Ena Lucía Portela

"No me interesa ser “políticamente correcta” para nadie. Me importan un bledo los funcionarios de la literatura de acá y los ayatolas de allá. Y en cuanto al mercado, me encantaría escribir un best seller, pero no sé muy bien cómo se hace eso, así que no trato de hacerlo. Si se vende lo que escribo, estupendo. Si no, perra suerte la mía."

Ena Lucía Portela



"No, no siento que pertenezco a ninguna generación con sus propias preocupaciones y muchísimo menos con un programa estético propio. Yo tengo mis propias preocupaciones, que ya son bastantes de por sí, y ningún programa, Dios me libre. No me gustan los grupos ni los partidos ni los tumultos, y eso de las generaciones en literatura me parece bastante artificial, puro invento de los críticos. (…) En cuanto a los “novísimos”, no podría decirte a ciencia cierta quiénes son ni a qué se dedican. Son un vago rumor, los “novísimos”. Y me temo que, poco a poco, irán convirtiéndose en los “viejísimos”, si es que eso no ha ocurrido ya."

Ena Lucía Portela



"(…) Podría decir que escribo para entretenerme; o para entretener a mis amigos, mis cuatro gatos, los lectores de siempre y también a quienes no conozco; o para fastidiar a los que prefieran fastidiarse; o para consolarme ante la imposibilidad de realizar mis verdaderos sueños, que consisten en ser piloto de la NASA o agente secreto del Mossad (esto me pasa por leer a Tom Clancy) o la reina de Inglaterra; o porque soy una pícara que no me resigno a ganarme la vida honradamente; o porque necesito de vez en cuando sentirme un dios todopoderoso y vengativo, con una espada flamígera… En fin, podría responder cualquier cosa. Pero ninguna verdadera. O no del todo verdadera (…)"

Ena Lucía Portela



"Si algo lo irritaba sobremanera, si algo lo predisponía a la violencia y el homicidio, era que se intentara hacerle creer cosas. ¡Ah! Su entorno se teñía entonces de rojo, rojo fuego, rojo hierro, llamaradas vibrantes y Moisés en el centro, enloquecido con cuernos y cola, una sierpe, un basilisco, un dragón, el diablo en el infierno. Tremendo espectáculo. Uno llegaba a temer que se muriera, así de pronto, por combustión espontánea.
No se le ocultaba el lado absurdo y hasta ridículo de su ira. Sabía que todos aquellos bellacos, miserables, imbéciles, fucking bastards, jamás conseguirían hacerle tragar ni el más diminuto de sus embelecos. Les faltaba astucia, chispa, mundo. Les faltaba clase. Les faltaba todo lo que él tenía de sobra, hasta para regalar, para hacer dulce. ¿Pero qué se habían pensado, eh? ¿Que él había nacido ayer? ¿Que era un parvulito, un chama del círculo infantil? ¿Qué podían embaucarlo así tan fácil? Qué atrevidos, los malditos... Las mentiras descosidas, burdas, para mentes débiles, lo encolerizaban más, si cabe, que las simulaciones sofisticadas. Mientras más torpe el infundio, mayor la falta de respeto a su inteligencia."

Ena Lucía Portela
Cien botellas en una pared










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