Eusebio Ruvalcaba

"Así le había gritado a una multitud que había intentado tomar el palacio municipal de Tepoztlán. Los policías no habían logrado amedrentar a los hombres que se habían apostado delante del palacio, armados de palos, picos y piedras. Vio toda la secuencia en su cabeza. Él estaba ahí contratado por el presidente municipal como jefe de sus guardaespaldas. Vio lo que podía sobrevenir. Vio una multitud que cada vez crecía más, que se enardecía hasta ser ingobernable. Vio cómo entraban al palacio derrumbando la puerta principal, llegaban hasta la oficina de su patrón y lo encañonaban. Vio eso y supo que en ese momento no habría nadie capaz de controlar los ánimos. Y más que eso: en esas situaciones límite era muy fácil que alguien se le fuera un balazo de una pistola sacada quién sabe de dónde; nadie sería responsable, simplemente la culpa la tendría la multitud.
Vio eso y, armado de una Uzi, enfrentó al grupo. Le bastó con dispararla al aire, para que la gente se replegara. "Para entrar primero me matan, pero antes me llevo a veinte de ustedes", les había dicho, porque esta tarugada dispara veinte balas por segundo" y disparó una vez más al aire; los hombres notaron tal decisión en sus palabras que ninguno tuvo el valor para dar el primer paso. "Ese paso se llama el paso de la suerte", había comentado más tarde cuando su segundo le preguntó si de veras habría disparado. "Tú dirás", y le puso el seguro a la Uzi.
Ya eran los únicos en el restaurante. Las mesas en torno habían sido despejadas de los servicios y ahora lo único que quedaba era un mantel color aguamarina. Y las sillas alrededor como esperando a comensales invisibles.
-Mi amor, vámonos -le dijo la mujer. Él se volvió a mirarla, Y ella se sorprendió. Porque lo que vio fue la mirada de un muchachillo indefenso. De un joven escuálido sin posibilidades de sobrevivir. No era la mirada que ella había esperado ver, de rabia o furia reprimida. Ciertamente, los ojos se encontraban atrozmente enrojecidos, las pupilas dilatadas acuosas; pero había ahí algo que ella no pudo entender, que escapó a su comprensión. Como si estuviera con otro hombre, y no con quien venía saliendo desde hacía casi un mes; como si algo terrible y poderoso lo hubiera cambiado aun en contra de su voluntad. ¿O sería ella?, se preguntó. ¿A lo mejor había tomado más de la cuenta y ahora veía cosas que no eran? Tal vez sí, seguramente era eso. Porque un hombre como ese que estaba a su lado, que traía una metralleta debajo de su asiento y que había conocido la vida por arriba y por abajo desde que era un adolescente no podía cambiar así de la noche a la mañana; no podía sacar esa mirada de la nada. Así, sin más ni más. Entonces era ella. Claro que era ella, se dijo, y suspiró aliviada. Ya sólo restaba pagar la cuenta."

Eusebio Ruvalcaba
Algo terrible y poderoso



"Cada quien arroja su moneda al aire. El que la arroja es un triunfador. Sabe que si pierde, triunfa."

Eusebio Ruvalcaba



El alma de Paganini

1) La bravura paganiniana permea la música para violín que le sucede. Quién más, quién menos, compositores e intérpretes le brindan homenaje al príncipe de los virtuosos.

2) Los 24 Caprichos de Paganini comprenden el llanto de un niño incorregible.

3) Todo Capricho contiene la voluptuosidad de una mujer en brama. Por eso se recomienda no escucharlo hasta la saciedad.

4) Para tocar los Caprichos se requiere rayar en la locura. Tal como le aconteció al autor cuando los compuso. Nadie que se tome en serio podrá intentar tocarlos. Y se necesitó estar loco para componerlos.

5) Un Capricho es un ajuste de cuentas.

