Jacques Ruffié

1. La especificidad de la especie humana reside en su dimensión psicosocial
Todo lo que sabemos sobre el origen del hombre muestra que tanto su aparición en la tierra como el lugar que ha ocupado en el mundo viviente están hechos ante los que no podemos maravillarnos. Es un mono desnudo, fruto inicial de un accidente cromosómico, que a través de una serie de eslabones dio lugar al hombre. Hay que reconocer que ninguna de las adquisiciones orgánicas de los homínidos fue revolucionaria ni demasiado original. Todas existían, al menos esbozadas, en los grupos precedentes. Los homínidos no son más que una nueva línea entre muchas otras, y más mal pertrechada que la mayoría de ellas.Si el hombre sólo hubiera podido contar con sus calidades biológicas, habría ocupado, de haber sobrevivido, un lugar muy modesto en la fauna de finales del terciario y del cuaternario. No hubiera legado a cambiar la faz de la tierra.    

La originalidad del hombre no debe buscarse en lo «zoológico» en el sentido tradicional sino en lo «psicosocial». Gracias al desarrollo del cerebro ya la liberación de la mano, la especie humana adquirió el alto nivel de conciencia reflexiva que hizo posible la aparición de un medio de comunicación lógica el lenguaje conceptual y que permitió la organización de sociedades cada vez más complejas y más logradas .

2. La «cultura», una herramienta al servicio del desarrollo de la humanidad
La sociedad representa el instrumento más eficaz para la adquisición, conservación, desarrollo, difusión y utilización del conocimiento. El saber se ha colectivizado. Todas las experiencias individuales se fundan, a través de las generaciones, en una masa común, en una « cultura» que apenas esbozada en los otros grupos, forma en el hombre los cimientos de la sociedad. El hombre “culturizado” no sólo incrementa sus posibilidades de acción sobre el medio en proporciones casi ilimitadas sino que rompe la selección natural. Ésta ya no ejerce ninguna influencia en él puesto que la cultura puede responder de forma eficaz y rápida a las dificultades ecológicas. Ante una exigencia, su inteligencia habrá respondido eficazmente mucho antes de que la selección natural tenga tiempo de hacer su labor.

Pero la cultura supera su función adaptativa. El espíritu humano no se conforma con encontrar soluciones a los problemas inmediatos e imagina problemas futuros. Lo racionaliza y lo intelectualiza todo. Cuando el origen de un fenómeno no está claro, inventa una explicación. Así nacen mitos y religiones. El hombre modifica su entorno físico y crea su entorno cultural: tras escapar a las reglas de la selección natural inventa sus propias reglas y crea una moral que podrá alterar pero de la que ya no podrá salir. Las reglas socioculturales se observan en todas las sociedades, incluso en las más primitivas: son indispensables para su equilibrio, para su integración, y para la armonía del grupo.Mito, moral y religión son rasgos específicamente humanos. Las sociedades de animales más perfeccionadas no son más que un pálido esbozo de la sociedad humana, aunque la anuncian y la prefiguran.

3. La transición de lo biológico a lo cultural
Para entender cómo se ha podido operar la transición de lo biológico a lo cultural, debe tenerse en cuenta el papel de lo innato y de lo adquirido en el comportamiento animal. La conducta de cualquier ser vivo está constituida por dos series de elementos estrechamente unidos. Unos son innatos, y están inscritos en el patrimonio hereditario -y varían con la especie, la raza, la descendencia, e incluso con el individuo-; los otros son adquiridos, como por ejemplo el aprendizaje, la educación, y dependen de la sociedad en la que vive el individuo. Si consideramos la evolución filogénica,el innato predomina en las especies inferiores, las más antiguas y el adquirido domina en las especies superiores, las más recientes. Esta tendencia se observa en todos los niveles taxonómicos, pero sobre todo en los vertebrados, y en particular en los primates: culmina en el hombre. Por supuesto, si la evolución ha favorecido progresivamente en todos los grupos lo adquirido en lugar de lo innato, es porque esta transferencia ofrecía una ventaja selectiva. Va a la par con el desarrollo del sistema nervioso que es el soporte de las funciones psíquicas, y será rica en consecuencias.

En la historia de los homínidos la evolución biológica disminuye a medida que se desarrolla el patrimonio cultural.La transferencia de lo biológico a lo cultural es progresiva, pero se acelera a medida que se desarrolla la masa de conocimientos. A partir de un cierto estadio, la historia nos enseña mucho más sobre la evolución de las sociedades que la paleontología. El mobiliario encontrado en una tumba nos informa mejor sobre la naturaleza, el origen, el modo de vida y la estructura social del grupo humano que los huesos por sí mismos. En el estadio sapiens, un simple instrumento lítico es portador de múltiples informaciones; un cráneo o un dente son mucho menos significativos. Los instrumentos elaborados por el hombre permiten definir con mayor precisión a un grupo oa una época que los restos orgánicos. La prehistoria divide el tiempo e identifica a los pueblos en términos de industrias y no de especies o de razas.

