Antoni Puigverd

“La carrera de la celebridad pone en valor la gracia del retraimiento.”

Antoni Puigverd




"No sé si eren rates o fulles, potser ocells, el que he sentit, mentre passejava. Al bosc, fins els sorolls formen part del silenci. No pensaba en res ni he fet res durant una bona estona. Però ara torno a ser aquí, davant dels blocs dels àrabs, sense el taxista. Sense saber què busco, en aquest barri dels afores. Miro la façana escrostonada i després les modestes cases rústiques que l´envolten. Alço la mirada per damunt del bosc que he visitat. A l´altra banda, hi ha les urbanitzacions de luxe. No sé què he de fer. Si ara torno al Dia, el coordinador de cap de semana m´enviarà a fer un reportatge del campionat juvenil de futbol sala. Els partits comencen a mitja tarda. Torno a donar un parell de voltes completes al suburbi. Suo. De les minúscules finestres ajustades surten olors d´espècies i el fraseig obsessiu de la música àrab.
Sobtadament sento els grinyols d´uns gossos que es barallen. Els veig a l´altra band del camp més brut, just el que hi ha davant dels blocs, l´únic racó que encara no he inspeccionat. Són quatre o cinc gossos de raça indefinida. Començo a travessar el camp. Les herbes groguegen. A cada pas trobo plàstics, pots, papers, matèria orgànica. El vent porta cap aquí la brutícia que s´apilona al voltant dels contenidors."

Antoni Puigverd
La gàbia d'or



"Una visión cínica sostiene que  la democracia mantiene la guerra por medios pacíficos y que esto es ya un gran avance. Lo es, ciertamente. Pero nunca aleja realmente el peligro de la guerra. Es más, la violencia verbal maniquea puede llegar a ser una forma de guerra menos cruenta, pero no menos dañosa para las personas y los bienes. El bullying puede no ser físico, pero destroza igual a quien lo sufre. Para conjurar la guerra real o simbólica, es necesario el rigor cívico. Y uno de los ingredientes esenciales del rigor  cívico es la contención. La contención implica aceptar límites a tu identidad personal o colectiva. Aceptar que no podrás desarrollarlos al máximo. Aceptar la imperfección.

Para no quedarme en mera retórica abstracta lo concretaré a partir de mi identidad catalana. Una parte de catalanes, ahora aparentemente menor que en otros tiempos, aprendimos a aceptar el límite que implica la existencia del otro a fin de garantizar el bien mayor: una  sociedad de equilibrios. Lo aprendimos durante el franquismo, cuando nuestra lengua era perseguida y nuestra identidad invisibilizada. A conseguir este equilibrio empleamos las mejores de nuestras energías en el antifranquismo y después en democracia. El catalanismo integrador cree que no hay nada más importante que la unidad civil. Unidad que se funda en la aceptación de la diferencia y en el respeto a las minorías. Es distinto del nacionalismo de origen herderiano, que preside la vida española y que preside también ahora, desde hace unos años, la vida catalana. Aunque ambos nacionalismos son modernos y democráticos, amén de tener un discurso integrador, pues se jactan de aceptar al diferente, no pueden resistir la tendencia al uniformismo, a la ilusión de la pureza, a la persecución de la homogeneidad, al perfectismo nacional, lo que implica la construcción de un relato falso sobre el pasado, en el que la historia juega un papel predominante. Desde hace años, debido a la fuerza del independentismo catalán, está de moda criticar la manipulación de la historia que se da en Cataluña. Una manipulación que enfatiza el relato romántico.  El problema de esta crítica es que se hace sin espejo. Leo hoy mismo una entrevista a Carmen Iglesias, directora de la R.A. de la Historia  en la que carga sin ambages y con gran saña contra la educación en Cataluña (afirmando cosas de las que no tiene pruebas, por ejemplo: “¡Que a unos niños en Cataluña les pregunten “quién nos roba” y contesten “España”, eso es adoctrinamiento!”. No sabemos de dónde saca una señora de tan alto rango institucional esta afirmación (he sido profesor de instituto y sigo manteniendo mucha relación con este tipo de centros, no tengo noticia alguna de que lo que sostiene  Iglesias sea cierto). Y sin embargo, sin necesidad de inspeccionar centros, simplemente abriendo el televisor podríamos comentar  la serie de gran éxito que TVE programa sobre los Reyes católicos que ahora continúa sobre el emperador Carlos, en los que se habla de “lengua común” (¡en el siglo XV!) se evita citar Barcelona y Valencia y, por supuesto, en la época de los Papas Borgia, cuya correspondencia con sus hijos fue  escrita en catalán, dicha lengua no existe.  La identificación romántica entre España y Castilla sigue vigente  en el máximo instrumento de creación de ideología que es el televisor y esto sucede ante la total despreocupación de la intelectualidad española, que solo sabe ver la paja en ojo ajeno.

Soy y he sido muy crítico sobre el llamado procés, lo que ciertamente no es fácil en un momento en el que el independentismo es hegemónico, pero me resisto a establecer una descripción  maniquea, especialmente viendo lo cómodamente instalada que está la clase intelectual española en los tópicos de tradición romántica que propagó hasta la náusea el franquismo (educador de las generaciones que han mandado en España hasta ahora mismo, no se olvide)."

Antoni Puigverd


















No hay comentarios: