Friedrich Reck-Malleczewen

"Con ese aceitoso mechón de pelo que se le desliza hacia la cara durante tales prédicas, recuerda a un seductor fulero que antes de hacerlo cuenta de qué manera piensa llevarse al huerto a unas cocineras hambrientas de amor. La impresión que me dejó de desenfrenada estupidez —esa estupidez que comparte con su mameluco de cámara Papen, simpleza que confunde la condición de estadista con la estafa en una compra de caballos— no fue la última ni la decisiva. Porque cada vez me sorprendía más que, al despedirse, cuando yo le tendía la mano, ese Maquiavelo que predicaba entre salchichas de cerdo y patas de ternera me hiciera la reverencia de un camarero que recibe una mísera propina (...)"

Friedrich Reck-Malleczewen
Diario de un desesperado


“El enigmático hecho de que todo esto ocurriera sin resistencia de los buenos, de un pueblo en sí mismo decente, sobrio y trabajador...”




"He estado en el Wolfgangsee, en casa de Jannings, cuya espléndida residencia de campo se encuentra ahora ensombrecida por el miedo de su propietario a la guerra. Por el miedo a qué va a ser de sus valores y sus colecciones de arte, por el miedo a si habrá suficiente carbón para la calefacción central y a si en los años venideros habrá sobre su mesa suficientes tipos de embutido. Como actor es nada más y nada menos que un actor de carácter, de primera fila; como hombre es un grueso burgués que, en lo esencial, ve en la tempestad mundial que se avecina una perturbación de su siesta a la orilla del lago, con su caña de pescar y su cigarro puro. Por lo demás, me ha contado toda clase de cosas acerca del famoso escándalo berlinés según el cual el actor Fröhlich sorprendió al señor Goebbels tête-à-tête con su esposa, la Barowa, y le dio una paliza. La realidad es, casi diría que por desgracia, algo diferente, y como Jannings se califica de testigo de los hechos, voy a hacerlos míos aquí en su versión. El señor Fröhlich, pues, que se disponía a regresar con Jannings de una fiesta, encontró en su coche aparcado a su esposa y al señor ministro… no sólo tête-à-tête, digamos, sino absolutamente en mitad del coito. Acto seguido, administró un par de bofetadas no al señor Goebbels, sino sólo a su esposa, y expresó luego al homme d’état, ocupado en ordenar sus ropas, su gratitud por haber desenmascarado a la cortesana que tenía confiada.
[...]
Luego, en los últimos días de agosto he estado en el Chiemsee en casa del señor von K., que hace años fue ministro y de joven llegó a despachar con Bismarck. Hemos hablado de sus experiencias bélicas y de aquellos primeros días de guerra, hace ya veinticinco años, en la frontera prusiana oriental, donde las noches de luna llena, poco antes de la declaración del conflicto, las patrullas de caballería observaban cuidadosamente, cabalgando en fila india, los linderos de los inmensos campos de trigo, e incluso después de la declaración de guerra era difícil mover a esos jóvenes campesinos a superar un viejo temor sagrado y atravesar a caballo la cosecha que se alzaba en las espigas."

Friedrich Reck-Malleczewen
Diario de un desesperado


"¿Hoy? Pues he oído decir que hace poco el señor Hitler concluyó una argumentación del señor Keitel, que había suscitado su disgusto, lanzándole al general (con quien, desde luego, no desentona desde el punto de vista fisonómico) un jarrón de bronce a la cabeza."

Friedrich Reck-Malleczewen
Diario de un desesperado



"Mi vida en esta ciénaga pronto entrará en su quinto año. Desde hace más de cuarenta y dos meses pienso odio, me acuesto con odio, sueño odio para despertar con odio: me asfixia verme prisionero de una horda de monos perversos, y me devana los sesos el eterno enigma de este mismo pueblo, que hace unos años velaba tan celosamente por sus derechos y que de la noche a la mañana se ha hundido en este letargo, en el que no solo tolera el dominio de los inútiles de ayer, sino que además, para colmo de vergüenza, ya no está en condiciones de percibir como ignominia su propia ignominia..."

Friedrich Reck-Malleczewen
Diario de un desesperado


"Sí, allí estaba sentado, un Gengis Khan vegetariano, un Alejandro abstemio, un Napoleón sin mujeres, una miniatura de Bismarck que habría tenido que guardar un mes de cama si se hubiera visto forzado a tomar aunque solo fuera uno de los desayunos del viejo Canciller de Hierro..."

Friedrich Reck-Malleczewen
Diario de un desesperado



"Si queréis honrar mi memoria, pagad el mal con el bien."

Friedrich Reck-Malleczewen



"Yo había venido en coche a la ciudad y, por aquel entonces, en septiembre de 1932, como las carreteras eran ya bastante inseguras, llevaba encima una pistola lista para disparar; en aquel local casi vacío habría podido hacerlo, sin más.
Lo habría hecho, si hubiera sabido el papel que iba a desempeñar ese puerco, y los años de sufrimiento que nos esperaban. Por aquel entonces, no lo consideraba más que un personaje de revista satírica, y no disparé. Tampoco habría servido de nada, porque el Consejo del Altísimo ya había decidido nuestro martirio, y si entonces lo hubieran atado a las vías del tren, el vertiginoso expreso habría descarrilado antes de alcanzarlo."

Friedrich Reck-Malleczewen
Diario de un desesperado





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