Eugeni Xammar i Puigventós

De la Alemania de hoy

Adolf Hitler o la necedad desencadenada

Pocas horas antes del golpe de Estado que debía convertirlo en dictador de Alemania por una noche, Adolf Hitler nos había concedido una entrevista que no dudamos en calificar de interesante. La actualidad nos ha obligado a ocuparnos, antes, de otros asuntos y a hablar de Hitler por otros motivos. Aun así, creemos que dejar inéditas las declaraciones que el futuro ex dictador de Alemania tuvo la amabilidad de hacernos sería una injusticia y una falta de consideración. Herido y encarcelado, Hitler sigue siendo para nosotros el mismo que, intacto y en libertad, era: el necio más sustancioso que, desde que estamos en el mundo, hemos tenido el gusto de conocer. Un necio cargado de empuje, de vitalidad, de energía; un necio sin medida ni freno. Un necio monumental, magnífico y destinado a hacer una carrera brillantísima. (De esto último él está aún más convencido que nosotros mismos.)

Hitler es el jefe del Partido Socialista Nacional; es el general en jefe de las organizaciones de combate del mismo partido; y es el verdadero director del periódico El Observador Popular, órgano del Partido Socialista Nacional. Es joven: no tiene ni cuarenta años. En cuanto a la descripción del personaje, ya hemos tenido ocasión de hacerla una vez en estas mismas columnas. Es verdad que entonces no habíamos visto de Hitler más que un retrato. Pero ahora que lo hemos tenido delante, no sabríamos añadir ni una sola palabra. Entre la fotografía y el hombre, equivalencia absoluta. Se ve enseguida que Hitler es uno de esos hombres que han venido al mundo expresamente para hacerse retratar.

Nos recibe en su despacho del Observador Popular. Lleva puesto un  impermeable con la cruz germánica bordada en la bocamanga. No se quita la gorra. Saluda militarmente entrechocando los tacones. Toda la gente que entra y sale del despacho saluda del mismo modo. Hitler nos ofrece asiento y a continuación empieza a hablar.

– ¿Españoles, eh? Dos españoles. – Vamos juntos Josep Pla y yo  – . Muy bien, muy bien. Dos españoles…

Nosotros le dejamos hablar.

– Los españoles en Baviera tienen todas las puertas abiertas. Son los únicos extranjeros que pueden decirlo. Por los demás extranjeros profesamos muy poca simpatía. No los necesitamos ni los queremos, y en Múnich, gracias a Dios, se puede decir que ya no quedan. La mayor parte de los extranjeros que van por el mundo son judíos: ¿comprende? No hay que fiarse. Italianos, ingleses, rumanos, holandeses…, cada cual con su pasaporte. ¡Permítame que me ría! Todos judíos. Hace unos cuantos meses, pasearse por las calles de Múnich con cara de extranjero era peligroso, se lo confieso. La juventud estaba muy excitada y los garrotazos eran frecuentes. Usted mismo, con la nariz que tiene, no se habría escapado. De todos modos, declarando que  era español, después del primer trompazo, nadie le hubiera propinado el segundo.

Hitler se ríe, y yo también, pero no tan a gusto como él.

– Era necesario, imprescindible – sigue diciendo, sin para un segundo -, y todavía no hemos llegado a donde nos dirigimos. Ahora bien, ¿acaso vamos a llegar? Puede contar con ello. La cuestión judía es un cáncer que roe el organismo nacional germánico. Un cáncer político y social. Afortunadamente, los canceres políticos y sociales no son una enfermedad incurable. Tenemos la extirpación. Si queremos que Alemania viva, debemos eliminar a los judíos…

– ¿A garrotazos?

– Ojala, si no hubiera tantos. El pogromo (asalto a las juderías con matanza de sus habitantes) es una gran cosa, pero hoy por hoy ha perdido buena parte de su eficacia medieval. En la Edad Media no había problemas nacionales judíos. Solo había una serie de problemas locales o municipales, y el pogromo era un método adecuado y suficiente para resolverlos. Pero ahora las cosas han cambiado. ¿Qué ganaríamos con a apalear a la población judía de Múnich si en el resto de Alemania los judíos continuaran siendo, como ahora, los dueños del dinero y de la política? En toda Alemania hay más de un millón de judíos. ¿Qué quiere hacer? ¿Los quiere matar a todos en una noche? Sería la gran solución, evidentemente, y si eso pudiera ocurrir la salvación de Alemania estaría asegurada. Pero no es posible. Lo he estudiando de todas las maneras y no es posible. El mundo se nos echaría encima, en lugar de darnos las gracias, que es lo que debería hacer. El mundo  no ha comprendido la importancia de la cuestión judía por la sencillísima razón de que el mundo está dominado por los judíos. ¿Lo va viendo claro, ahora? La cuestión judía es una cadena. Alemania , sino quiere morir, debe romper esta cadena. ¿Cómo? ¿De qué modo? Ya hemos visto que el pogromo no era posible. No queda sino la expulsión: la expulsión en masa. Con la expulsión de los judíos hace más de cuatro siglos, España…

– ¿Cree usted que hizo un bien negocio?

