las salidas de esos aposentos están cerradas con llave y no podemos abandonarlos. Estamos cerrados como en un calabozo hasta que nuestros sueños nos liberan y nos dejan salir. Pero los sueños son como los invitados de una boda, hay que esperarlos. Mientras tanto, reina el insomnio. Dicen que existen dos insomnios, como dos hermanas. El de antes de dormirse y el otro, después de despertar en plena noche. El primero es madre de la mentira, el otro es madre de la verdad."

Milorad Pavić
La jaula blanca de Túnez



"Si vas en la dirección que tu miedo crece, vas por buen camino. Y que Dios te ayude."

Milorad Pavić


"Y de este modo supieron que el capitán Milut estaba sano y salvo. En efecto, él volvió un día de un campo de prisioneros alemán con un par de orejas bien gordas en su flaca cabeza. En el lugar de madame Yolanta Ibich, encontró en su casa a una anciana que por la mañana tomaba té con pimienta para despertarse y se quejaba de que la mitad de su alma había muerto, y en la habitación de Vitacha sorprendió a un niño del vecindario de unos ocho años tumbado sobre la muchacha desnuda, quien le susurraba al oído: —Adoro a los niños, me gusta que los chiquillos me hagan hijos...
El capitán Milut, aturdido por esta escena, andaba completamente desconcertado por aquella casa donde hasta las sillas maullaban y mordían como gatos, donde su sangre y su carne de artillero se convertían en carne y sangre de virgen. Asustado, estorbaba tanto a la señora Yolanta, quien dejaba tras de sí por todas partes los asientos calientes y paseaba sus cejas, que le llegaban hasta el pelo, como si estuviera asombrada, como a sus hijas, que por las toallas y almohadas sembraban huellas de sus párpados verdes, negras cejas, restos de rojas sonrisas nocturnas y mordiscos destinados a los fantasmas de los sueños por los que después se les enredaba en látigos la orina. El capitán Milut paseaba por las habitaciones sus ojos como piedras, y le sobrecogía el temor de los vómitos secretos de sus dos hijas, que con esta antigua costumbre conservaban la cintura. Apenas soportaba el olor de las cremas depilatorias que se extendía por todo el piso, e incluso por el huevo de plata que hablaba. Limpiaban los peines con los cepillos de dientes o clavaban las horquillas en el tubo de vaselina. Una mañana, el capitán oyó cómo en su cuarto de baño un hombre carraspeaba en tono de bajo, esforzándose como si quisiera sacarse de la boca una bota. Forzó la puerta a la manera militar, (primero la pierna, luego el brazo) y encontró a Vitacha haciendo gárgaras.
Sin saber qué hacer, envió a la mayor, Vida, a Viena a casa de sus parientes Pfister, y, desesperado, comenzó a plantar rosas en el jardín. Lo que, curiosamente, se le daba muy bien. Tenía los «dedos verdes», como se dice popularmente, y sabía que las plantas se enlazan con las plantas. Pero no sabía lo más importante. No sabía que tras aquellas locuras, tras aquellos muchachitos y sillas que maullaban, había una desgracia familiar que le ocultaban.
Esta desgracia había sucedido mientras él estaba prisionero, y fue como sigue.
Una mañana Vitacha miró al cielo recién cocido, oscuro como una noche de verano, tiró todas sus peinetas de plata, marfil, cristal y jade a la tina donde se bañaba y se metió en el agua cantando. Aún era más niña que mujer, pero este paso al agua fue decisivo para toda su vida. En ese momento estaba entonando una canción que olvidó enseguida y tuvo que esperar años para volver a recordarla. Se llamaba «El último miércoles azul». Y cuando la recordó fue para desgracia suya. Pero ya entonces, mientras cantaba en la tina, todos se quedaron estupefactos. Era la primera vez que la oían cantar. Y estaba claro que Vitacha tenía un oído perfecto, aunque por lo general solía estar muda. La señora Yolanta Isailovich le regaló entonces aquel huevo de plata en el que se oía la flauta de Amalia Riznich, le enseñó a predecir en la aljofaina y la envió a que le educaran la voz. Todos en la familia esperaban el día en el que ella se hiciera mujer y su voz demostrara si era capaz de llevar la carga de su oído perfecto."

Milorad Pavic
Paisaje pintado con té




Sueño que devora

El miedo persigue a los que temen
ser cazados, forzados a hablar un idioma
de palabras extrañas, como una canción
de tumba que carece de espacio.

Suena el canto de los pájaros
y las nubes se desgastan
como el ojo del zafiro,
que cae sobre sus nidos
de piedras blancas.

Las palabras son arrancadas
de las bocas, que añoran
ser alimentadas, pero nadie
puede domesticar la lluvia
que gotea en el corazón
de la tiniebla como una
carta escrita en la oscuridad
de la noche.

Milorad Pavić





















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