Eugen Ruge

"Como autor que me desnudo a través de mis libros creo que después de publicar hace falta un poco de secretismo, de sigilo exagerado."

Eugen Ruge


"Creo que la Ciencia sigue siendo autoridad, no tanto como en el siglo XIX, pero también hoy los textos científicos siguen teniendo un papel importante."

Eugen Ruge



"Hay que entender que si te ocupas con estos tiempos y estas personas, los jóvenes de la Internacional comunista, que huyeron de los nazis para ir a Moscú, que no eran malas personas, no buscaban denunciar a sus camaradas. En realidad era gente altruista que sentía la misión de salvar a la humanidad del azote del capitalismo y que estaba dispuesta a grandes sacrificios para lograrlo. Eran personas que se sentían en el lado bueno, del progreso, del futuro. Si esto no se entiende no se podrán entender los tiempos actuales, aunque no quiero tender ningún puente entre ambos periodos. Yo soy un contador de historias. Todo lo que ocurra a partir de ahí queda en manos del lector. Si alguien lee el libro como otra demostración de lo malo que era el comunismo, algo que está permitido y es lícito, creo que es la forma más aburrida de leer la novela. Como decía al principio de la entrevista, esta obra no la he escrito para contar lo malo que fue el estalinismo, porque eso ya lo sabemos. Es más interesante otra cuestión: cómo tantas personas honorables, buenas e inteligentes participaron en esa dictadura. Esta es una pregunta interesante. Pero no solo aplicada a Rusia, sino a todo el mundo. Muchos intelectuales simpatizaron con el experimento de la Unión Soviética."

Eugen Ruge


"Los revolucionarios de Octubre de 1917 lo tenían clarísimo, al cien por cien, que la Revolución no triunfaría si no llegaba a toda Europa. ¿Qué fue mal? Me parece que muchas cosas fueron mal desde el inicio, desde el primer día. Probablemente no debería haberse producido en Rusia porque según la doctrina clásica tendría que haber sucedido en un país altamente industrializado con una clase obrera muy desarrollada. Más tarde los sucesores, sobre todo Lenin, aplicaron a su país esta teoría marxista original de tal forma que una pequeña minoría se hizo con el poder y mantuvo la Revolución, pero la socialización de la producción no era posible con una clase obrera tan poco desarrollada y surgió el monopolio del Estado. Y todo esto tuvo lugar contra la mayoría del pueblo de una Rusia rural y campesina, cuyos habitantes no tenían nada que ver con una revolución socialista. Hay cientos de motivos para que esto fracasara. Pero no soy historiador, vaya por delante (ríe), solo soy un contador de historias. No asumo ninguna garantía por la exactitud de lo que digo."

Eugen Ruge



"Me sentía como ciudadano de segunda comparado con los alemanes del oeste. Pero no me pasaba lo mismo dentro de la RDA. Había diferencias sociales, pero no fueron tan grandes; en comparación con la actualidad fueron reducidas. Un cantautor de la RDA dijo, y no sin razón, que las casas de los líderes del partido comunista eran peores que las de cualquier dentista de la RFA."

Eugen Ruge



"No creo que los bolcheviques y Stalin dejasen morir de hambre a la población."

Eugen Ruge



"No se puede hablar del buen Lenin y del mal Stalin. No hay lugar a esta distinción. Es cierto que Lenin fue muy brutal contra los enemigos de la Revolución y del Partido Comunista, pero hay que entender el peligro constante desde el principio: de que la economía se desmoronara, de que la URSS fuera ocupada por tropas extranjeras, de que la Guardia Blanca llegase a San Petersburgo y Moscú… Desde el inicio, desde el primer minuto, estuvieron en situación de emergencia, en un contexto catastrófico en el que la gente moría de hambre. Lenin reaccionó de forma muy brutal, no queda la menor duda, pero a partir de esta necesidad, aunque no le exculpa para nada. Pero es una forma de comportarse muy diferente de la de su sucesor. Stalin era un psicópata, un sádico psicópata. Dentro de las luchas por la sucesión de Lenin, a Stalin solo le importaba el poder, a diferencia de su predecesor. Stalin no solo mató a mucha más gente, sino que lo hizo a través de una motivación totalmente diferente que Lenin. No tiene sentido ahora tildar a todos los dirigentes de la historia del comunismo, incluidos Marx y Engels, de asesinos. Me parece una visión muy sesgada. En cada personaje hay que entender la situación histórica de la que procede y en función de la cual actúa. Stalin y Lenin son cuestiones totalmente diferentes. Creo que, en realidad, el sistema no se podría explicar sin el carácter psicópata de Stalin y su adición ególatra de poder absoluto."

Eugen Ruge




"Se inauguró el bufé frío. Entre las dos salas se inició un tráfico discontinuo hasta que la gente se acomodó con sus platos junto a las mesas. Wilhelm estaba sentado aparte, en el sillón de orejas, bebiendo a sorbitos de su vaso de aluminio de reflejos verdes. Pensaba en lo más importante. En lo que faltaba. En Hamburgo y su oficina en el puerto. En las noches, el viento. En su Korovin calibre 6.35. No lo pensaba, se acordaba. Sentía cómo se amoldaba a su mano. Sentía su peso. Recordaba su olor, después de accionar el gatillo... ¿Para qué?, pensó. Cerró los ojos. Ronroneo en su cabeza. Palabrería. No tenía sentido. Pamplinas. Sólo de vez en cuando —¿o se lo estaba imaginando?— oía, en medio de las pamplinas, un ronco ladrido: ¡Chov!... Y otra vez: Chov... Chov...
Abrió los ojos un breve momento: Kurt, ¡quién iba ser! Para Chov, tú mismo, pensó Wilhelm. Derrotista. ¡Toda la familia! Excepto Irina, que al menos había estado en la guerra. ¿Pero Kurt? Mientras duró la guerra, estuvo metido en el campo. Tuvo que trabajar, ¡qué horror!, con esas manos que ni siquiera servían para abrir un tarro de pepinos. Otros, pensó, arriesgaron el pellejo. Otros, pensó, la palmaron luchando por la causa, y tenía ganas de levantarse y hablar de los que la habían palmado luchando por la causa. Hubiera hablado de Clara, que le salvó la vida; de Willi, que se cagó en los pantalones de miedo. De Sepp, torturado hasta la muerte en algún sótano de la Gestapo porque se habían quedado cortos a la hora de eliminar a los traidores. Así fue, profesor sabelotodo, incapaz de abrir un tarro de pepinos. Así fue entonces y así seguía siendo hoy día. Tenía ganas de decirlo. Y tenía ganas de decir también otra cosa: sobre el entonces y el hoy. Y sobre los traidores. Y sobre lo que había que hacer ahora. Y sobre dónde estaba el problema. Tenía ganas de decir todo eso, pero tenía la lengua demasiado espesa y su cabeza era demasiado vieja para transformar en palabras lo que sabía. Cerró los ojos y se reclinó en su sillón de orejas. Ya no oía las voces. Sólo oía el ronroneo en su cabeza, igual al del agua de la bañera por la mañana. Y de entre el ronroneo salía una melodía. Y de la melodía, palabras. Ahí estaban, de repente, las palabras que buscaba: sencillas y tristes y claras, y tan obvias que en el mismo instante olvidaba que las había olvidado.
Cantó en voz baja, para sí, acentuando cada sílaba. A un compás ligeramente arrastrado, como bien se dio cuenta."

Eugen Ruge
En tiempos de la luz menguante












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