Juan Facundo Riaño

"Cuando llega ocasión venturosa de loar merecimientos de aquellos que la voz popular por edades sucesivas ha ido ensalzando sin contradicción; cuando por acto que enaltece á las naciones se tributa en la nuestra homenaje á uno de los hijos que bien la sirvieron, es permitido á todos, si de otra cosa que la buena voluntad carecen, aportar á la ofrenda común hojas humildes sobre cuyo fondo resalte más la flor de los ingenios.
Flores hermosas tiene la corona cívica tejida á la memoria del marqués de Santa Cruz: bizarría de soldado, nobleza de caballero, resolución de capitán, generosidad de magnate, pericia de marinero, penetración de político, sangre fría, discurso, previsión, carácter de hombre superior, como aromas trascienden en conjunto, por el cuidado y arte con que las cogieron en cien lugares del vergel hazañoso del guerrero, los que cultivan la floresta literaria española. Así, solo á dar bulto al follaje se endereza esta relación somera de sucesos, en que no con la espada, con la voz, influyó el egregio D. Álvaro en triunfos señalados de la civilización.
Escuchando el eco que la conquista del Peñón de Vélez esparció en Europa, proyectaba Solimán el Grande un golpe cuyo ruido ahogara el del vencimiento de aquella roca. Isla por isla, era objeto de su pensamiento la de Malta, destinando á los caballeros de San Juan de Jerusalén la suerte que habían sufrido los de Rodas, al hacer etapa adelantada de la Media-Luna en el camino de absoluto dominio del Mar Mediterráneo.
El secreto de las prevenciones no era tanto que se ocultara á la penetración de los interesados en saberlo: tuvo el anciano fray Juan de la Valleta, maestre de la Orden, noticia á ciencia cierta del nublado que le amenazaba, y ante la inminencia del peligro, avisó á los príncipes cristianos solicitando ayuda, ya que patrimonio común y baluarte avanzado de la cristiandad era Malta, y cuartel internacional de la nobleza. No obstante, los soberanos hicieron oídos sordos, sin más excepción que la del Santo Padre, dispuesto á dar auxilio pecuniario, y la del rey católico de España, que lo ofreció eficaz de cualquier modo.
Desde luego comunicó el rey Felipe su decisión á D. García de Toledo, capitán general de la mar y virrey de Sicilia, encargándole especialmente del socorro, así en razón de ser marítima la empresa como por la vecindad del virreinato á la residencia de los caballeros hospitalarios. D. García los visitó á seguida, á tiempo que la primavera del año 1565 daba sus galas á las campiñas de la isla, quedando satisfecho del estado de las fortificaciones y de la disposición del caudillo valeroso que á cargo las tenía. Puso á sus órdenes 400 soldados españoles sobre 1.000 que contaba, y otros 400 italianos; discurrieron juntos, de probabilidades; concertaron medios de comunicación, conviniendo en la resistencia á todo evento.
Á poco espacio de tiempo trascurrido, el 18 de Mayo, llegaban á la costa doscientas velas, vehículos de desolación y muerte. Las regía Piali, capitán bajá de siniestro renombre, vencedor de los Gelves, secundándole todos aquellos que espumando la mar por oficio, llenaban los baños de cautivos y las arcas de escudos; el rey de Argel, el de Trípoli, Dragut Arraez, Uluch Alí, Cortuculí, Alí Portú... transportaban ejército de 40.000 hombres, tren de basiliscos, montes de balas, pólvora sobrada con que lanzarlas á voluntad del experimentado Mustafá, veterano general de las guerras de Persia y Hungría."

Juan Facundo Riaño
Historia de Baeza


"Desde el tiempo en que se edificó la cloaca máxima, que se considera la obra más antigua de Roma, hasta el día de hoy, se emplean la litoidea y la pozzolana como piedra de construcción la una, y como arena para las mezclas ó morteros la otra. En ninguno de estos dos compuestos pudieron cómodamente excavarse las galerías subterráneas de los cementerios: en el primero por su excesiva dureza; en el segundo por la cualidad contraria de ser demasiado deleznable. El único terreno apropiado era el de la tufa granular, compacto, duro, resistente sin necesidad de obras de refuerzo, fácil para trabajarlo, y con poca ó ninguna aplicación á las construcciones. En éste se emplazaron las catacumbas.
Establecida, sin género de duda, una afirmación tan importante como la que precede, emprendió Rossi el reconocimiento separado y minucioso de los cementerios más antiguos, es decir, de los construidos en los siglos I y II, encontrando que presentaban plantas de forma regular, con muy raras excepciones: que las galerías se desarrollaban en planos, terminando en ángulos rectos; que existía cierta amplitud en los subterráneos para facilitar el paso de los espacios libres, y que no se distinguían señales de haberse verificado las obras de una manera precipitada y premiosa. Estos caracteres aparecieron repetidos de igual modo en más de 60 cementerios cristianos de la campaña de Roma, y de ellos dedujo Rossi como hechos indiscutibles, en contra de la universal opinión, que se labraban las tumbas y se enterraban los muertos con pleno conocimiento de la autoridad civil. No era ya posible negarlo; pero la explicación legal interesantísima que presenta Rossi, confirma el juicio y resuelve para siempre el problema.
La ley romana concedía el derecho de sepultura sin distinción de personas, de religiones ni de clases: no se negaba á los criminales, aun á aquellos que se condenaba á ser arrojados por la roca Tarpeya. El jus sepulchri era igual para todos; y el lugar de los enterramientos correspondía bajo el punto de vista de la propiedad al grupo de las cosas sagradas, religiosas y santas, ajenas á toda idea de prescripción. Discretamente utilizaron los cristianos semejantes derechos; y de esta manera se comprende sin violencia, que amparadas las sepulturas por la ley común se respetasen en los períodos de las persecuciones. Faltaba averiguar de qué modo, con cuáles recursos, pudieron adquirir los fieles la propiedad del terreno y costear las obras."

Juan Facundo Riaño
Juan Bautista de Rossi











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