Nivaria Tejera

“A causa de esas diversas dictaduras que me han apresado desde la infancia, mi vida ha ido desembocando en un persistente exilio, y es claro que esa anomalía aparezca y marque mi escritura como parte esencial de su mensaje: es decir, cierto desquicio impulsivo que rebote la denuncia tajante de cuanto me fuera opresivo, lo que a su vez encamina mi instinto a una búsqueda lingüística en que la atmósfera predomina sobre la anécdota, lo que únicamente la intensidad de un estilo fragmentario puede condensar. Quiero decir, lo que Pierre Klossowski señalaba con inigualable exactitud sobre los aforismos kafkianos: “nada más dramático que esa intensidad sin cesar interrumpida por la insatisfacción, si cesar recuperada por la esperanza, con la certeza de una totalidad por conquistar.”

Nivaria Tejera




"A veces corría al espejo y se palpaba (entrañándose en él como un entozoario) haciendo muecas, tanteándolas sobre la figura reflejada como si allí cobraran relieves inusitados a ese contacto imaginario ensimismado turbio y sin tino… las manos a su vez aparecían como arrugas que se hubieran vuelto voluminosas y se hubieran realmente desprendido y flotasen y flotasen al fondo de aquella espesa superficie de agua congelada. Se acercaba, se alejaba, se acercaba, se alejaba… ahí está la impavidez, ahí la impenetrable maravilla de existir, el aposento de la luz del espejo al sol y del sol al espejo y entrambos él, corriente de vida, de vida, de vida, de vida. Echa el aliento una y otra vez… Desde la respiración, desde la sangre que hierve, este humillo titubeante aterriza en el espejo por la boca entreabierta y, progresivamente nublado, el rostro desaparece allá atrás como las raíces en la tierra, fijando el cuerpo en esta inusitada y tibia opacidad, surge lúbrico inmemorial todas sus fibras hasta la médula… en esa última mueca el ahorcado."

Nivaria Tejera
Sonámbulo del sol




"Acaso esta particularidad de nacer y crecer en las islas, en la exuberancia que le es propia, conlleva su convulsión… Es decir, una recreación incontrolable de dotes y defectos no siempre de fácil control, lo que exige en ciertos espíritus una inclinación a la fuga, es decir, esa robusta soledad que ayuda a perennizar una identidad. En mí la isla, las islas, son un espacio mental extenso como la masa arenosa, rocosa, que las protege, he dicho alguna vez, y esta imagen acopla in profundis en calcomanía mi vida interior donde pulula a ciegas el balanceo a ese inconmensurable desconocido poético que almacenan los sueños, caudaloso espejo destilador en donde reposan vivencias que emergen luego en un desvelo creador. Para arrostrar una obra el escritor sea-isla en su inventiva con la misma dualidad que resiente el isleño ante el feroz océano al que se lanza como un suicida para limpiarse de su calcáreo. Pienso que nacer en el continente es tan casual como nacer en un archipiélago pero en ambos casos es la sensibilidad la que marca el ritmo de las brazadas. Eso sí, habrá inclinaciones, hábitos, un paisaje mental más o menos recio que los diferencia pues en el continental las vivencias son extraídas de otros giros geográficos, más constreñidos en el isleño por el maravilloso cerco del mar. Tal vez por las colonizaciones, tanto en Cuba como en Canarias, la llamada identidad a veces resulta un escollo."

Nivaria Tejera



¿Dónde están las calles de París
sus gentes silenciosas, su hambre?
Desde mi ventana miro pasar los hombres
Todos marchan tan solos que apenas existen.
Existen como un escaparate, un tren, o un periódico
que vuela solitario en el tiempo de la noche.
Yo tengo hambre y no puedo acercarme a nadie para decirle:
“Tengo hambre”.
Yo los amo y no puedo acercarme a nadie y decirle:
“Yo le amo”.

Nivaria Tejera



“El desarraigo es evidente pero no creo que incida esencialmente en mi escritura, aunque forme parte de su paisaje y ocupe visceralmente el centro de mis reflexiones más secretas. Los ires-venires políticos de mi vida son tan frecuentes y repetitivos que uno ya se vuelve un espectador, y como espectador un crítico feroz de tanta farándula dictatorial. Uno deja de ser lo que ha sido fibra a fibra y sin saberlo deviene su propio desconocido, un ser a la deriva a redescubrir, a rehacer en cada vericueto. En mi libro Espero la noche para soñarte, Revolución describo ese estado que en definitiva orienta lo inconcluso o fragmentario de esa escritura.”

Nivaria Tejera




“En el barranco tenemos que escondernos. Allí está el hoyo, el guardian, la neblina. Nos haremos los muertos. Ven, más al fondo, más, más al fondo.”