6) Quien escucha los Caprichos de Paganini sufre estragos en su organismo: la piel se le pone chinita. Los ojos se quieren escapar de sus órbitas. Los oídos se conmocionan hasta pulverizar el cerumen. Reumas recorren la columna vertebral como un herpes. La lengua se traba por no dar con el adjetivo adecuado —ese adjetivo que se merecen los Caprichos.

7) Hay quien se inclina por el Capricho XIII. Hay quien lo hace por el Capricho IX. Hay quien no cambia el XXIV por ningún otro. Como sea, un Capricho sirve de epitafio. Para que aquel escucha no descanse en paz.

8) Que resulte incapaz de tocar los Caprichos, mantiene vivo a un violinista.

9) ¿Por qué razón un violinista se empeña en tocar un Capricho de tres minutos en vez de un concierto de 35? Lo más con lo menos.

10) Los Caprichos no acompañan la entrada al paraíso. Ni al infierno. Acompañan la entrada al alma de quien los escucha.

11) En los Caprichos jamás se va de la sencillez a la complejidad. Ni de la complejidad a la sencillez. Se toca la primera nota, y se desparrama la inmensidad sonora.

12) Un berrinche no es un Capricho. Pero el Capricho tiene elementos del berrinche. Sobre todo por el coraje. La bravura. Todo Capricho es una muestra de poderío. Todo Capricho es un alacrán.

13) Hay Caprichos que deberían adornar el pelo de una mujer.

14) Cuando un Capricho se toca a la luz del sol inclemente, se distingue a lo lejos un incendio que porfía por ver la luz.

15) Cuando sueñes que masticas un Capricho es una pesadilla. Lo que estás estrujando es tu cerebro.

16) Cuando el diamante adquiere la forma de un crucifijo, el Capricho desafina.

17) El diamante brilla con luz propia. El Capricho no; su luz proviene del arte del demonio.

18) Cuando se toca un Capricho de Paganini en forma descabellada e irregular, el demonio suelta la carcajada. Tiene una nueva víctima.

19) Los 24 Preludios de Chopin, son el polvo que suelta el arco durante la ejecución de los 24 Caprichos de Paganini.

20) Paganini estrenaba un violín cada vez que tocaba la serie completa de sus Caprichos. Un violín que tenía 200 años. Pero que bajo sus dedos avistaba la eternidad.

21) Si al gran violinista le hubieran dado a escoger entre la más hermosa dama y la ejecución de un Capricho, se habría quedado con la mujer.

22) Cuando Paganini besó la mano de Berlioz en público y le extendió un cheque por 50 mil libras, lo que en realidad estaba haciendo era componer el Capricho XXV.

23) Los violinistas pierden el alma por tocar los 24 Caprichos de Paganini; cuando en realidad lo que están haciendo es armar su ataúd.

24) Cada Capricho contiene la bomba de tiempo del que viene enseguida. Aun el XXIV. Que el siguiente está dentro del que oye.

Eusebio Ruvalcaba





El mundo está al revés

Cada vez que veía una pareja me pasaba lo mismo: me entraba la nostalgia por mi novia. Porque yo había tenido novia, y una novia que era un encanto y que provocaba la envidia de todos mis amigos. Se llamaba Dulce. La había conocido en Guanajuato, en la capital del estado, de donde era originaria. Vaya que si destacaba entre todas las muchachas con las cuales me topaba. Todo en ella era delicado, fino, hermoso. Fuimos novios casi cinco años —lo cual es mucho en una población de este país. A lo que voy es que todo mundo, es decir los parientes y los amigos, querían que nos casáramos. Pero yo me negaba. De plano no quería matrimoniarme. O no tan pronto. Ya vendrán otros tiempos, me repetía. Pero no me animaba.

Dulce tenía un primo que me perturbaba. Cada vez que lo veía se me quedaba mirando como diciéndome me gustas. Y nos veíamos con cierta frecuencia. Porque en Guanajuato se acostumbra que cualquier motivo es bueno para echar la casa por la ventana. Se convocaba a toda la familia, y se desparramaba la música y el alcohol. La verdad es que no había quien no quedara harto de las comilonas. Yo el primero.

