María Ángeles Pérez López

"Ampliar el lenguaje es ampliar el mundo y nuestra experiencia del mundo."

María Ángeles Pérez López



El bisturí

El bisturí inocula su dolor.
En el corte limpísimo florece
el polen que envenenan las avispas,
su aguijón turbulento y ofensivo.
La mesa del quirófano está lejos
de la luz y la tierra del jardín,
su amor desesperado por la vida
y el material mohoso del origen,
lejos de la pasión de los hierbajos
y la piedra porosa en la que sangra
la desgastada edad de las vocales
que escribieron verdad y compañía.

En la asepsia que exige el hospital,
el bisturí recorta el corazón
de la página blanca del poema,
la sábana que tapa el cuerpo enfermo.
No queda ni memoria ni alarido,
tan sólo un hueco rojo en el lenguaje.
En la mano que empuña la salud
hay sin embargo un corte diminuto,
una línea de sangre y su alfabeto.

María Ángeles Pérez López




En el vientre impaciente de la lavadora

En el vientre impaciente de la lavadora
los colores se mueven por capricho
cuando voltea la máquina, se mece,
contorsiona su línea vertebral
sometida por leyes intrigantes
al ajustado margen del temblor,
la sacudida, el espasmo.

El rojo, el amarillo, el verde menta
se confunden y mezclan, recolocan
la paleta original de los colores,
abigarran el agua con sus tonos,
se exprimen para ofrecerse hermosos y amarrados
al jabón, la lejía abrasadora.
Componen un universo impredecible
y juegan a que tiñen el lino, el algodón,
las telas indefensas en el inquieto espacio,
las telas que se apropian del gris,
azul marengo,
para el forro o la costura primorosa,
aprensivas, temibles en su ira
si el resultado es torpe o irritante.

Hasta que no interrumpo el movimiento
y apago ese artefacto incomprensible,
no vuelve cada prenda con su primera imagen,
con la forma natural, la liberada
del sueño, la fantasía venturosa.

María Ángeles Pérez López



En los infolios
y cartapacios
se ocultan
granos de polen,
huevos de tortuga prehistórica,
el largo sedal
que ataba los peces
al cauce lodoso
de la lengua
y
aquellas buganvilias
que insisten
en el regalo
de la luz.
Porque abres
el libro,
los códices,
la larga noche
de los edictos de expulsión
y cantas el ajuar
de lo invisible.
También
vibra
tu cuerpo
en sus estambres
y escapa del cordel,
la signatura.

María Ángeles Pérez López



"La poesía es aquello que se resiste a pertenecernos de alguna manera, pero que constituye esa relación básica con el lenguaje que acompaña a la humanidad desde su origen y que la va a acompañar hasta el final. No son palabras mías ni mucho menos; son palabras de grandes poetas que me han precedido y que, en esa vinculación con las palabras, se preguntan quiénes somos, qué significa ser, quién es el otro, la otra, cómo vivir, hasta dónde alcanza nuestra posibilidad. Y yo decía resistencia como cualidad de la poesía porque la poesía no cede muchas veces a esa parte de los lenguajes instrumentales, de los lenguajes codificados en los que ya no queda vida, son espacios muertos. La poesía tiene esa posibilidad, creo, una y otra vez, de recordarnos, por ejemplo, la resistencia de lo vivo ante la muerte, la resistencia ante la frialdad, ante el sufrimiento en cualquiera de sus formas, ante la injusticia, ante cualquiera de las heridas, de los dolores. La poesía es ser consciente, es preguntarte por tu alrededor, por el pasado, por el presente, por el futuro. Por eso en la poesía todas las definiciones son posibles, no hay dos definiciones iguales. Para mí sería eso, un ejercicio de resistencia en relación con lenguajes devaluados, con lenguajes empobrecedores, con lenguajes que cosifican, con lenguajes que nos hacen creer que las personas de pronto son mercancías, que las cosas y los animales nos pertenecen, que nos pertenece la Tierra. Y ahí la poesía está recordándonos una y otra vez un no, un no grande."

