José María Romero Martínez

A LA REINA DE LOS JUEGOS FLORALES
[Envío a la reina de los juegos florales]

Señora, que sois rosa y sois lucero
y en la Ciudad gloriosa de la Gracia
sois entre todas las mujeres reina;
pedid a Dios que para siempre acabe
este triste reinado de la Muerte.
Que al inundarse vuestros claros ojos
con el trémulo brillo de las lágrimas,
el corazón airado de los hombres
se llenará de nobles pensamientos;
y volverá de nuevo a ser el mundo
aquel reino de buenas voluntades
que anunciaron los coros del Empíreo
en el milagro de la Noche-Buena.

José María Romero Martínez



Abandona la tierra y dirígete al cielo
oh mi águila blanca, de alas enormes y vibrantes;
mueve tu hélice potente
y, entre torbellinos de aire,
elévate en el espacio
y sigue tu ruta hacia el azul.

José María Romero Martínez




Evocación de la dicha perdida

En el valle florido parecía
la blancura de nieve de la aldea
un plumaje de cándidas palomas.
¡Oh los días de fiesta, por la tarde!
Pasaban por las calles las muchachas
coronados de flores sus cabellos
y llevando en sus ojos luminosos
el corazón radiante de ventura.
Bajo el beso del sol, en primavera,
los ancianos humildes recordaban
el vigor de sus años juveniles,
y mirando las fértiles campiñas
pensaban en los báquicos lagares
cuando en el suelo vierten sus topacios
los racimos maduros de las vides.
El Ángelus rasgaba el rojo cielo;
al són de las campanas vesperales
los hombres regresaban del trabajo
buscando calma en el hogar tranquilo,
y erraba por el aire el eco alegre
de una dulce canción, donde latía
el corazón ingenuo de la infancia.

José María Romero Martínez también escribió bajo el pseudónimo de Armando Luna




Et lux facta est

Ella, apartando los encajes, mira
cómo los picos rosas de sus pechos
se elevan en el valle de su torso [...].

Y ve cómo los conos sonrosados
 bajo el cándido roce de sus dedos
se elevan y potentes los rechazan
como el cordero retozón desvía
las manos que acarician sus vellones.

Mira cómo en el valle que se forma
entre los nardos de sus muslos, surgen
unos rizos indóciles que ocultan
los sonrosados labios del deseo [...]

José María Romero Martínez



INVOCACIÓN A LA PAZ

¡Oh fruto del divino Paracleto!
ven a apagar el fuego que ha encendido
en el alma del hombre la locura.
Hermana del amor y la armonía,
que renazca la dicha en el espíritu
y el corazón airado ame de nuevo
las serenas palabras fraternales;
que tu ramo de oliva dulcifique
esta inquietud mortal de la discordia
y que triunfe en el alma el pensamiento
de que todos los hombres son hermanos.

José María Romero Martínez












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