Alejandro Pérez Lugín

"La soleada calle de San Andrés, la bahía amplia y azul; las leiras feraces de la otra orilla; la linda ría de burgo; la imponente majestad del océano; las galerías de la Marina refulgiendo al sol, la torre de Hércules, que se alza casi en el mar como una esperanza o un adiós, el castillo solitario en visión ante la ventanilla de la berlina, fueron despedidas por Gerardo con un sentido suspiro.
(...)
Madrid como París me produce una impresión de soledad que acaba por inspirarme miedo y aviva mis deseos de volver a esta paz. Hay mucha gente pero entre tantas personas se encuentra uno solo, mientras que a aquí en estos pueblos pequeños, y en el campo, en el campo sobre todo, una voz de dolor y de angustia halla siempre un eco y el auxilio y cuando menos, la simpatía de un corazón compasivo."

Alejandro Pérez Lugín
La casa de la Troya




“Ocupar un lugar en el corazón de alguien significa no estar nunca solo.”

Alejandro Pérez Lugín



"Sobane, hombre práctico y enemigo de perder el tiempo, apenas llegó a su casa arregló tranquilamente el acta como bien le vino en gana e hizo que la firmasen los interventores; y a la mañana siguiente, cuando los primeros borregos electorales llegaron a la puerta del Ayuntamiento creyendo, ¡inocentes!, que aún no eran las ocho, Sobane, plantado ante la cerrada puerta del colegio, con el testimonio irrecusable del reloj municipal les demostró que iban pasadas y muy pasadas las cuatro de la tarde, y con la mayor frescura les anunció que había terminado el acto.
Total, nada: un recurso viejo y sin mérito. Aquel paisano de calzón corto y patillas blancas estaba completamente anticuado.
Los demás eran otra cosa: verdaderos artistas, despreciaban los medios vulgares. Nada de adelantar relojes ni otros ardides por el estilo, desacreditados de puro viejos. Elecciones en que ellos intervinieran, elecciones en que votaba todo el mundo… si lo dejaban.
Además, a Brandaríz le era imposible apelar a tales recursos, por la sencilla razón de que en la mesa de su señorío no contaba Don Juan de Dios con otros interventores que Brandaríz y otro galápago de sus conchas, quien con su amigo esperaba pacientemente el regreso del maestro, sentado al pie del crucero gótico que se alza a la entrada del camino que conduce a Brañeiro desde la carretera de Pluviosa a Fouciño.
Sin duda, por aquello de que detrás de la cruz se encuentra el diablo, bajo ésta conferenciaron los tres personajes, y al cabo de buen rato de charla se separaron alegremente y se dirigió cada cual por su lado a Brañeiro.
Al comenzar la votación al siguiente día, se pasmaron todos de que ni Brandaríz ni su congénere suscitasen la menor dificultad al constituirse la mesa."

Alejandro Pérez Lugín
Los malabaristas del voto



"… Llama usted, si es espiritista, de Miguel Ángel a Rafael, a Apeles, a Palladio, a Ticiano, a Murillo, a Lucas Jordán, a Velázquez, a Rubens, a Goya, a Holbein, a Van Dyck, a Meisonnier, a Fortuny y a Rosales, o a Praxiteles, Scopas, Pilodoro, Zeredoro, Berruguete, Montañés, Salzillo o Susillo, o simplemente, por medio de una carta interior, a Sorolla, Pradilla, Domingo, Romero de Torres, Benedito, Benlliure, Blay y Julio Antonio, y no lo dibujan, ni lo pintan, ni lo esculpen…"

Alejandro Pérez Lugín















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