Evgeniy Preobrazhenski

"Los anarquistas se muestran partidarios de que los colectivos-comunas permuten entre sí sus productos y establezcan en general sus relaciones mutuas previo acuerdo de unos con otros. El trabajador ingresa libremente en el colectivo y éste es libre también de concertar una unión con otro colectivos. En lo que respecta a toda una serie de importantísimas cuestiones sobre la justa distribución de la fuerza de trabajo, sobre la adaptación de las dimensiones de la producción de ramas aisladas a las proporciones del consumo, etc., respecto a todas ellas los anarquistas, en su enorme mayoría, coinciden en su respuesta: “destruyamos primero el capitalismo, y luego la vida misma mostrará lo que hay que hacer“.
Por esto debemos examinar las consecuencias inevitables que traería consigo la organización de la sociedad sobre bases anarquistas, organización que sería llevada a cabo a medida que se fuera destruyendo el capitalismo. Los anarquistas pretenden eludir las cuestiones que no se resuelven por medio de la frase “la vida misma mostrará lo que debemos hacer“. Tenemos que examinar lo que nos ha mostrado “la vida misma“ en Rusia, en qué forma se convierten en realidad los ideales de los anarquistas, qué queda de estos ideales.
Comencemos por nuestra primera divergencia fundamental con los anarquistas: a quién deben pertenecer y bajo qué mando deben encontrarse las fábricas expropiadas a los capitalistas
y, en general, todos los medios de producción. Nosotros decimos: todos los medios de producción deben pertenecer y deben encontrarse a disposición de todos los que trabajan, de todos los trabajadores de la sociedad comunista.
La fábrica Putílov de Petrogrado, por ejemplo, pertenece no
a los miles de obreros que trabajan en ella en un momento dado, ni siquiera a los cientos de miles que la construyeron en el transcurso de dos décadas, sino a todos los trabajadores del país. Inversamente, cada trabajador de la fábrica Putílov debe sentirse y saberse dueño de las fábricas de IvanovoVoznessensk, de las minas de carbón de Cheremjov, de las minas de oro del Lena y de todos los medios de producción de la República. Los instrumentos del trabajo pertenecen a todos y a nadie en particular: he aquí el verdadero comunismo. Pero para que esta pertenencia de todas las fábricas a toda la clase obrera no sea más que una frase vacía, los trabajadores deben elegir órganos especiales para la administración de la economía, sean estas secciones de los sóviets, o bien sóviets de la economía popular elegidos especialmente por los obreros. Dicho centro económico panruso es el que debe recibir el derecho supremo a disponer de todos los medios de producción y de todas las fuerzas obreras del país. Cada obrero en cada empresa, cada comité de fábrica y taller, deben considerarse a sí mismos como apoderados o agentes de toda la clase obrera, agentes a quienes se ha confiado dicha empresa aislada. El centro económico panruso debe poseer el derecho a la administración general, debiendo ser destituido obligatoriamente si no satisface los intereses de la mayoría de los trabajadores.
Al contrario, los anarquistas sostienen que cada fábrica, taller, etc., debe constituir una comuna especial independiente.
Los que trabajan en esta comuna aislada serán sus verdaderos dueños. Se puede ingresar en la comuna si existe el acuerdo de los demás. Para unir una comuna con otra se exige el acuerdo de ambas partes. En la práctica, esto significará destruir la propiedad de todos los trabajadores sobre los medios de producción (si es posible hablar de propiedad), dividir en pedazos el derecho a disponer colectivamente de todos los medios del trabajo, y colocar frente a la voluntad de todos los trabajadores un obstáculo a la disposición de todos los medios de trabajo.
Los obreros de cada empresa comenzarán a sentirse propietarios de su empresa y, de hecho, se convertirán en pequeñoburgueses. El anarquismo resultará en la práctica un capitalismo sin capitalistas, y cada empresa poseerá cien y mil propietarios en lugar de uno, pero no pertenecerá a toda la clase trabajadora del país.
En este sentido, esta teoría del anarquismo no destruye, sino al contrario, hace revivir todos los sentimientos pequeñoburgueses de la propiedad privada que hereda el obrero de la sociedad burguesa. Es significativo que detrás de las consignas de los anarquistas durante los primeros meses de la revolución de Octubre, dirigidas contra el paso de la administración suprema de las empresas a toda clase obrera en la persona de sus órganos centrales y regionales, estuvieran precisamente los grupos de obreros menos conscientes.
Las palabras: “sólo nosotros somos patronos“ son comprendidas por los obreros inconscientes en el sentido de que pueden no admitir en su empresa a otros obreros venidos de fuera; si la llegada de éstos no les conviene por cualquier causa, pueden obrar de un modo perjudicial para los obreros de todo el país; pueden, si se produce una reducción del trabajo, excluir de la empresa a los obreros que no son del lugar, aunque éstos no puedan posteriormente conseguir trabajo y aun en el caso de que el trabajo existente pudiera ser repartido de una forma igual entre todos."

