Christopher Caudwell

“El desarrollo de la humanidad no es la creciente separación del hombre respecto de un ‘estado de naturaleza’. Es la creciente interacción del hombre con la naturaleza.”

Christopher Caudwell



“El desarrollo de la vida está determinado por las tendencias de ésta. Pero la historia no realiza la voluntad de los individuos; tan sólo está determinada por ellos, y a su vez los determina.”

Christopher Caudwell



El pelo

Este pelo. Primero lo tomé por higiene
y luego por amor (porque valor no tiene)
y dije al anudarlo en torno a mi botón:
cuando estemos muertos tú y yo
puede este pelo estar vivo aún. No hallarán
lo que Donne predecía, filamento capilar
en torno al hueso atado; puede estar en cualquier sitio,
que lo robe un ratón para su frío nido;
que un calvo boticario de esperanza pletórico
pueda desplegar la hebra bajo su microscopio;
u otro giro en la rueda de la moda, de los que
tantos vimos, hacer pueda que alguna joven
el hilo dorado ella en su bordado prenda;
o solo este brillante pelo tan solo sea.

No sentiste su pérdida. Cayó sin susurrar,
mas de haberlo arrancado, te hubiera hecho gritar,
y yo de ti apartado también, tú llorarías,
pero lo que temo es, que saldré de tu vida
como han hecho otros hombres, lo sé bien y ninguno
valorará lo que tan fácilmente caer pudo
sino un ratón astuto o una joven miope
que su curiosa trenza con canto y pelo adorne.

Hasta que se desprendió, una parte de ti era esto
que ahora los doctores tienen por excremento;
y según mi visión, bendito por ser mío,
delgada pero presente esta brizna mostró brillo
pues nada de lo que eras se perdió. Ido eso, el pelo
es de toda mi esperanza el único alimento;
e incluso si yo tuviera tanto pelo como —cuando
en sábanas tan frescas desnudos nos abrazamos—
pasó de tu ceño al mío, no es tú todo todavía.
Casi no es tú. En lugar de a ti yo tomaría
a lo mejor tu carta, promesa, corazón
(debes un corazón). Rechazo una porción
pues ni un millón de partes pueden hacer el tú
que persigo en mis deseos con tanta solicitud.

Ah, cuando yo esté calvo, y amor se cambie en asco
(tu amor perdurará confío hasta ese plazo
pero no puedo saberlo) no podrás en mi injertar
pelo o años que ahora tan fácilmente das.
No, puesto que, mi chica, a ese plazo cercano
tú de muy mala gana retornarás al hado
cada don que te reclame, pelo, piel suave, ojos fúlgidos,
tu pecho en primavera bella, tus curvos muslos.

La belleza que cae de ti es lo que yo enlazo
en torno a mi botón, y hasta mi mente traigo
libaciones que cautos los paganos ofrecen
de todas sus riquezas a los dioses que temen,
igual este mechón. Te desnudará el tiempo.
También a mí. En el aire molesto temblaremos.
Incluso la carne al fin se irá. El tiempo ha de exponer
nuestra peluca de carne de la cabeza a los pies
y dejarnos en los mismos huesos. Este primer pelo
preparar nuestro amor debe para su fin turbulento.

¡Entonces corta y córtame! Yo puedo calor darte
en tanto un hombre pueda tener el daño aparte;
no caerá la belleza, al menos yo lo prometo,
como este pelo, sin lucha, inadvertido; todo esto
lo que el tiempo te arranca, enviará un exquisito
dolor que nos traspase, te asiré con más brío
y haré que nos arranque la piel. No encontrarán
brazalete de pelo a tu muñeca atado
pues hasta que lo mueble se haya ido por entero
yo jamás entregaré a la muerte tu esqueleto;
ni siquiera entonces, pues en torno a tus costillas
tendrás los brazos sin carne de mi propia anatomía.

Christopher Caudwell



Epitafio

¡Hombres tristes, que vagáis, en diferida esperanza
confiando, no pensando en la muerte dolorosa!
Aquí estuvo Seleuco, grande de mente y palabra,
quien su juventud dorada disfrutó solo unas horas.
Tan alejado de Lesbos, al fin del mundo, en España,
yace siendo un extraño en playas inexploradas.

Christopher Caudwell




¿Fue eso?

¿Fue meros modales
el practicar esa ágil flexión de muñecas blancas
que a los volantes diera su gracia hipnotizante?

¿Fue lascivia traer
así los platos con esas seductoras melodías
por si acaso las palabras resbalaban por el suelo?

¿No fue eso más que plática ingeniosa,
envolver la pregunta en pulcros pliegues
y luego desnudarla con un gesto?

Si fue así, yo era un hombre totalmente vacío,
un muñeco decentemente-articulado,
yo no era pues poeta, lleno de sangre y fuego

y tú oirás un estruendo de cristales
y me hallarás (saliendo serrín de mis heridas)
apuñalado en el pecho por la alevosa verdad.

Afuera los ruiseñores (lamentándose por mí)
rasgan sus pardos pechos; y las rosas de junio se deshojan.
Abre la ventana y tira una moneda.

