Pablo de la Torriente Brau

"Desde luego, ni me hago ilusiones, ni pretendo jugar un rol preponderante en España, ni para mí hay lugar allá. Yo voy concreta y específicamente a España por nosotros; por la importancia que considero que tiene para nosotros aquella lucha y la necesidad de conocer su desenvolvimiento, sus desarrollos, la actitud popular, la fuerza dramática e inspiradora de un pueblo decidido a morir, en el momento justo. Yo, efectivamente, quiero palpar todo eso y trasladarlo a los nuestros que deben estar ansiosos por saberlo. [...] Voy, pues, con propósito definido, y es una apreciación errónea tuya el considerar que voy a actuar como un simple miliciano. Si la situación se pone difícil, pelearé como otro cualquiera; si estoy en un lugar atacado, pelearé también, como es natural. Pero esto será ocasionalmente. Como sería ocasional que una bomba de avión me despanzurrara.
Yo creo haber adelantado algo, aun en el control de mí mismo. Pienso que ya, por lo menos bajo algunos aspectos, soy hombre con ruta trazada, con brújula. Yo voy a lo que voy. Y creo, sinceramente, que voy a realizar el mejor trabajo revolucionario que he tenido a mi alcance en toda mi vida."

Pablo de la Torriente Brau



"El espectáculo fue emocionante. El boticario de Burdeos se quedó solo en el hospital. Los ojos le brillaban de cólera. «¿Dónde está la Francia?» —gritaba. ¿Dónde están los galos? Y levantaba los brazos, con su brocha y su cubo de yodo. Puesto a la puerta del hospital, solo, sombrío, terrible, esperó a los boches. Y cuando las primeras patrullas asomaron, desolado corrió hacia ellas cantando a borbotones La Marsellesa. Las primeras filas se detuvieron sin
saber por qué durante un momento; las segundas miraron; las terceras vieron a un hombre que, en medio de la destrucción, cantaba avanzando, loco, y confundieron el cubo de yodo y la brocha, con una bomba espantosa y la mecha... Es un galo, dijo uno. Un alemán que ya apuntaba, al oír, soltó el arma. Uno viró la espalda y tronó el cañón francés en ese momento. El boticario de Burdeos corría hacía ellos, ya perseguidos, cantando La Marsellesa. Pero no pudo darles alcance. Detrás de él, avanzaba la infantería francesa. Un oficial le puso la mano en el hombro y lo viró violentamente: «¡Traidor!» —lo increpó—. Se pasaba usted al enemigo. El boticario se quedó mudo de asombro. El oficial era uno de los jefes que había huido del hospital «a contener al enemigo...» La mudez del boticario fue tomada por el pánico de ser cogido infraganti... Allí mismo se formó juicio sumarísimo y, condenado a muerte, fue fusilado contra el paredón del hospital, por «pasarse al enemigo con las armas en la mano», según el Código Penal Militar. «No en balde se le alegraban tanto los ojos cuando veía un avión alemán —decía el Coronel—. Era un traidor a la Francia» —comentó—. Y en esto, nuevo asalto de la infantería alemana y nueva fuga de los franceses, con el Coronel a la cabeza, por supuesto. Y el mismo día, nuevo asalto de los franceses y nueva fuga de los alemanes. Y la misma función como siete veces más, hasta que, al fin, ganaron los franceses por resistencia y allí mismo comenzó la debacle alemana. Por eso, escogieron este lugar para recoger el Soldado Desconocido de Francia. Pero en este sitio, tanto cañoneo no dejó a nadie sano. Además, allí nadie hubiera podido decir quién era alemán o francés. Pero quiso la fortuna que una granada que estalló detrás de él, lanzara sobre el cadáver del boticario fusilado, todo el paredón del Hospital; y cuando vino el escombreo mucho después, ya descompuesto del todo, se le encontró. No tenía identificación ninguna, porque antes de fusilársele se le arrancaron las insignias y documentos... Sin embargo, un hecho conmovió a toda Francia: con tinta china, en los calzoncillos, tenía escrita la Declaración de los Derechos del Hombre... ¿Quién mejor que él para Soldado Desconocido de Francia?...
El tiempo estaba vencido. Y, aunque lo hubiera querido, aquella noche no me hubiera podido contar nada del Soldado Desconocido ruso, de quien tenía ganas de oírle hablar. Todo se quedó para otra ocasión en que quedamos citados"

Pablo de la Torriente Brau
Aventuras del soldado desconocido cubano




“En España también se están aclarando hoy –¡y de qué manera! – nuestros propios problemas y trazándose el curso de nuestros días futuros. Y yo quiero estar allá. Es mi deber, mi gusto, mi mejor oportunidad. No he podido ir a Nicaragua, pero, o soy una mierda, o lograré irme a España.”