– Le agradecería que me dejara hablar. España hizo un negocio desastroso. Pero ¿por qué? ¿Me quiere decir por qué? Los Reyes Católicos, permítame que se lo diga, no comprendieron el problema judío. Creyeron que era un problema religioso y dieron a los judíos el derecho de permanecer en España si se convertían al catolicismo. Se convirtieron más de la mitad. ¿Lo entiende? ¡Mas de la mitad! Naturalmente.

[Tres líneas censuradas], dice la nota del libro, e informa de que Desde septiembre de 1923 existía en España la censura militar.

– El problema judío, entérese de una vez por todas, no es religioso. Es un problema de raza. El modo de resolverlo es la expulsión. Pero la expulsión rigurosa de todos cuantos sean de raza judía, tanto los practicantes  como los indiferents y conversos. En Baviera las expulsiones de judíos ya han empezado, pero con timidez. Von Kahr expulsa, poco a poco, a todos los judíos que no son ciudadanos bávaros. Es muy poca cosa, pero hay que reconocer que no puede hacer más. Von Kahr tiene las manos atadas.

– ¿Por quién, si se puede saber?

– Se va a quedar de piedra, el defensor principal de los judíos en Baviera es el arzobispo de Múnich, el cardenal Faulhaber. Un gran hombre, sabio, virtuoso, nacionalista y monárquico. Pero cardenal: ¿comprende? Cardenal y arzobispo, y por tanto obligado a ejecutar las órdenes del Vaticano, es decir de los judíos. El Vaticano es el centro de las intrigas internacionales judías contra la liberación de la raza germánica. A nosotros esto  nos consta positivamente, y, si le pudiera explicar todo lo que sé, vería visiones.

No hace falta que Hitler nos explique nada. Basta con que hable, porque lo admiramos. Sus ideas sobre el pueblo judío son claras y divertidísimas. Mañana tendremos la ocasión de exponer sus concepciones económicas y políticas, que como nuestros queridos lectores – y nosotros mismos – tendrán repetidas ocasiones de constatar, no tienen desperdicio.

Eugeni Xammar i Puigventós
entrevista a Adolf Hitler para el periódico La Veu de Catalunya en 1923




"El punto de partida es una idea; Siempre hay que estar dispuesto a cambiar de idea; No hay ninguna idea absolutamente neutra."

Eugenio Xammar Puigventós




"(Hitler es) un necio sin medida ni freno. Un necio cargado de empuje, de vitalidad, de energía, y destinado a hacer una carrera brillantísima."

Eugeni Xammar i Puigventós



"La gente sabe que Cataluña es una entidad natural propia. Los pocos que se interesan por estas cosas, lo que ocurre no les conmueve. De igual manera, se cree en Ginebra que los problemas de orden análogo al nuestro, habrían encontrado solución dentro de una Europa unificada. Pero siendo así que la unificación europea parece cada día más problemática, lo mismo puede decirse de los asuntos parecidos al nuestro."

Eugeni Xammar i Puigventós



"No soy, ni por mucho, pesimista en cuanto al porvenir. El día que la corteza actual se rompa, todo el mundo podrá ver y muchos quizás lo descubran con asombro, que se trataba de una corteza mucho más delgada de lo que sobre todo en ciertos momentos, podría parecer. Todos los catalanes tienen, en mi opinión, el deber de oponerse al envilecimiento; es decir, en la descatalanización de la tierra. De la forma de cumplir este deber con la máxima efectividad, cada catalán nos juzgará por sí mismo, según sus medios y su temperamento."

Eugeni Xammar i Puigventós




"Si de algo no se puede dudar es la autenticidad de su franquismo. Los nombres de las personas que le hacen volar, que lo publican y dirigen son una garantía áurea de franquismo integral, de franquismo de ley, de franquismo acuñado –no es una metáfora– en la Casa de la Moneda. El franquismo de Tele-Estel es auténtico pero clandestino, sincero pero secreto, real pero oculto, presente pero invisible."

Eugeni Xammar i Puigventós



"Si em prometeu que no ho heu de fer córrer, us diré que sou l'únic català que sap escriure. Em direu en Carner, naturalment, i jo us diré que teniu raó. Però en Carner és principalment un poeta i, a la prosa, les seves voies d'approche, que diem els francesos, són infinitament menys directes que les vostres. El senyor Pujols és un cas que cau fora de la llei general. Els demés són —o som— unes coques."

Eugeni Xammar
Cartes a Josep Plá

















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