Orhan Pamuk

“A veces expresar con palabras la realidad tal cual es le conduce a uno a la insinceridad.”

Orhan Pamuk




“Al hacer el amor en cada encuentro de una manera más franca y libre, me daba cuenta de que consideraba una fuente de felicidad no sólo ese mundo real y los detalles sexuales, extremadamente atractivos, sino también las extensiones más raras del cuerpo de Füsun, las verrugas, los granos, los pelos, las manchas oscuras y terribles.”

Orhan Pamuk



“Así que eso era lo que buscaba, lo que buscaba era eso. ¡Y cómo sentí en mi corazón lo que había descubierto! ¡La paz, el sueño, la muerte, el tiempo! Estaba allí y aquí al mismo tiempo; me encontraba en medio de una inmensa paz y en una batalla sangrienta, en un insomnio fantasmal y en un sueño infinito, en una noche interminable y en un tiempo que fluía a toda velocidad.”

Orhan Pamuk




“Disculpen, tengo que marcharme —les dije a los de la mesa. Eché a andar sintiéndome como un fantasma, como siempre que he bebido demasiado.”

Orhan Pamuk




“El amor es el anhelo de abrazar a una persona con fuerza y estar en el mismo lugar que ella. El deseo de abrazarla dejando fuera al mundo entero. La nostalgia del alma de encontrar un refugio seguro.”

Orhan Pamuk



"El canario se movía en su jaula, arriba y abajo; mi mirada se quedó clavada en algunas bagatelas importadas de Europa y unas revistas de moda que había en un rincón, pero no tenía la mente como para concentrarme demasiado. De nuevo se me había metido hasta la médula la sorprendente verdad que pretendía olvidar, ver como algo normal. Era la sensación de que al mirarla veía a alguien muy conocido, como si lo supiera todo de ella. Se parecía a mí. Yo también había tenido el pelo ondulado y castaño de niño, como ella, aunque al crecer se me alisó, como a Füsun. Era como si pudiera ponerme en su lugar con toda facilidad, como si la comprendiera profundamente. Su blusa estampada resaltaba la naturalidad de su piel y el rubio de su pelo, teñido. Recordé, dolido, que mis amigos hablaban de ella diciendo que parecía «salida del Playboy» ¿Se habría acostado con ellos? «Devuélvele el bolso, recupera tu dinero y lárgate. Estás a punto de prometerte con una chica maravillosa», me dije. Miraba hacia fuera, hacia la plaza de Nisantasi, pero poco después la imagen onírica de Füsun se reflejó como un fantasma en el escaparate cubierto de vaho.
[...]
Como si fuera una niña, suspiró, hipó un par de veces y volvió a llorar. Tocar sus largos y lindos brazos y su cuerpo, sentir sus pechos, sujetarla de aquella manera por un instante, me embriagaba. De repente se despertó en mí la ilusión de que la conocía desde hacía años, de que en realidad estábamos muy unidos, quizá para ocultarme el deseo que se alzaba en mi interior cada vez que la tocaba. ¡Era mi hermanita, difícil de consolar, dulce, triste y preciosa! Por un momento, quizá porque sabía que éramos parientes lejanos, sentí que su cuerpo se parecía al mío en la longitud de sus brazos y piernas, en la delicadeza de su estructura ósea y en la fragilidad de sus hombros. Si yo hubiese sido mujer, si hubiese tenido doce años menos, mi cuerpo habría sido más o menos como el suyo.
[...]
Porque mi corazón, como si hubiera comprendido de inmediato la situación, se había puesto a latir como loco. Antes de salir a la calle reuní todas mis fuerzas y le lancé una última mirada, como si no pasara nada extraordinario. En cuanto puse el pie en la calle, al mezclarse los sentimientos de vergüenza y arrepentimiento que me envolvían con fantasías de felicidad, de una manera prodigiosa las aceras de Nisantasi empezaron a parecerme amarillísimas al excesivo calor del mediodía primaveral. Mis pies me llevaban por la sombra, por debajo de los aleros y los toldos de anchas franjas azules y blancas abiertos para proteger los escaparates, cuando de repente vi en uno de ellos una jarra también amarillísima, así que entré y la compré de manera instintiva. Al contrario de lo que suele suceder con los objetos comprados al azar, la jarra amarilla nos sirvió cerca de veinte años, primero en la mesa de mis padres, luego en la de mi madre y mía, sin que nunca habláramos de ella. Cada vez que cogía el asa de la jarra amarilla en las cenas, recordaba el inicio de los días de desdicha a los que me había impulsado la vida y que mi madre me echaba en cara con su mirada silenciosa, entre recriminadora y triste."

