Arturo Reyes

A Málaga

Único bien que me otorgó la suerte
fue en tu regazo ver la luz primera,
sentirme de tu mar en la ribera
casi cegado por tu luz al verte.


Rinde la lucha el corazón más fuerte
al huir la riente primavera,
y del dolor la dentellada fiera
quedó, al sentir, mi corazón inerte.


Me hirió el dolor con indomable encono,
y hastiado de sufrir solo ambiciono
dar ya fin para siempre a mi camino


del zafir de tu cielo a los fulgores,
bajo el chal irisado de tus flores,
cabe las ondas de tu mar latino. 

Arturo Reyes Aguilar



"El calor empezaba á dejarse sentir: el día á que vamos á referimos, cinco ó seis días después de la llegada del Inglesito era uno de esos de prueba en que el terral reseca la piel, las fauces y el cerebro y hace crujir el maderamen de los muebles, y convierte los sótanos en mansión de los dioses y en tórridas sábanas los paseos y en hidrofóbicos los caracteres más apacibles.
Felizmente para el renombre climatológico de nuestra tierra, de estos días entran pocos en la estación, y pronto se establece el equilibrio, y las brisas del mar, saturadas de perfumes salitrosos y de frescuras deliciosas, pregonan, no á voz en grito, pero sí á su manera las templanzas de esta región, donde, según el decir de sus hijos, están las sucursales del Paraíso terrenal.
El día á que nos referimos, en casa de don Lorenzo, como en todas, echaban chispas hasta las paredes; las ramas del árbol caían mustias sobre los hierros del balcón del cuarto da costura; el silencio lo invadía todo; en el patio, las flores se inclinaban sobre los resecos tallos; las prendas tendidas á secar aparecían blancas y rígidas; el gato se amodorraba en una penumbra y hasta el inquieto bandurrio de polluelos, aparecía inmóvil á la sombra de unas macetas de claveles."

Arturo Reyes
Carteruchita



Fiebres

Déjame acariciar tus negros rizos,
tu pensadora frente,
de tu cuerpo gentil los mil hechizos,
de tu seno de mármol esplendente
la curva que me incita y me provoca;
deja a mi boca acariciar tu boca
-broche fragante de marfil y grana-
y que ciña mis brazos a tu cuello
y que beba el placer en el destello
de tus lánguidos ojos de africana.
¿Qué el mundo te lo impide? Frases huecas
que el amor en sus giros arrebata,
como la tempestad las hojas secas.


¿Qué el amor es hirviente catarata
que si en la sangre su raudal desata,
el más limpio cristal llena de cieno?
¿qué el amor que te brindo es un veneno
que hechiza, que enloquece y luego mata?

Tal vez tengas razón, ¡pero, que importa!
delirar es vivir, la vida es corta
y es su eterno aliado el sufrimiento;
bebamos el placer como el beodo
bebe ansioso el licor que le embrutece…
¡el vino y el amor lo alegran todo!
al amar y al beber se desvanece
el más negro pesar, como la bruma
a los rayos del sol cuando amanece;
bebamos pues el néctar delicioso
que logra hacer al infeliz dichoso
y al dichoso convierte en un idiota;
bebamos pues, hasta acabar la vida,
hasta que al cabo, por la muerte herida,
salte la fibra del deleite rota.

Arturo Reyes


Juvrntud

¡Oh, dulce juventud, quién no te ama;
quién cuando lo ha perdido no te llora;
quién tu luz esplendente, quién tu aurora
al llegar á la tarde no reclama!

Torna á mí ¡oh, juventud!, ven y derrama
de nuevo en mí tu luz deslumbradora;
ven, que mi triste corazón te adora;
ven, que mi triste corazón te llama.

Sienta yo en mí tu boca de rubíes,
tus dulcísimos labios carmesíes
cual pétalos de rosas en capullos.

¡Oh, boca de carmín, llena de olores;
oh; boca de carmín, llena de flores;
oh; boca de carmín llena de arrullos!

Arturo Reyes

















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