Antonio Priante

"A estas alturas, ya no me preocupa más movida que la de hacer llegar mi obra a todos los posibles interesados."

Antonio Priante


El confuso mundo de las citas

Para empezar, su mismo nombre ya induce a confusión. Ocurrió a cierto amigo mío, algo pedantillo, que decidió hacerse con una reserva de citas en latín para colocarlas cuando procediera. Y escribió en el buscador de internet estas dos palabras “citas latinas”. La respuesta fue inmediata y abrumadora: al momento surgieron multitud de jóvenes latinoamericanas deseosas de ser citadas.

Pero no me refiero a nada de eso. Tampoco se refiere mi comentario a las citas entre personas ansiosas de formar pareja o de tratar del asunto que sea. Ni a la imprescindible e impertinente “cita previa”, impuesta desde hace poco en los trámites burocráticos y similares.

Ni siquiera se refiere – aunque ya nos vamos acercando – a la moda de reproducir frases atribuidas, correctamente o no, a personajes célebres. En este sentido, he observado que los más falsamente citados son Cervantes y García Márquez, entre los escritores, y Einstein. Un detalle curioso: las citas falsas atribuidas a escritores son las más fáciles de desenmascarar. Y es que hay que ser muy poco leído para tragar como de Cervantes, por ejemplo, textos escritos con las palabras, la sintaxis y hasta la ortografía propias de un manual de autoayuda.

Y ahora llego adonde quería llegar. Hay lectores, normalmente muy ilustrados y conscientes, y en ocasiones muy entregados a un autor determinado, que gustan regalarnos con frases de su favorito. O de cualquier otro escritor con cuya idea, expresada en la frase, sintonizan. Pues bien yo ruego a estas personas que consideren un par de cosas:

a) Si la obra de la que se ha extraído la frase es una novela u obra dramática o no. Si no lo es, no hay problema: hay que suponer que el contenido de la frase expresa fielmente el pensamiento del autor.

b) Pero si lo es, el citante de turno debería precisar que la frase en cuestión corresponde al personaje tal o cual de determinada novela u obra de teatro.

Y es que no es de recibo que, por ejemplo, se atribuya a Ernesto Sabato las locas ideas de Juan Pablo Castel, de El túnel, o del más loco aún Fernando Vidal, de Sobre héroes y tumbas. O que se haga pasar por propia de Dostoyevski la idea de que las leyes y las normas morales están hechas para las personas del montón, pero que no afectan a los seres superiores, concepto que no es del mencionado escritor, muy cristiano él, sino de su personaje Raskolnikov y en determinado momento de su vivencia novelesca.

No tener en cuenta estas circunstancias puede inducir al lector desprevenido a caer en tremendas confusiones.

Así que, por favor, háganme caso: tengan mucho cuidado con las citas. Con las literarias, y con las otras.

Antonio Priante



"En todo escrito o sermón de los doctos polemistas cristianos nunca falta la acusación, dirigida a los seguidores de la antigua religión, de que rinden culto a imágenes fabricadas por los propios hombres, de que adoran objetos inanimados a los que toman por divinidades. ¿De dónde han sacado eso? ¿Es posible que personas en apariencia cultas como Ambrosio, Jerónimo o Eusebio o tantos otros, piensen realmente que personas como Símaco o Pretextato (o como Plinio o Cicerón) adoran (o adoraban) estatuas de piedra o de metal? Yo no lo creo posible. Creo más bien que, en un alarde de audacia y de mala intención, se están fabricando un enemigo cómodo, un enemigo al que dotan de una serie de características absurdas y ridículas para combatirlo más fácilmente. En todo caso, haya intención o no, luchan contra fantasmas. Porque ese enemigo al que combaten no existe ni ha existido nunca. Es decir, ha existido y existe al nivel del pueblo más bajo. Es ahí donde la religión, confundida con la superstición y la magia, se manifiesta en las creencias y prácticas más disparatadas y aberrantes, desde las defixiones hasta la misma creencia de que los dioses moran en el espacio de sus imágenes. Pero a eso no aluden los polemistas cristianos ni, por lo visto, les preocupa. Sólo apuntan a lo alto, mintiendo para confundir, con la clara intención de que el dubitativo semiletrado se espante de las barbaridades (imaginarias) denunciadas y se eche en brazos de la nueva razón, curiosamente defendida por los obispos. Y ahora me podría extender en toda clase de consideraciones sobre lo que nuestra vieja religión significa y sobre lo que representan sus dioses y sus ritos. Pero eso ha sido ya tratado multitud de veces, antes y después de la excelente obra de Cicerón. Y tú lo conoces tan bien como yo. Y Ambrosio, tan bien como nosotros dos."

Antonio Priante
La ciudad y el reino



"La brevedad es una de las grandes virtudes, en el arte y en la vida."

Antonio Priante



"Las citas falsas atribuidas a escritores son las más fáciles de desenmascarar."

Antonio Priante


"No hablo de política con desconocidos."

Antonio Priante















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