Orhan Pamuk
El museo de la inocencia




“El color es el tacto del ojo, la música de los sordos, una palabra en la oscuridad.”

Orhan Pamuk


“El pueblo turco no debe contemplar en sus museos malas imitaciones de la pintura occidental sino su propia vida. Nuestros museos no deben mostrar las aspiraciones de nuestros millonarios de sentirse occidentales, sino nuestra vida. Mi museo es toda nuestra vida, la de Füsun y la mía, todo lo que hemos vivido, y todo lo que le he contado es verdad, Orhan Bey.”

Orhan Pamuk


"El silencio de la nieve, pensaba el hombre que estaba sentado inmediatamente detrás del conductor del autobús. Si hubiera sido el principio de un poema, habría llamado a lo que sentía en su interior el silencio de la nieve.
Alcanzó en el último momento el autobús que le llevaría de Erzurum a Kars. Había llegado a la estación de Erzurum procedente de Estambul después de un viaje tormentoso y nevado de dos días, y mientras recorría los sucios y fríos pasillos intentando enterarse de dónde salían los autobuses que podían llevarle a Kars alguien le dijo que había uno a punto de salir.
El ayudante del conductor del viejo autobús marca Magirus le dijo «Tenemos prisa», porque no quería volver a abrir el maletero que acababa de cerrar. Así que tuvo que subir consigo el enorme bolsón cereza oscuro marca Bally que ahora reposaba entre sus piernas.
El viajero, que se sentó junto a la ventanilla, llevaba un grueso abrigo color ceniza que había comprado cinco años atrás en un Kaufhof de Frankfurt.
Digamos ya que este bonito abrigo de pelo suave habría de serle tanto motivo de vergüenza e inquietud como fuente de confianza en los días que pasaría en Kars.
Inmediatamente después de que el autobús se pusiera en marcha el viajero sentado junto a la ventana abrió bien los ojos esperando ver algo nuevo y, mientras contemplaba los suburbios de Erzurum, sus pequeñísimos y pobres colmados, sus hornos de pan y el interior de sus mugrientos cafés, la nieve comenzó a caer lentamente.
Los copos eran más grandes y tenían más fuerza que los de la nieve que le había acompañado a lo largo de todo el viaje de Estambul a Erzurum.
Si el viajero que se sentaba junto a la ventana no hubiera estado tan cansado del viaje y hubiera prestado un poco más de atención a los enormes copos que descendían del cielo como plumas, quizá hubiera podido sentir la fuerte tormenta de nieve que se acercaba y quizá, comprendiendo desde el principio que había iniciado un viaje que cambiaría toda su vida, habría podido volver atrás. Pero volver atrás era algo que ni se le pasaba por la cabeza en ese momento.
Con la mirada clavada en el cielo, que se veía más luminoso que la tierra según caía la noche, no consideraba los copos cada vez más grandes que esparcía el viento como signos de un desastre que se aproximaba sino como señales de que por fin habían regresado la felicidad y la pureza de los días de su infancia.
El viajero sentado junto a la ventana había vuelto a Estambul, la ciudad donde había vivido sus años de niñez y felicidad, una semana antes por primera vez después de doce años de ausencia a causa del fallecimiento de su madre; se había quedado allí cuatro días y había partido en aquel inesperado viaje a Kars. Sentía que la extraordinaria belleza de la nieve que caía le provocaba más alegría incluso que la visión de Estambul años después. Era poeta, y en un poema escrito años atrás y muy poco conocido por los lectores turcos había dicho que a lo largo de nuestra vida sólo nieva una vez en nuestros sueños.
Mientras la nieve caía pausadamente y en silencio, como nieva en los sueños, el viajero sentado junto a la ventana se purificó con los sentimientos de inocencia y sencillez que llevaba años buscando con pasión y creyó optimistamente que podría sentirse en casa en este mundo."