Christopher Caudwell



Himno a la filosofía

He visto tu figura a la manera griega:
un joven con las alas silentes de la muerte,
tus largos dedos sobre una lira de mármol.

Me impresionó tu edad por inmortal,
me sedujo tu fuerza aventurera,
me serenó tu amable reticencia.

Una Idea que alada baja por el arcoíris
pisando, paso firme, el aire humoso,
visitas todo rango, cortés hedor de ciénaga.

Los motores del mundo laten de forma asmática,
sustentados por tolvas de Tiempo recurrentes,
marcha el hombre hacia el hombre por temblorosa ciénaga.

El deportista científico apunta con su escopeta;
destroza al segundo tiro tus nuevas plumas azules
y caes aleteando, cual un pájaro específico.

Veo tu pecho relleno y tus ojos de botón,
preservado en unas cajas para la posteridad
y me apoyo en mi paraguas de manera pensativa.

Acaricié tu especie, tengo a bien confesarlo,
pero dadme belleza, belleza que se acaba
y se pudre en las manos de algún taxidermista.

Christopher Caudwell



"La economía capitalista ha tomado conciencia del medioambiente. Conoce las necesidades requeridas para que naturaleza obedezca a su voluntad […] con la ilusión de que este control basta por si solo para obligar a la naturaleza a obedecer la voluntad del hombre. Pero el conocimiento de necesidades no humanas resulta insuficiente para asegurar la conquista de la naturaleza, y la sociedad no se compone de hombres abstractos, sino de hombres reales, en tiempos y espacios dados."

Christopher Caudwell


“La evolución de la vida no pueden determinarla únicamente las voluntades de la materia viva, ni únicamente los obstáculos de la materia no viva.”

Christopher Caudwell



"La ilusión burguesa más profunda e inextirpable [es que] el hombre es libre, no a través, sino a pesar de las relaciones sociales."

Christopher Caudwell seudónimo de Christopher St. John Sprigg
Studies in a Dying Culture, 1938





"La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida; truécase en polvo el cráneo pensador; pero viven perpetuamente y fructifican los pensamientos que en él se elaboraron. Son los tiempos como ondas del aire que entre sí se comunican y extienden las glorias de los que se cobijaron a su sombra."




"La naturaleza no obedece al hombre individual, sino a los hombres organizados en sociedad, y no cumple ninguna voluntad particular sino el resultado histórico de todas las voluntades en acción."

Christopher Caudwell


“La relación dentro de una especie, o entre una especie y otras, no es siempre hostil, en el sentido de que los individuos luchen por la posesión individual de unos alimentos escasos. La provisión de alimentos es en sí misma consecuencia de las relaciones existentes entre la vida y la naturaleza (...) De modo semejante, tampoco la multiplicación de una especie es hostil a otra si constituye el alimento de ésta. Y puede también ocurrir que la relación entre especies sea beneficiosa, aunque de modo indirecto, como cuando los pájaros expanden las semillas, las abejas el polen y los pólipos del coral forman arrecifes.”

Christopher Caudwell





 “Las leyes del medio, en la medida en que constriñen el funcionamiento de la vida, no se dan en éste, sino que se dan en la relación entre medio y vida.”

Christopher Caudwell


“No es posible separar al organismo del medio, como si fueran opuestos distintos entre sí. La vida es la relación entre los polos opuestos que se han separado a partir de la realidad, pero que permanecen en relación a través de la red del devenir.”

Christopher Caudwell



Tierra de fuego

Cuando el barco a toda vela logró cruzar el Estrecho,
nuestros ojos congelados por el continuo mirar,
un tal Diego dijo: “¡en esas frías y revueltas aguas,
qué monstruos andan girando debajo de nuestra quilla!”

Y a sus palabras la ronca noche portadora de aves
ardió con fuegos muy vivos, puestos en rangos seráficos,
una bien organizada regresión de ojos brillantes
que nos vigilaban. Muda compañía de cometas…

“Está con cada uno un ángel, que cuida con maestría
su firme llama, su ceño fruncido al estar pensando,
repitiendo sin cesar algún himno creativo,”
Nuestro capitán lo dijo, arrodillado en su puente.

“Que cada uno su fervor con sumiso aliento eleve,
y estos nos vigilarán hasta arribar a la punta
y, teniendo el viento en contra, ir hacia el norte otra vez.
Cuidad de mantener limpios palabras y corazones.”

“No,” dijo entre dientes nuestro arcabucero en su barba,
“un demonio con la forma de una colina rocosa
atiborrado de carne grasienta de los herejes,
echa fuera estos destellos desde la grieta de atrás.”

Llegó el alba. Al atracar, con los curas, a por agua
vimos unos hombrecillos desnudos, feos cual monos,
que, en cuclillas, tiritaban en sus sucios agujeros,
y lanzaban oprobiosa basura; hasta que atacamos.

Meros brutos se arrodillan ante gigantes cristianos.
Ensartamos las espadas en unos pocos; al resto
los golpearon los curas hasta que a Cristo aceptaron;
[una chica,
cara-mono, mas buen pecho, se la quedó el capitán.

Christopher Caudwell







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