Pero qué iba yo a saber que precisamente gracias a estos banquetes, habría yo de conocer el amor. El verdadero y más pleno amor.

La casa de la familia Dulce era lo suficientemente grande para que todos —más de 100 invitados— se sentaran donde quisieran y disfrutaran sin cortapisa alguna. Había dos baños para hombres y dos baños para mujeres. Yo soy lo bastante meón para estar yendo cada rato al baño. Y así pasó. Ya había ido un par de veces cuando de pronto tuve ganas una vez más. Y fui. Grande fue mi sorpresa cuando llegó el primo de Dulce —Adán, se llamaba. Se plantó en el mingitorio vecino, se sacó el pene y empezó a orinar. Se volvió a verme. Yo estaba haciendo lo mismo. Entonces extendió su mano y me tocó. Yo no supe qué hacer. Si gritar, quitar su mano de un golpe o darle un empellón. Sin embargo, contraviniendo todas mis suposiciones, lo dejé hacer. Mi verga creció desmesuradamente. Como nunca me la había hecho crecer Dulce —que con trabajos me la agarraba. Y Adán se aproximó y me besó. Lo cual también fue delicioso. No sabía yo qué disfrutar más, si el beso o su mano en mi verga.

Salí transformado del baño. No podía concentrarme en Dulce. Cada rato volvía la cabeza hasta dar con la mirada de Adán, quien tampoco me quitaba la vista de encima, y no sólo eso, sino que me arrojaba besos con su boca sensual. Sus labios gruesos y expresivos.

¿Qué diablos me estaba pasando? Esa noche no pude dormir. Me masturbé dos veces. Mi verga no se cansaba de su erección. La tenía tan parada como no la había tenido nunca antes. Dibujé en mi memoria el rostro de Adán. Era muy guapo. Increíblemente guapo. Sus pestañas eran largas —más largas que las de Dulce—, sus ojos eran color verde pasto, de nariz recta y piel más morena que blanca. Un poco más alto que yo.

Pues no sé cómo le hizo pero en la mañana del día siguiente me marcó al celular. Confieso que me apené horrible. Pero acepté comer con él. Nos fuimos a la Clave Azul, una cantina famosa y de mucho prestigio, aunque nada cara. Lo que me sorprendió fue el lindo trato con el que todos los empleados lo trataban. Él pidió por mí. Ni siquiera me dio la opción de que yo escogiera lo que iba a comer. Y con la misma autoridad pidió la cerveza que yo habría de beber. Que fueron dos.

Dulce no quiso volver a verme. Quería despedirme de ella, pero no lo aceptó. “Nunca pensé que fueras maricón”, me dijo. “Jamás vuelvas a llamarme. Ya les dije a todos en mi casa, y todos te odian”. Y me colgó. Aquella tarde vi a Adán y nos fuimos a caminar a la Presa de la Olla. Me escuchó, y la tristeza voló como una mariposa que remontara el vuelo. Qué feliz me sentía a su lado. Fuimos al pequeño departamento que rentaba y nos amamos todas nuestras fuerzas.

Ahora vivimos juntos. Solemos caminar por toda la ciudad de Guanajuato. Somos tan afines. Hay tantas cosas en común entre él y yo. Le doy tanto las gracias a Dios por haberme bendecido con esta pareja. Estamos pensando mudarnos a otra ciudad. Quién sabe. En fin. Cuando Adán y yo nos cruzamos con una pareja, Dulce viene a mi mente. Su recuerdo me oprime el corazón. Si tan sólo hubiésemos podido ser amigos. El mundo está al revés.

Eusebio Ruvalcaba



"El poder de convocatoria de Jesús palidece delante del de Héctor. Se necesita un héroe. No un mártir."