María Ángeles Pérez López



"La poesía es un espacio de resistencia. Es un no, un no grande."

María Ángeles Pérez López




Pies

La mujer pinta sus pies de verde y se sube a ellos.
De los talones nace el odio del asfalto,
su ennegrecida capa de petróleo
embetunando pájaros y niños,
forma de aminoácido esencial
que desgasta las alas, la llovizna,
las caracolas blancas peleando
contra el rencor viscoso de la brea.

Con una brocha grande, la mujer
pinta el verdor oscuro de las aguas
en las que se deslizan los arenques
y sus anillos de aire livianísimo,
también los hipocampos, las ballenas,
los moluscos marinos que retozan
en praderas de posidonias vivas
y se aparean en nombre del amor.
Igualmente la hierba de los montes
el musgo cariñoso y los helechos
comienzan en los dedos desiguales
de los pies y remontan las rodillas
como salmones tibios desovando
a la altura feliz de las caderas.

Para el negro sudario del benceno
que atrapa las gaviotas y las lanza
contra la arena triste, enrarecida
del tiempo y el esfuerzo alquitranados,
la mujer se encarama en sus dos pies
y suelta el corazón como una tórtola.

María Ángeles Pérez López



"Seguro que la poesía, lo que pueda significar, es una forma de mirada. Es una creatividad con respecto a lo que nos rodea, y eso nos pertenece a todos, radicalmente. Lo que ocurre es que nuestra mirada se disciplina severamente, vamos perdiendo la capacidad de ver. La rutina del ojo, la rutina de la mano hacen invisible lo que pasa a nuestro alrededor. Y puede ser eso, el café o la lavadora, pero también pueden ser el amor y tantas otras cosas. Claro, como el amor es una experiencia que te rompe y te construye completamente es difícil que pase desapercibida. Pero otros pequeños gestos pueden pasar desapercibidos. Yo no creo que necesitemos que el poeta nos diga. Yo creo que lo extraordinario es que junto al poeta abramos esos espacios de nuestra sensibilidad para percibir hasta qué punto todo lo que nos rodea puede ser digno del asombro. Siempre me recuerdo un verso de la peruana Blanca Varela que decía: «Pero dime, ¿durará este asombro?». Esa pregunta, yo creo, es la pregunta de vivir."

María Ángeles Pérez López



Tijeras que no

Tijeras que soñaron con ser llaves
acercan su metal hasta la llama
y lloran aleación incandescente,
el filo en que florecen las heridas
sobre el silbido agudo del acero.
En su silueta par, en su desdoble
de dedos que saltaron por el aro
como animales tristes y obedientes,
las tijeras se niegan al destino
de amputar la memoria de la lana
y el cordón que nos ata a los relámpagos.

Ellas cortaron días y raíces,
el estupor carnoso en las cerezas
con su gota de luz para encender
la boca de los pájaros, el hilo
que sostiene prendidas las palabras
dignidad, avellana, compañero
y el vientre del pescado en que se oxida
la llave de los vientos y el fulgor.
Tijeras que cortaron los mechones
de pelo de los niños en la inclusa
y el fino filamento del wolframio
que amparaba la noche de zozobra.
Tijeras que no quieren ser tijeras
y acercan hasta el fuego su pesar
para romperse ardiendo contra el yunque
y al disolver su nombre en los rescoldos,
abrir el corazón y sus ventanas.

María Ángeles Pérez López



Todo nombre
procede
de un equívoco.
También los mapas
son hijos
irreductibles
y sagrados
del error.
Sobre ellos
crece
el liquen,
su obstinado cantar
y tachadura.

María Ángeles Pérez López



Un cuerpo
traslada
su ánfora rota
al cuadrángulo norte
de la sed.

Luego boca y desierto
se besarán
ardientemente
hasta que el agua irrumpa
con su inquieta mención
que encharca los atlas,
las esfinges.

Del ánfora gotea
sangrando
la alegría.

María Ángeles Pérez López













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