Yevgueni (en ocasiones Eugenio) Alekséyevich Preobrazhenski
Anarquismo y Comunismo


"¿Qué es lo que condiciona la posibilidad de acción de la ley del valor? No basta responder a esta pregunta con la frase general siguiente: es la existencia de la sociedad en cuyo terreno actúa esta ley, es decir, la existencia de la producción mercantil. La estructura económica de la sociedad de los productores independientes y libres de toda sujeción, que trabajaban para el mercado, es también producción mercantil. El capitalismo clásico del período de libre competencia es también una producción mercantil. El capitalismo monopolista, organizado en trusts en escala nacional y a menudo incluso internacional, es igualmente una producción mercantil.
En fin, el capitalismo de estado de la Alemania de los años 1914-1918 y las tendencias muy fuertes de igual orientación en la economía de los países de la Entente durante esas guerra eran todas también, formalmente, una producción mercantil. Pero ¿habrá alguien que afirme que, en cada uno de esos cuatro tipos de producción mercantil, la ley del valor podía, en igual medida, desarrollar su acción y manifestar todos sus rasgos más característicos? No hablo siquiera del capitalismo de los orígenes, que sufría aún las secuelas de la reglamentación artesanal de la producción y la injerencia del Estado feudal en el proceso de producción.
En la medida en la que la ley del valor es el regulador espontáneo del proceso de producción en la sociedad mercantil, la acción más completa, la más característica de ese mecanismo de regulación exige el tipo más espontáneo de las relaciones de producción con el mínimo de alteraciones de esa espontaneidad por la intervención de principios organizadores en la producción y los intercambios. Es en alta mar donde es preferible fotografiar la tempestad. Y del mismo modo es mejor fotografiar teóricamente la ley del valor, en forma pura, en su elemento natural, es decir, en el período de libre competencia capitalista, lo que ha hecho Marx justamente en El Capital.
Para que la ley del valor se manifieste de la manera más total, es necesario que exista una plena libertad de circulación de las mercancías, tanto en el interior del país como entre países en el mercado mundial. Es necesario, además, que el obrero sea libre vendedor y el capitalista libre comprador de la fuerza de trabajo como mercancía. Es necesario que la injerencia del Estado en el proceso de producción y en el número de empresas propias del Estado se reduzca al mínimo y también que no haya reglamentación de los precios par parte de los organismos monopolistas de los empresarios mismos, etc. Esas condiciones ideales de la libre competencia no han existido jamás en la escala de la economía mundial, porque las barreras aduaneras entre las economías nacionales, la injerencia del Estado en el proceso de producción y la imposibilidad de un libre aporte de capital a la agricultura sin sacrificar la propiedad privada de la tierra, implicaban ciertas limitaciones a la libre competencia. "

Evgeniy Preobrazhenski
La nueva economía














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