Nivaria Tejera



"Existe dos tipos de escritores latinoamericanos: los que se encuentran en América latina y los que se encuentran en Europa. Aunque responden en cierto modo a las mismas problemáticas sociales, sus realidades, sus perspectivas se oponen. «El mito es una palabra», dice Barthes, pero entre los escritores latinoamericanos el mito se ha vuelto la base de una obra: el mito de crear un nuevo lenguaje (propio), que denuncie y reconstituya nuestra caduca realidad latinoamericana. Denunciándola, aspiramos a reformarla y, de este modo, a crear otro mundo. Visto de cerca y visto de lejos este «otro mundo» va delineándose a través de una literatura planificada diversamente. En unos (los de aquí) el trabajo aspira a descubrir entre los europeos un momento, un espacio y casi diría un «desconocido» de los que ellos ignoraban su existencia de frustración. En los otros (los de allá), el trabajo se constituye cada día descomponiendo un medio demasiado cargado de pantomima. Ambos, latinoamericanos, de aquí y de allá, son conscientes de la sensualidad, de la retórica, de la exaltación, de la angustia, del lirismo, de la revolución permanente, que representan esa búsqueda comenzada por los años cincuenta con la presencia obsesiva de la realidad urbana... Por mi parte estoy siempre a la caza de voces y conceptos nuevos. No deja de sorprenderme a veces el silencio que rodea a ciertos genios de nuestro pasado... a un Macedonio Fernández ("La novela sin nombre" sin personajes, sin nombres, sin lugares comunes, capaz de preceder la experiencia del "Nouveau Román", ya en los años veintitantos) a la alucinación de un Ramos Sucre, de un Vallejo, de un Lezama Lima, de un Rulfo, de un Garmendia, de tantos otros prácticamente desconocidos a los europeos. Todos, y cada uno a su manera, violadores de la realidad, aportaron y aportan a la literatura elementos esenciales a una lingüística, temática, impulsados por corrientes de fuego y de magia, por un rigor, por una locura, que perturban el tiempo y el espacio de los objetos y los seres, que tan a menudo, inagotables, pero inanimados, nos rodean. La posición de privilegio del clan (de escritores latinoamericanos) debería obligarle a sacar de la oscuridad (de la distancia en unos, de la muerte en otros, a la que parecen obligados por el clan), a estos escritores, a tantos. La obra de un pionero también reside en su desdoblamiento; y desdoblamiento en este caso significaría reconocimiento de unos predecesores (por una parte de tanto o más envergadura que la suya), reconocimiento por otra parte de unos contemporáneos, que como ellos trabajan en la experimentación literaria, más ajenos, acaso, allá comprometidos por un medio que a veces les ignora: más solos, también, aquí... Estimo que más allá del tema del nacionalismo de cierta novela latinoamericana (en su revancha, que considero eficacísima. García Márquez, recién llegado al clan, parece haberlo llevado al paroxismo del agotamiento), más allá está, siempre pronta a descubrirse, a desviar, a despuntar, la inventiva, la creación al estado primario, fundamental quehacer de un escritor."

Nivaria Tejera



"Hasta mi padre en su muerte; en nombre suyo a todos los canarios.
Pensé en la calle. La vi como un largo cuchillo. Al final de ella un bulto confuso que se gastaba. Siempre imagino, cuando salgo a jugar y me prohíben pasar de la esquina, que al final de la calle se acaba el mundo; que la última curva, el último árbol, son la entrada al cielo. ¿El mundo es hasta donde yo puedo ver? Sí, ha dicho papá. ¿Y la guerra no viene desde allá atrás, de fuera del mundo? Sí. Pero cuando papá maneja y la carretera sigue, si nos detenemos a ver el mar o subimos a merendar a la montaña, el mundo sigue. Entonces es siempre una carretera que no termina. Ahora veía a papá lejos, al final de ella, al final del mundo. Gastándose.
Tuve tanto miedo de nunca llegar a tiempo y salvarlo que todo el cuerpo me dolió. Pensé en los pájaros y quise ser uno para alcanzar a papá. Busqué los ojos de abuelito para volver a preguntarle. "Está en el periódico, niña", dijo. "Pero ésos vienen a buscarlo, ¿verdad?" Y sentí marcarse sus rodillas bajo mis nalgas.
De nuevo imaginé la calle. Ahora se volvía un hueco oscuro que avanzaba hasta apagarse. Después, desde el fondo de mí que ya era el fondo del hueco, salía papá con cuerpo de lino. Quise correr a él y abrazarlo para avisarle que no viniera. Pero sentí que apretaba mi traje de lino. Y papá de lino era yo misma abrazándome porque tenía miedo. Toqué el vestido y ya no tenía pliegues, era un vestido muerto. Mamá y Chicho parecían uno mientras temblaban. Las rodillas de abuelo se afilaron como dos espinas. Acaricié más el traje. Imaginé tocar el cuerpo de papá adonde él estuviera. Tía torció mis bucles. A través de ellos sentí su miedo, y tuve emoción porque entre abuelo y ella cuidaban de mí. Pero "¿y papá?" Abuelo tuvo un escalofrío, y luego me meció como cuando va a dormirme. Dijo: “cállate niña, que viene pronto". Su voz se hizo más seca: "verás que viene". Yo pensé que era mentira. "Está preocupado porque sospecha que no le creo", y sonreí para engañarlo. Sus ojos se nublaron y pegó los labios a mi cabeza."

Nivaria Tejera
El barranco



La Habana un día

Un día
   mi palma crecerá hasta la Manchuria
un buen día
   pueblo mío
      tú crecerás sobre el mar…

de pronto un día 
los obreros felices pensarán en su ciudad 
inventarán rampas infinitas 
                      parques transparentes 
para que los niños corran 
por el espacio libres
extraños a los ruidos de la ciudad
a la impaciencia de la ciudad…

Un día
   mi ciudad
   te cansarás
            de esa rigidez ajena
            de los dominadores…

(Mi ciudad de La Habana
    engarrotada
             no se parece al mar
             no se parece al cielo
             ni a la palma
             ni al Cauto
no se parece a mi isla
                       despejada
                               serena
ni al ser isleño
                   vegetal
                        sonriente…)

Un día
     mi ciudad…
                        el mar te cubrirá
                        crecerá sobre ti
                        el mar…

Y tus obreros
      te construirán en el mundo.

Nivaria Tejera



“La huella canaria tanto como la cubana viajan en la obra a lo vivo: cada línea, reflexión, injerto lingüístico, imagen o perspectiva poética tal vez la revelen aquí y allá, pero todo ello ya anda disperso en la abstracción de la escritura que, por sí misma, disuelve en su complejidad el injerto autóctono. El lector las descubrirá si se identifica con sus diversos contenidos.”

Nivaria Tejera




"Para mí, la poesía atraviesa todas las cosas."

Nivaria Tejera


“Una espantosa realidad: ¡¡cohabitar por tercera vez en mi vida con otra dictadura!! Demasiado fusil, demasiada vigilancia individual y colectiva, demasiado uniforme, demasiados patria o muerte opresivos usurpándonos la simple libertad de respirar, soñar, viajar, amar las cuatro estaciones, “el mundo ancho y ajeno” que loaba Ciro Alegría como meta del poeta; sí, todo ese carnaval de dictadores que como plantas carnívoras pululan desde siempre en nuestra América Latina impidiéndonos visualizar en la distancia una ruta luminosa que nos recuerde sus ríos, sus cielos, sus mares. Nada, sólo oscurantismo y castración.”

Nivaria Tejera




"Yo espero la noche para soñarte, revolución.
En cada espacio de sombra más allá de los ojos, en la que éstos se extienden a no dormir, tu sueño reaparece.
Y esta sombra proyecta la cámara refringente a un abismo mayor en el que los sentidos apresados se despojan de sus relieves diseminándolo, tanteando así un reposo al planeo de tu persecución.
Y la pesadilla de lo que fuera un sueño apunta con su discóbolo de Mirón y da de lleno en mi traza.
Y una avalancha de ceniza se cierne sobre ella.
¿Cómo empezar este libro?
Siente un remolino dentro, fuera, alrededor de su cuerpo, en todo cuanto mira y oye y respira. En Creta y en otras islas cercanas hay remolinos como éste tallados en las piedras. Al parecer, allí tenían un significado místico.
Ella -que ha sido tantas personas a la vez- se halla de repente convertida en la más pasiva y ajena bola de contradicciones conteniendo la tesis y la antítesis. A veces es una roca, a veces una dínamo. Loca y cuerda. Salta de esto a lo contrario, o a lo que no se asemeja ni a lo uno ni a lo otro, frente a la perspectiva de ese desmantelamiento de recuerdos. Resbalando por la cascada de tan antiguas sensaciones aparece como una espiga de trigo ante la hidra de cien cabezas. O uno de esos monstruos con millones de ojos. Encogida en la cama (se diría una semicorchea colgada entre esas horas trágicas de las dos a las cinco de la tarde), alicaída, sola, implacable también con su boca de Voltaire de dama socarrona, acechando los cuatro humores concentrados con agua de avispas viejas dejadas al sereno... Su propósito agazapado le hace creerse una de esas cajitas dementes que siempre contienen otra y otra ad infinitum."

Nivaria Tejera
Espero la noche para soñarte, revolución















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