Orhan Pamuk
Nieve




“En realidad nadie sabe que está viviendo el momento más feliz de su vida mientras lo vive.”

Orhan Pamuk




“¡En todas las partes del mundo hay injusticias y malas personas! Lo importante es poder vivir de manera que se proteja la bondad natural del hombre.”

Orhan Pamuk




“Fuera lucía ese cielo resplandeciente tan característico de Estambul en los días de primavera. En las calles el calor hacía sudar a los estambulíes, que aún no se habían librado de los hábitos del invierno, pero en el interior de las casas, en las tiendas y a la sombra de los tilos y los castaños seguía haciendo fresco.”

Orhan Pamuk




“Hasta la petición de mano todos los días nos vimos a la misma hora en el edificio Compasión y nos amamos intensamente. De la misma forma que nunca hablábamos de nuestra situación, del hecho de que yo fuera a comprometerme, ni tampoco de qué pasaría con nosotros después, nos manteníamos alejados de cualquier cosa que pudiera recordárnoslo.”

Orhan Pamuk



“Hay dos tipos de hombres —dijo Ka con tono pedagógico. Los primeros, antes de enamorarse, tienen que saber cómo la mujer se come un bocadillo, cómo se peina, qué tonterías le preocupan, por qué se enfada con su padre y todas las historias y leyendas que se cuentan sobre ella. Los segundos, y yo soy de ésos, necesitan saber muy poco para poder enamorarse.”

Orhan Pamuk



"¿Hay que ser sultán para comprender que, en los 4 confines y en los 7 climas del mundo, todos los hombres se parecen?. ¿Acaso la prueba más concluyente de que los hombres de todas partes son idénticos no consiste en que cada uno puede ocupar el lugar del otro?"

Orhan Pamuk
El astrólogo y el sultán


"He aquí una de mis opiniones más contundentes: las novelas son, en esencia, ficciones literarias visuales. Una novela ejerce su influencia en nosotros, en general, apelando a nuestra inteligencia visual, a nuestra capacidad para ver cosas en nuestra mente y convertir las palabras en imágenes mentales. Todos sabemos que, a diferencia de otros géneros literarios, las novelas recurren a nuestra memoria de experiencias vitales cotidianas y de impresiones sensoriales de un modo en que a veces ni tan siquiera somos conscientes. Además de describir el mundo, las novelas también describen —con una riqueza que no tiene parangón en ninguna otra forma literaria— los sentimientos que evocan nuestros sentidos del olfato, el oído, el sabor y el tacto. El paisaje general de la novela cobra vida —más allá de lo que ven los protagonistas— con los sonidos, los olores, los sabores y los momentos de contacto de ese mundo. Sin embargo, entre las experiencias vitales que cada uno de nosotros siente al momento y de un modo único, el hecho de ver es sin duda el más importante. Escribir una novela significa pintar con palabras, y leer una novela significa visualizar imágenes a través de las palabras de otra persona.
Cuando digo «pintar con palabras», me refiero a evocar una imagen muy clara y nítida en la mente del lector mediante el uso de las palabras. Cuando escribo una novela, frase a frase, palabra a palabra (dejando a un lado las escenas de diálogo), el primer paso siempre es la formación de una imagen en mi mente. Soy consciente de que mi tarea inmediata consiste en aclarar y enfocar esta imagen mental. Gracias a la lectura de biografías y memorias de escritores, y a las conversaciones con otros novelistas, me he dado cuenta de que, en comparación con otros escritores, le dedico más esfuerzo a la planificación antes de coger papel y bolígrafo. Pongo un poco más de cuidado en la división del libro en secciones y en su estructura. Cuando escribo un capítulo, una escena o un pequeño retablo (como habrán comprobado, ¡el vocabulario pictórico acude a mí de forma natural!), primero lo veo con todo lujo de detalle en la mente. Para mí, escribir es el proceso de visualizar esa escena concreta, esa imagen. Dedico tanto tiempo a mirar la hoja en la que estoy escribiendo con la pluma como a mirar por la ventana. Mientras me preparo para transformar mis pensamientos en palabras, procuro visualizar cada escena como la secuencia de una película, y cada frase como un cuadro."