Una vez legado al estadio sapiens, el hombre ya no evolucionará, o mejor dicho su evolución no se situará a nivel orgánico sino a nivel psicosocial. La adaptación ya no es genética sino cultural; la especie humana ya no se subdivide en subespecies o en razas sino en etnias, es decir en grupos culturales que son, en el terreno psicosocial, lo que razas o especies son en el campo biológico. A partir de ese momento la historia de la humanidad estará marcada por una extraordinaria diversificación de culturas que dividirá a la especie humana en múltiples grupos.

4. De la diversificación cultural originaría a la uniformización cultural actual
Por otro lado, la diversificación cultural que constituía la originalidad de la humanidad y remplazaba, a nivel psicosocial, la diversificación biológica, tiende a desaparecer hoy en día. Dos o tres siglos atrás una cierta conjuntura histórica empezó a imponer la cultura occidental europea como cultura dominante, a un sector cada vez mayor de la especie humana. El avance tecnológico de occidente y las condiciones que reinaron durante todo el período industrial (que fue también el período colonial) dieron una mayor amplitud a este movimiento y tras las transformaciones económicas y políticas que tuvieron lugar tras la Segunda Guerra Mundial, muchas culturas tradicionales iniciaron un rápido proceso de desaparición.Para el grupo humano, este empobrecimiento cultural es tan peligroso como lo es el empobrecimiento genético para un grupo animal: tanto si se sitúa a nivel biológico como a nivel cultural, el monomorfismo conlleva los mismos peligros.

Desde hace algunos años se intenta proteger a las especies en vías de desaparición. Habría que proteger las culturas amenazadas con la misma preocupación, ya que su multiplicidad constituye la riqueza de la humanidad y su garantía de supervivencia.

La sustitución de los procesos de adaptación orgánica por procesos de adaptación cultural ha convertido a nuestra especie en la especie más adaptable a todos los medios. La evolución cultural es capaz de realizaciones muy superiores a la evolución biológica.

Las adquisiciones biológicas tienen muchas probabilidades de persistir. El bagaje que nos permite progresar como especie ya no está contenido en los cromosomas sino en la cultura. Es la sabiduría atesorada de generación en generación. Ésta no se transmite ya por un proceso genético sino a través de educación . El hombre es un animal prodigiosamente educable; al venir al mundo posee pocos comportamientos innatos. Tyene que aprenderlo casi todo, y el mismo trabajo educativo tiene que volver a empezar a cada generación. Si un inmenso cataclismo atómico destruyera la totalidad de los países desarrollados y sólo permitiera sobrevivir a algunas tribus de Nueva Guinea el mundo retrocedería siete o ocho mil años. Se tendría que empezar todo de nuevo; la humanidad tendría que recorrer de nuevo el mismo camino.

La cultura, adquirida por cada uno de nosotros gracias a la educación determina esencialmente nuestra personalidad. Somos más el resultado de la educación que de la herencia biológica. A partir de un sustrato filogenético común en la especie somos sobre todo el resultado de nuestro viaje con quienes nos han educado, nuestros padres, familia, escuela, barrio, amistades… Los procesos educativos son la herramienta más adecuada para la transmisión a las jóvenes generaciones de la rica experiencia y sabiduría acumuladas por las generaciones que nos han precedido y en el seno de la sociedad humana constituyen la gran baza para el progreso individual y colectivo. Nuestro genoma nos aporta como máximo algunas predisposiciones que nuestra educación explotará o inhibirá. La personalidad del hombre no es nada sin la cultura. Es la que define nuestra identidad.

Las consecuencias de la sustitución de la evolución biológica por la evolución cultural
Las consecuencias de la sustitución de la evolución biológica por la evolución cultural son considerables. La evolución biológica y la evolución cultural difieren profundamente en su naturaleza.

La primera, basada en la mutación, es el fruto del azar, guiado por la necesidad. Se realiza al precio de un gasto inmenso, y sus éxitos son ínfimos en relación con la gran cantidad de tentativas destinadas al fracaso. Además a menudo sólo aporta soluciones aproximativas: hemos visto que la adaptación biológica es "aceptable" pero siempre imperfecta. En cambio la adaptación cultural, fruto de una voluntad consciente y deliberada, consigue soluciones más ajustadas. No tiene nada de aleatorio: el carpintero que monta una puerta sabe con antelación la forma y función del objeto que desea. No actúa a tientas. El objeto fabricado será inmediatamente funcional, apto para cumplir su papel: como máximo exigirá algunos retoques.

