Platon Rodocanakis

"Poco a poco, un crepúsculo plomizo, vi cómo el Mar Negro empujaba a bandadas enteras de patos salvajes de cabeza esmeralda. Como una secreta procesión se dirigían hacia el Helesponto, barquitas esparcidas por el aire, cada una con un alma de pájaro por timonel; barquitas que, con rítmico sobresalto, movían sus remos y se iban.
Y sentía, desde las raíces más profundas en las que se asienta mi yo, que algo subía con pesadez y seguía a los patos, como para escaparse de algún implacable invierno que la Moira había nublado sobre él."

Platon Rodocanakis
La sotana en llamas


"Una cálida tarde que se reflejaban en el bosque nieblas púrpuras del ocaso, quiso probar Jaralamvos, tendiendo su mano, si el corazón femenino estaba ajustado de modo que pudiera exhalar notas senti­mentales. La siguió, encontró una excusa, le habló del pecado original y le explicó los detalles con un len­guaje tan realista, que la nodriza bramó igual que un mamut, se dio la vuelta mascando una imprecación, se santiguó, se abalanzó sobre él y le dio tantos pelliz­cos que durante mucho tiempo tuvo el cuerpo lleno de lunares negros como si fueran los estigmas de su pecado."

Platon Rodocanakis
La sotana en llamas



"Yo leía libros, pero no los de la escuela, porque me parecían tontos y sin emoción. De este modo, poco a poco, las ánforas que cada persona reúne y guarda en el laberinto de su conocimiento, se llenaban, no de las materias comunes, sino de los perfumes más difíciles de encontrar, aquellos cuya composición tiene tanta fuerza que atraviesa los alabastros y el nardo se derrama, como si lo ahogara la prisa de extenderse en las piernas de algún mesías desconocido que pasara. Por eso mi rostro se tiñó con los colores del miedo, que el viento del norte agita en la llanura en otoño, por eso mis días caían amarillentos con rumor de plañido, y un hacha enemiga resollaba fúnebre en las profundidades de mi pecho."

Platon Rodocanakis
La sotana en llamas








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