Orhan Pamuk
El novelista ingenuo y el sentimental



“La humildad es una virtud tan poco apreciada en nuestro mundo precisamente porque facilita la vida.”

Orhan Pamuk



"Las tres de la madrugada. Perihan y yo nos despertamos cuando la niña empezó a llorar de repente. Perihan está intentando dormirla. Yo he bajado aquí. Me he desvelado. Andaba por casa en pijama pasando frío. Luego me he vestido. He bajado y he echado carbón a la estufa. También he encendido la pequeña. He intentado pensar mientras lo hacía. Pero lo mío no es pensar. En mi mente aparecen imágenes en lugar de ideas. Está lloviendo. Lleva dos días lloviendo sin parar. Cosas así son las que se me vienen a la cabeza cuando quiero escribir lo que pienso. Ahora estoy aquí sentado, pasando frío. Mañana iré a la oficina. He leído lo que he escrito en este cuaderno. Cuando le dije a Muhittin que estaba llevando un diario casi se le escapa la risa. También le dije que mi vida se había descarrilado. ¿Qué es lo que hago desde el verano? ¡Ir y venir de la oficina! De vez en cuando, Perihan y yo vamos al cine. Leo los periódicos. Y al leerlos pienso lo siguiente: «¿Afectará a mi vida algo de lo que estoy leyendo?» Cada mañana leo los periódicos con la esperanza de encontrar algo nuevo que influya en ella, que me cambie la vida. Pienso que quizá estalle una guerra mundial o cualquier otra cosa. No quiero que haya guerra. Lo que espero es un acontecimiento que me cambie la vida de la forma en que yo no he sabido cambiarla. No encuentro en mí mismo la fuerza para hacerlo. De hecho, tampoco sé en qué tendría que consistir dicho cambio. Lo único que sé es que la vida en esta casa y en la empresa no es digna de un hombre decente, es letárgica, mala, sucia, llena de estrechez mental, miserable. Muhittin me dijo que debería ser feliz, que lo tengo todo. ¡Está en lo cierto! Enrojezco al pensarlo… Pero luego medito que me falta algo. Le llamaba «equilibrio», «armonía» y demás, pero no me atrevo a pronunciar lo que es. Me fastidia recordar la frase de Muhittin de «mirarse el ombligo». Estoy aquí escribiendo esto, pasando frío, pensando en qué libro podría leer hasta que llegue la mañana. Puede que le escriba una carta a Ömer."

Orhan Pamuk
Cevdet Bey e hijos



“Lo importante es, por supuesto, comprender a la persona que amamos. Si no lo conseguimos, es igual de válido al menos creer que la comprendemos.”

Orhan Pamuk



"Lo que de verdad pintaba el ilustrador de auténtica fe era la lucha consigo mismo y su amor por la pintura (...) pintar era observar este mundo pero mostrarlo como si fuera otro."

Orhan Pamuk
Me llamo rojo
Tomado del libro de Ana Iribas Rudín, La actitud del artista




“Lo que nos une es que ambos hayamos bajado el listón en nuestras expectativas de la vida.”