Por el contrario, la evolución biológica, que avanza sin ninguna finalidad consciente , es como un cerrajero ciego que debiera dar forma a una llave para un cerro desconocido, y que dispusiera de toda la eternidad para ello. Tres millones de tentativas al azar, es probable que una o algunas de las llaves fabricadas acabarán por abrir el cerradura. La operación no compensa porque supone una inmensa pérdida de tiempo y un gasto increíble, incompatibles con las exigencias de rapidez y precisión que implican a las sociedades humanas.

Sin cultura, seríamos algo nimio, insignificante, en medio de la naturaleza.

La sustitución de los procesos de adaptación orgánica por procesos de adaptación cultural ha convertido al hombre en la especie más adaptable a todos los medios y le ha evitado los errores y azares de la evolución biológica. Por otro lado, le ha dotado de un instrumento de progreso rápido. La mutación, que caracteriza la evolución biológica es un fenómeno poco frecuente (actualmente se sabe que la tasa de mutación de cada organismo es muy baja), cuya difusión exige muchas generaciones. Incluso, si por casualidad se transmite a todos los descendientes del mutante, aunque esté dotado de gran valor selectivo, su difusión a todo el grupo sólo será posible de forma lenta, y favorecida por cruzamientos ulteriores. En cambio, la evolución cultural, basada en la inventiva, puede al menos en teoría, ser comunicada a una cantidad ilimitada de sujetos. Su difusión es casi inmediata y de cualquier modo infinitamente más rápida que la de la mutación. Por último, así como la velocidad de la evolución biológica es más o menos constante (y esto no puede sorprendernos puesto que se basa en la mutación, cuya probabilidad de aparición no varía), la evolución cultural, en cambio, se acelera constantemente, gracias al proceso acumulativoen "bola de nieve". El volumen de conocimientos, reforzado por cada nuevo intento, no deja de aumentar como el tiempo (por integración de las experiencias de cada generación en el patrimonio cultural legado por las generaciones precedentes) y en el espacio (por la puesta en común, gracias al progreso de las comunicaciones, de los conocimientos pertenecientes a círculos de poblaciones cada vez más amplios). Actualmente una gran parte del saber humano está internacionalizado.

La evolución biológica superada por la evolución cultural

Por todas estas razones, la evolución cultural es capaz de realizaciones muy superiores a la evolución biológica.Ninguna mutación, por muy complejo que sea, hubiera permitido al hombre abandonar el campo de atracción terrestre para alcanzar la Luna. Este logro sólo podía ser fruto de un avance tecnológico. Y es necesario subrayar que el intervalo que separa el momento en que se fijó el objetivo a conseguir y el éxito de la operación, es muy pequeño: como máximo una década de años. La conquista del espacio es una de las realizaciones tecnológicas más espectaculares: no es la más sorprendente, ni la que más profundamente ha cambiado las condiciones de vida de nuestra sociedad. Los progresos de la física corpuscular y de la utilización de la energía atómica para fines pacíficos, los de la biología molecular en todas sus aplicaciones en lo que respecta a la salud del hombre, su equilibrio y su longevidad,

De todas formas, este esplendor tiene una contrapartida. La evolución cultural, basada en lo psicosocial, resulta infinitamente frágil.Las adquisiciones biológicas registradas en el genoma, son perennes, gracias a la invariancia del ADN que transmite su información por autocopia de generación en generación. Al ser aceptables respecto a las condiciones del entorno, las adquisiciones biológicas tienen muchas probabilidades de persistir. A menos que ocurra un cataclismo o una variación ecológica profunda, una especie genéticamente bien adaptada a su medio no está amenazada. La invariancia del ADN la protege de cualquier asombro, de cualquier paso en falso. Evidentemente esta estabilidad es también una prisión: la sociedad de las abejas, en ciertos aspectos es más "perfecta" que la sociedad humana: no puede cometer ningún "error". Pero no ha progresado desde hace millones de años y sin duda no va a variar nunca.

En resumen, la seguridad de lo biológico va en detrimento de la libertad. Pero la libertad de movimiento del progreso cultural va en detrimento de la seguridad. El conocimiento ya no está contenido en los cromosomas, sino en la cultura. Ésta no se transmite por un proceso genético invariante sino por la educación. El hombre es un animal prodigiosamente educable; al venir al mundo posee pocos comportamientos innatos. Tiene que aprenderlo casi todo, y el mismo trabajo educativo tiene que volver a empezar en cada generación. La cultura, adquirida por cada uno de nosotros gracias a la educación determina esencialmente nuestra personalidad. Somos más el resultado de la educación que de la herencia biológica. Tal y como escribe Th. Dobzhansky: “Ya que la cultura se adquiere por aprendizaje, la gente no nace americana, china o hotentote, campesino, soldado o aristócrata, sabio, músico o artista, santo, granuja o medianamente virtuoso: aprenden a serlo" . Así como no nacemos judío o cristiano, budista o musulmán, nos convertimos en ello por adopción de una cultura y una religión.Pero ninguna cultura, ninguna religión, ninguna civilización está a salvo de la destrucción, ninguna tiene la garantía de ser transmitida por el ADN.

Si un inmenso cataclismo atómico destruyera la totalidad de los países desarrollados y sólo permitiera sobrevivir a algunas tribus de Nueva Guinea el mundo retrocedería siete o ocho mil años. Se tendría que empezar todo de nuevo; la humanidad tendría que recorrer de nuevo el mismo camino. Incluso, si bebés americanos rusos o chinos, hijos de los sabios más eminentes del siglo se salvarán del desastre y se educarán en tribus primitivas tendrían que volver a aprender todo y reinventarlo todo. Los cromosomas legados por padres ilustres las servirían de muy poco: canalizan actitudes y no conocimientos. La ingeniosa novela de ciencia ficción que escribió Robert Escarpit representa bastante bien lo que podría producirse en el caso de una pérdida de cultura brutal y masiva de la humanidad. Pero supongamos que el mismo cataclismo destruyera a todas las abejas excepto a una hembra fecundada. En algunas semanas se habría reconstituido una colmena según las mismas normas anteriores. En algunos meses daría lugar a colmenas hijas construidas según el mismo plan, que albergarían enjambres con el mismo comportamiento. En algunos años,

La personalidad del hombre no es nada sin la cultura

Es la que define nuestra identidad. Nuestro genoma nos aporta como máximo algunas predisposiciones que nuestra educación explotará o inhibirá.Volvamos a la ciencia ficción para ilustrar esta verdad. Actualmente sabemos cómo conservar células vivas durante largo tiempo congelándolas bruscamente a temperatura muy baja. Si estas células, una vez descongeladas, se cultivan, dan excelentes cariotipos que parecen conservar intacto su lote de información. No es inimaginable que algún día se pueda obtener el desarrollo de una de estas células a partir de su inserción en un útero. Este experimento se ha llevado a cabo en grupos inferiores. De este modo podríamos ver "renacer", muchos años después de su muerte a un ser querido. Este "doble" sería morfológicamente tan idéntico como un gemelo verdadero; tendría los mismos ojos, la misma cara, las mismas expresiones, la misma voz, el mismo sonrisa. Y sin embargo,educado en otra época y en otro medio, se trataría de una persona distinta. El ser que habíamos querido podría resultarnos detestable.

El hombre brilla por su cultura y lo que aporta al patrimonio común se perpetúa después de la muerte. A pesar de su fragilidad la grandeza de la evolución cultural depende del nivel de conciencia y libertad que implica. La evolución biológica es inconsciente y pasiva. El animal no busca ni una mutación, ni un genoma, no los prepara: los sufre. En cambio, la evolución cultural es consciente y activa. El hombre sabe qué objetivo persigue. Su actividad no tiene nada o casi nada fatal o ineluctable: en todo momento puede cambiar de dirección, decidir hacer o no, proseguir o abandonar. En resumen, el hombre es responsable de sus actos: es él quien orienta su futuro y asegura su destino.

Actualmente esta responsabilidad del hombre, que equivale a su poderío, resulta aplastante. Nuestros contemporáneos han adquirido los medios de destruir a nuestra especie y puede que incluso toda la vida del globo. La historia presente no nos asegura lo que no lo hagan. Se trata de un nuevo fenómeno, específicamente humano. Desde que la vida apareció en la tierra, millones de especies han visto la luz del día para extinguirse después. Pero ninguna ha desaparecido por iniciativa propia. Gran cantidad de comportamientos innatos contribuyen al instinto de conservación. La especie humana es la única capaz de autodestruirse. La eventualidad del suicidio colectivo es el último avatar de la evolución cultural.

Jacques Ruffié
De la biología a la cultura. Muchnik Editores, Barcelona, ​​1982





"El castellano es medio de penetración de culturas foráneas y hegemónicas."

Jacques Ruffié




"El devenir de la biología transita parsimoniosamente, sometido a los rigores del azar, sin la asunción de prospección teleística alguna; en cambio, la cultura, auspiciada por la inteligibilidad humana deviene en objetivos conscientes y previamente definidos."

Jacques Ruffié
De la biología a la cultura



"Las fronteras artificiales constriñen al hombre en la animalidad."

Jacques Ruffié













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