Eusebio Ruvalcaba



El violonchelo

Para César Martínez Bourguet

Es la voz de Dios en la música.
Nadie osa interrumpirlo.
Se identifica desde kilómetros.
De pronto semeja un violín gigante.
Como el violín de un monstruo.
Cuando suena, todo se estremece.
Tiemblan las manos firmes.
El cuerpo granítico parece de trapo.
¿Qué se necesita pata tocar ese violinzote?,
se preguntan los niños.
La mujer lo coloca entre las piernas,
y quien suda es el espectador.
Hasta donde se sabe
Mozart no lo incluyó en su repertorio.
No importa,
Bach lo trajo al mundo
para satisfacción de los débiles.
Mstislav Rostropovich lo toca con devoción.
Más que Mischa Maysky.

Eusebio Ruvalcaba



Epitafio

Demasiado tarde.

Eusebio Ruvalcaba




"Es simpático, agradable, e invariablemente dan ganas de invitarlo a las reuniones. Su más o menos fino sentido del humor se manifiesta a la primera oportunidad. Por ejemplo, alguien cuenta un chiste o menciona alguna anécdota graciosa de algún personaje público, y entonces él ríe a carcajadas. Su risa contagia. En el acto las mujeres reparan en él. Algo tiene diferente, quizás es más distinguido, o ha corrido más mundo. Pero la vida la tiene en un puño. Piensan. Acepta la primera copa. Su garganta no reconoce preferencias. Le da lo mismo si le ofrecen vino, tequila, ron o whisky. Apura el contenido y pide la segunda. Para enseguida consumir la tercera. Se ha agudizado su inteligencia, su sensibilidad ahora es más fina. Comenta con certeza y gracia algún acontecimiento próximo, la última película que ha visto o el descubrimiento de algunas ruinas. Utiliza el sarcasmo con maestría. No es excesivo en sus apreciaciones. Más de un hombre lo escucha con interés. La verdad, con dos copas y media es mucho más interesante. Deja que los demás charlen, que la conversación tome el rumbo dictado por el azar. Porque respeta el azar. Piensa que la mitad de la vida de los hombres la construye la suerte, justo aquello que no está en las manos de nadie."

Eusebio Ruvalcaba
Aquél cuyos ojos se colman de lágrimas




"Estoy liquidado. Hoy es el día más feliz de mi vida."

Eusebio Ruvalcaba



"Lo único que eleva mi espíritu es la música. Doy cursos donde Beethoven es la equivalencia del alcohol. Porque sólo en Beethoven y en el alcohol encuentro el aliciente para seguir vivo."

Eusebio Ruvalcaba



"Los 24 Caprichos de Paganini comprenden el llanto de un niño incorregible."

Eusebio Ruvalcaba



"Los seres humanos somos cosas. A unos cuantos días de mi muerte, mi familia revisará mi clóset y al momento de que sobre la cama vayan cayendo mis camisas, mis pantalones, mis chamarras, dirán: "Esto era Eusebio", y esto otro y esto otro."

Eusebio Ruvalcaba



"Porque somos unas cuantas cosas: los libros favoritos, las plumas, nuestro plato, la silla que ocupábamos en el comedor, unos cuantos discos, los zapatos."

Eusebio Ruvalcaba




"¿Qué movía a Beethoven a crear una fortaleza musical de muros de granito capaz de pulverizar aun las voluntades más férreas, e impedir que el escucha huyera una vez capturado? Porque aun el oyente más invulnerable se dobla cuando oye la Sinfonía Heroica, o la Sonata Hammerklavier, o el Cuarteto XIII."

Eusebio Ruvalcaba



"Si hemos de morir —un poco antes, un poco después—, siempre habrá alguien que se sonría de nuestra muerte. Y alguien que palidezca."

Eusebio Ruvalcaba



"Siempre serán superiores las metáforas emanadas de la sangre popular."

Eusebio Ruvalcaba



"Tengo cara de pocos amigos. Y corazón de perro rabioso. Como todo hombre que se respete."

Eusebio Ruvalcaba



"Tchaikovsky hizo de las mujeres materia prima del tálamo amoroso. Sin proponérselo siquiera, desató los hilos de la caja de pandora vaginal."

Eusebio Ruvalcaba






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