Orhan Pamuk



"Lo que yo temía no era a Dios, sino la rabia que sentían los que creían demasiado en Él hacia gente como yo. La estupidez de aquella gente excesivamente pía, cuya inteligencia nunca podría compararse –que Dios me perdone– con la de ese Dios en el que con tanto amor creían, era la segunda razón de mi miedo. Durante años tampoco me abandonó el temor a ser castigado por no ser «como ellos» y ese pensamiento tuvo una influencia más decisiva en que durante mi primera juventud me atrajeran las ideas de izquierdas que todos los libros teóricos que leí. Lo que de veras me sorprendió durante bastante tiempo fue que muchos de los estambulíes occidentalizados, laicos y medio escépticos, no sufrieran complejo de culpabilidad por su posición. Pero siempre me gustaba imaginar que toda aquella gente, que de la misma manera que no cumplía con ningún precepto, despreciaba a los que se sentían vinculados a su religión por razones de clase –lo mismo que los esnobs supuestamente «modernos» que despreciaban los hábitos artísticos y culturales de las clases inferiores–, en algún momento de sus vidas, por ejemplo en un accidente de tráfico o yaciendo en la cama de un hospital, intentaría llegar a un acuerdo secreto con Dios.
Recuerdo haber tratado la cuestión en los recreos, aunque de manera torpe, con un compañero de secundaria cuyo valor admiraba porque no intentó llegar a ese acuerdo secreto. Aquel niño diabólico, que venía de una adinerada familia de constructores, que montaba a caballo en el enorme jardín de la maravillosa casa que tenían en las laderas del Bósforo y que representó a Turquía en competiciones internacionales de hípica, al ver que yo vacilaba temeroso en cierto punto de nuestra discusión metafísica, clavó los ojos en el cielo, dijo «¡Si existe que me mate ahora mismo!» y añadió con una autoconfianza que me dejó boquiabierto: «Ya ves, todavía estoy vivo». Me sentí culpable por no ser tan valiente como él y por darle la razón en secreto, pero la verdad era que me gustaba aquella confusión mía, aun sin saber que me gustaba.
Viví como algo personal aquellos complejos de culpabilidad originados, más que en el miedo a alejarme de Dios, en el de alejarme del sentimiento de comunidad que compartía la ciudad entera. Cuando a los doce años el lugar de aquella tensión metafísica entre creer y querer pertenecer a un grupo fue ocupado por la curiosidad por el sexo y la culpabilidad correspondiente, mis inquietudes religiosas perdieron bastante fuerza. De todas maneras, cada vez que estoy entre la multitud, en un barco o en un puente, y veo a una anciana vestida de blanco, siento un escalofrío."

Orhan Pamuk
Estambul 




“Los asesinos no surgen de entre los descreídos, si no entre los que creen demasiado.”

Orhan Pamuk




“Los momentos individuales, como sus átomos, son indivisibles, homogéneos. En cambio, el Tiempo es la línea que une esos momentos indivisibles.”

Orhan Pamuk





“Los museos de verdad son los sitios en los que el tiempo se transforma en espacio.”

Orhan Pamuk




“Los niños eran las primeras víctimas de la inmoralidad que conllevaba el desplome de las grandes civilizaciones y el derrumbe de las memorias.”

Orhan Pamuk




“Los relojes y los calendarios se fabrican para regular nuestras relaciones con los demás; en realidad, para regular la sociedad entera, y así es como se usan.”

Orhan Pamuk




“Luego íbamos a un café para leer de nuevo el libro y hablábamos de él sin parar, sin parar durante horas. Aquello era amor y a veces pensaba que, como en las películas, el amor era el único medio de traer un universo lejano hasta el nuestro.”

Orhan Pamuk




“Me gustaba leer libros de la misma manera que me gustaba ir al cine u hojear revistas y periódicos. No lo hacía porque esperara que me sirviera para algo ni porque persiguiera un objetivo como, qué sé yo, sentirme superior a los demás, más sabio o más profundo. Incluso me atrevo a afirmar que el hecho de convertirme en un ratón de biblioteca me enseñó a ser modesto.”

Orhan Pamuk



"Me habría gustado que se hiciera aquello por lo que se preguntaba en una obra en pareados, el poeta Nazim el Rubio de Ran: una pintura de la felicidad. Sé perfectamente cómo tendría que hacerse. Querría que se pintara una madre con dos hijos; me gustaría que mientras el pequeño, al que la madre sostiene en su regazo dándole de mamar sonriente, chupaba sonriendo feliz el enorme pezón, la mirada del hijo mayor, ligeramente envidioso, y la de la madre se entrecruzaran. Me gustaría ser la madre en esa pintura y que se hiciera a la manera de los antiguos maestros de Herat, capaces de detener el tiempo pintando al pájaro del cielo como si volara pero también mostrándolo feliz eternamente suspendido en el aire. Lo sé, no es facil."