Pablo de la Torriente Brau



He estado a veces muy próximo a los lugares donde han ocurrido tragedias inenarrables. Siempre el miedo que pudiera provocar el espectáculo de mujeres y niños destrozados, o el de los incendios y cañones nocturnos, ha estado en un segundo plano con respecto a la reacción de venganza del pueblo frente a sus asesinos."

Pablo de la Torriente Brau



"He tenido una idea maravillosa: me voy a España, a la revolución española. Allá en Cuba se dice, por el canto popular jubiloso: "No te mueras sin ir a España". Y yo me voy a España ahora, a la revolución española, en donde palpitan hoy las angustias del mundo entero de los oprimidos. La idea hizo explosión en mi cerebro, y desde entonces está incendiando el gran bosque de mi imaginación. [...] Pero ahora yo me voy a España, a ser arrastrado por el gran río de la revolución. A ver un pueblo en lucha. A conocer héroes. A oír el trueno del cañón y sentir el viento de la metralla. A contemplar incendios y fusilamientos. A estar junto al gran remolino silencioso de la muerte."

Pablo de la Torriente Brau




"Paderewski, con la bella cabeza estremecida, inexorable como el destino, acababa de hacer desfilar bajo sus dedos geniales toda la lúgubre belleza de la Marcha fúnebre, inmortal por sublime paradoja; y ahora, a la vehemencia ardiente de sus manos, la tétrica hermosura del piano semejaba el regio catafalco de un alma prisionera en el mundo, y el huracán de notas que arrancaba al instrumento adolorido hacían parecer, como si el marfil uniforme del teclado fuese un triste osario en orden de seres abandonados del recuerdo, sobre el que pasara a ráfagas el viento tempestuoso de la noche...
Mi pobre corazón, roto de angustia, allá, en lo alto del teatro, sufría el dolor de una pena que no tiene nombre... Acaso por la memoria de un ser a quien yo amé, hace ya siglos... Quizás por el presentimiento de un pesar que agobiará mi muerte luego, bajo la eterna tierra en flor...
¡El viento sobre las tumbas! Pasó... pasó sobre mi espíritu, y como una hélice gigantesca hundió sus aspas en las aguas quietas de los dormidos recuerdos para impulsar la nave de mis pensamientos por los senderos del pesar... ¡Por qué habrá tanto desgarramiento en el mundo!"

Pablo de la Torriente Brau
El viento sobre las tumbas



"Porque ella debe ser así... Y dejar en el aire una reticencia sobre el concepto de la belleza corpórea que pudiera merecer el cuerpo de la escultora...
Pero hubiera oído cosas mucho más terribles. Por ejemplo: ante un cuadro de Gattorno, un colega suyo decía, generosamente: «¡Qué lástima: parece una marca de fábrica de tabacos!»... Y cuando observaba con José Manuel Acosta el indio flechador de Sobrino, alguien se nos acercó para preguntarnos si queríamos saber de qué lámina lo había copiado... Por eso Víctor Manuel, que por ser artista los conoce bien, cuando le digo que su cuadro está por debajo de su nombre, instantáneamente piensa que algún «amigo suyo» me ha insinuado el juicio...
Mas, a pesar de que los artistas son peores que las comadres, por no tener, generalmente, más preocupación que la de ellos mismos, el Primer Salón Anual de Pintura y Escultura es digno de verse y digno del aplauso.
Lo nuevo, la izquierda, ha derrotado esta vez a lo viejo, a la derecha. Y, aunque las más famosas firmas de la vieja técnica y escuela hubieran concurrido al Salón, la gente nueva hubiera sobresalido sobre ellas con evidente claridad. La sensibilidad cambia de ojos, porque cambia el espectáculo del mundo. Y el mundo vive hoy con tan frenético ritmo que, sobre todas las cosas le interesa un paisaje diario. Y los que pintan a la vieja manera, aunque pinten cosas de hoy, parecen pintores de historia... ¡Y la historia interesa ya bien poco!... La historia vive hoy 24 horas nada más!...
Yo entro al Salón con la despreocupación feliz del que no tiene que ser juez oficial. Entro, a comprar, imaginativamente, todo lo que me interese, para colocarlo luego en algún palacio fantástico de mi exclusiva propiedad imaginaria. Y paso por el ala de los viejos, casi sin traer recuerdos, como resbala la vista por los carteles de anuncios de las vallas, cuando se viaja en tranvía."

Pablo de la Torriente Brau
El vernissage de los artistas


"... sobre los hombres, mujeres y niños que participan en la contienda patriótica; cumple sus funciones de comisario político; [...] pelea, entrevista a importantes figuras [...].
Así, entregado, viviente, enorme, corajudo, pleno, inmerso hasta el fondo en cada acción y cada instante que transcurría, estuvo hasta los últimos momentos de su vida."

Pablo de la Torriente Brau



“Y hay, como siempre en mí, la emoción del impulso que me dice que allá está mi lugar ahora. Porque mis ojos se han hecho para ver las cosas extraordinarias. Y mi maquinita para contarlas. Y eso es todo.”

Pablo de la Torriente Brau














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