Aquilino Ribeiro

"Sus ojos corrían los cuatro puntos para estudiar las paredes aéreas del cautiverio. Dos cuerdas de peñascal, altivas y sucias, venían desde la sierra de Lapa serpenteando como un río, ensanchándose delante de la ermita, dando lugar a una balsa oscura, desplegándose en hojas espinosas hacia los extremos del Valle de Ferreira. En el completo horizonte sólo se veía roca, compacta y oscura como el bronce, espesa y llena de colores, piñas y cactus de flora infernal. Una vez el sol se desprendió de la niebla y bajó la luz dorada, a todo lo largo, la piedra negra, la piedra blanca, la piedra verde, cantaban. Y era una canción de lobos, corporizada, entre cielo y tierra."

Aquilino Ribeiro
El hombre que mató al Diablo

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