Orhan Pamuk
Me llamo Rojo



“Mientras viva no pienso imitarles ni humillarme porque no me parezco a ellos.”

Orhan Pamuk



“No era una inquietud política, sino la de un hombre cuyo único entretenimiento en la vida es discutir todas las noches durante horas con sus hijas y sus invitados sobre política y sobre la existencia o no de Dios y que teme perder su lugar a la cabecera de la mesa.”

Orhan Pamuk



“Para quererme, ¿Qué es lo que más te gustaría que hiciera? -Ser tú mismo.”

Orhan Pamuk


"Pero ¿de verdad era posible fingir que no había pasado nada? Tenía la sensación de que mi cabeza era también como un pozo donde Mahmut Usta, pico en mano, seguía cavando sin cesar. Eso podía significar que mi antiguo jefe seguía vivo, o que la policía aún no había emprendido la investigación del crimen.
Me imaginaba que alguien –quizá Ali– encontraría el cadáver de Mahmut Usta, y entonces el fiscal procedería a abrir el caso; informaría primero a la policía de Gebze (lo cual, en Turquía, podía tardar días o semanas), mi madre lloraría hasta perder el conocimiento, y después de que las autoridades locales se pusieran en contacto con sus homólogos de Estambul (lo cual también podría llevar meses), la policía se presentaría un día en la academia o en la librería para arrestarme. Me planteé que tal vez debería localizar a mi padre y contárselo todo. Pero él nunca me llamaba, de lo cual deduje que, aunque lo encontrara, tampoco me serviría de mucha ayuda. Además, contárselo podría hacer que el asunto pareciera más grave de lo que en realidad era. Cada día que pasaba sin que la policía viniera a arrestarme suponía para mí una señal alentadora de que era inocente e igual que el resto de la gente, aunque también podía representar que aquel era el último día que podría llevar una vida simple y rutinaria como la de todo el mundo. A veces, cuando en la librería de Deniz algún cliente me abordaba con especial brusquedad, me convencía de que era en realidad un policía de paisano y me entraban unas ganas terribles de confesar mi crimen. Otras veces me confortaba pensando que Mahmut Usta había conseguido salvarse y que seguramente, de puro odio, ya se habría olvidado de mí.
En la librería trabajaba de forma rápida y eficiente, ocupándome prácticamente de todo. El jefe Deniz apreciaba mis originales propuestas para organizar el escaparate, así como mis ideas sobre descuentos y selección de libros, y me dijo que, si quería, en invierno también podía quedarme a dormir en el sofá, e incluso instalarme de forma permanente en aquel pequeño cuarto como si fuera un piso de estudiante. Mi madre se puso triste porque yo iba a vivir otra vez lejos de Gebze y de ella, pero también estaba segura de que, si continuaba asistiendo al instituto de Kabataş y a la academia preparatoria de Beşiktaş, obtendría muy buenos resultados en el examen de acceso a la universidad."

Orhan Pamuk
La mujer del pelo rojo




"Por un momento pensé si pedirle dinero, pero no se lo pedí, salí, subo la cuesta. Ayer me dio cincuenta liras. Y mi tío Recep otras veinte. Llamé dos veces por teléfono, veinte, más quince del lahmacun, me quedan treinta y cinco. Me saqué el dinero del bolsillo para comprobarlo. Sí, en efecto, hay treinta y cinco liras y para hacer esa cuenta no hacen falta ni logaritmos ni raíces cuadradas, pero la intención de los que me han suspendido y todos esos profesores y señoritos es otra: quieren suspenderme, quieren que me arrastre y que a fuerza de arrastrarme aprenda a doblegarme y que así me acostumbre a conformarme con poco. Sé que el día que veáis que me he acostumbrado diréis alegres y contentos: «Ha aprendido lo que es la vida». Pero no aprenderé esa vida suya, señores. En cuanto me caiga en las manos una pistola, ya os enseñaré: entonces os explicaré qué es lo que quiero hacer. Pasaban con sus coches a toda velocidad a mi lado, cuesta arriba. Me di cuenta de que en la fábrica de enfrente también hay huelga. Se me crisparon los nervios y me apeteció hacer algo, me apetecía por lo menos ir a la sede pero me dio miedo quedarme allí solo. ¿Qué pasa porque vaya sin Mustafa ni Serdar? Pensé: solo, puedo ir incluso a Üsküdar. Dadme una misión buena y decente, no me basta con hacer pintadas en los muros y vender invitaciones en el mercado, dadme un trabajo importante, les diré. Un día las televisiones y los periódicos hablarán de mí. Pensaba."

Orhan Pamuk
La casa del silencio



“Queda a tu atención, lector. Yo te daré honestidad, tú muéstrame compasión.”

Orhan Pamuk




“Recordar es saber lo que se ha visto. Saber es recordar lo que se ha visto. Ver es saber sin recordar.”

Orhan Pamuk



“Si el viajero que se sentaba junto a la ventana no hubiera estado tan cansado del viaje y hubiera prestado un poco más de atención a los enormes copos que descendían del cielo como plumas, quizá hubiera podido sentir la fuerte tormenta de nieve que se acercaba y quizá, comprendiendo desde el principio que había iniciado un viaje que cambiaría toda su vida, habría podido volver atrás.”

Orhan Pamuk



“Si un hombre recurre a las argucias, a pequeños trucos y trampas, es que no está enamorado en absoluto.”

Orhan Pamuk





“Siento como si la oscuridad de la noche fuera a cubrir la pobreza de la vida, las calles y los objetos, y que, mientras respiramos tranquilos por fin en casa, en nuestros cuartos, en nuestras camas, nos entregaremos a sueños y fantasías hechos de las antiguas riquezas, las construcciones desaparecidas y las leyendas de ese Estambul ahora tan lejos.”

Orhan Pamuk



“Sólo hizo una cosa que me conmovió el corazón: a mitad de la cena, de repente me dijo que intuía que un día sería muy feliz. Y aquellas palabras me hicieron sentir con mayor claridad que se me había cerrado la posibilidad de ser feliz en la vida.”

Orhan Pamuk




“Soy un defensor anónimo de todos los héroes anónimos que luchan por sus creencias y sufren injusticias en este país laico y materialista. No pertenezco a ninguna organización. Respeto los derechos humanos y no me gusta nada la violencia.”

Orhan Pamuk




“Toda persona inteligente sabe que la vida es hermosa y que su objetivo es que seamos felices —comentó mi padre observando a las tres bellezas. Pero luego sólo los tontos son felices. ¿Cómo explicárselo?”

Orhan Pamuk




“Treinta mil kurdos y un millón de armenios fueron asesinados en esta tierra y nadie se atreve a hablar de ello excepto yo.”

Orhan Pamuk



“Un día leí un libro y toda mi vida cambió.”

Orhan Pamuk




“Un tiempo después, o la felicidad vulgariza al poeta y la poesía, o la auténtica poesía imposibilita la felicidad.”

Orhan Pamuk



“Una vez que sientes una confianza así en tu interior, haces lo primero que se te ocurre y lo que te dicta tu corazón y todo sale bien.”

Orhan Pamuk




“Ver el Bósforo siempre me ha sentado bien. Frente a la derrota, al desplome, a la opresión, a la amargura y a la pobreza que pudren por dentro la ciudad, el Bósforo está unido en lo más profundo de mi mente a sensaciones de unión a la vida, de entusiasmo por vivir y de felicidad. El espíritu y la fuerza de Estambul le vienen del Bósforo.”

Orhan Pamuk





“Y eché una última mirada a los hermosos pechos medio visibles, a los maravillosos hombros y a los brazos infantiles. Mientras regresaba a mi mesa sentía en lo más hondo con una sensación de victoria que, como una ola gigantesca que golpea la orilla, la felicidad crecía dentro de mí a cámara lenta a punto de arribar a mi futuro.”

Orhan Pamuk