Tariq Ali

"El capitán general, el noble conde de Tendilla, de cuya familia procedía el sabio cardenal Mendoza, mi ilustre predecesor, afirma constantemente que, puesto que Sus Majestades han ganado la guerra, los moros adoptarán nuestro lenguaje, costumbres y religión en un tiempo prudencial. Cuando le señalé que tres mujeres moriscas habían sido vistas orinando sobre crucifijos robados de la iglesia, él respondió. «¿Pues qué esperaba, arzobispo? Después de todo, usted ordenó quemar sus libros. Esta es su venganza, una venganza blasfema, quizás, pero mejor para usted que si hubieran decidido castrarlo en medio del mercado».
Somos testigos de actitudes como ésta en nuestras propias filas. El conde tiene pocos cristianos en su séquito, pero aquellos que le asisten, se burlan abiertamente de nuestra Iglesia, bromean sobre los obispos y frailes que viven en pecado, procrean y luego asignan puestos eclesiásticos a sus propios hijos. Incluso don Pedro González de Mendoza —el cardenal que en su lecho de muerte os pidió que yo ocupara su lugar, el hombre que defendió vuestra causa antes de que llegarais al trono, el noble antecesor de nuestro valiente capitán general— tuvo siete hijos con dos mujeres de la más augusta nobleza. Don Pedro, como Su Majestad la reina sabe, era llamado comúnmente «el tercer monarca» y no hacía ningún daño a ojos de aquellos que le servían. El otro día, un moro me interceptó en unos jardines cercanos al palacio y me preguntó con cortesía. «¿Se encuentran bien sus hijos, Vuecencia? ¿Cuántos tiene?». Aunque es probable que no tuviera malas intenciones, sentí deseos de arrancarle su blasfema lengua y enviarlo a arder en el infierno.
Soy consciente, por supuesto, de que se trata de una vieja enfermedad, alentada en el pasado por nuestro más erudito obispo, Gregorio de Tours, cuya familia, seiscientos años después del nacimiento de Nuestro Señor, controló durante muchos años la Iglesia en el centro de Francia."

Tariq Ali
A la sombra del granado


"El Mesías no se llamaba a engaño al poner énfasis en la traición que fue el motivo de que Ibn Dumna, el emir de Siracusa, pidiera a los francos que acudieran en su ayuda. El recuerdo de los hechos acaecidos hacía cien años seguía vivo en la memoria de la mayoría de los creyentes. Cuántas veces no habría oído Idrisi la historia del malvado y promiscuo emir Ibn Dumna, que asesinó a Ibn Maklati, el piadoso y noble emir de Catania, simplemente porque codiciaba sus tierras. El asesinato fue vengado por la aplastante derrota que Ibn al-Hawas infligió al emir siracusano. Entonces, sin más motivo que el de salvar el pellejo, Ibn Dumna pidió a los infieles que cruzaran las aguas. Al final, de nada le sirvió, pues murió combatiendo junto a los invasores. Debía de estar achicharrándose en el infierno. A Idrisi le gustaba pensar que había lugares más tórridos que Siqilliya.
Alzó los ojos al cielo. Ni una nube a la vista, pese a que los pastores habían predicho lluvia la noche anterior. Con el sudor corriéndole a chorros por la cara y el cuello, galopaba añorando la humedad de la brisa marina. No quiso hacer un descanso hasta que los hombres se lo rogaran por el bien de las cabalgaduras. Idrisi atendió a su súplica al llegar a un bosquecillo donde troncos y ramas estaban retorcidos por el viento y heridos por los rayos, y las hojas secas y quebradizas. Oía hablar a sus hombres del Mesías mientras paseaba entre los árboles. Callaron cuando se unió a ellos, y él les preguntó si habían asistido al mehfil de la aldea. Asintieron con la cabeza sin facilitarle ninguna información."

Tariq Ali
Un sultán en Palermo




"La única Palestina con la que Israel convivirá es un espacio en el que Palestina morirá. La Unión Europea es importante, no militarmente, pero sí en lo político, en lo cultural. Y el lenguaje que los europeos usan para los árabes es racista. Israel quiere ser parte de Europa, no del mundo árabe, que es la realidad territorial en la que está inscrito. Quieren convertirse en estado asociado de la UE y Europa está de acuerdo, en lugar de poner condiciones exigibles a cualquier estado con el que se pretenda llegar a un acuerdo, como tener fronteras definidas. Pero Europa está muy lejos de exigir a Israel que respete las fronteras legalmente reconocidas por Naciones Unidas, las de 1967. Europa está satisfecha autochantajeándose con la tragedia, con el crimen que supuso el exterminio de más de 5 millones de judíos en el marco de la II Guerra Mundial. Sin duda fue una tragedia, una gran pérdida para la cultura europea, pero las generaciones actuales no son responsables."

Tariq Ali
Conversaciones con Edward Said



"Lisa le sonrió y le acarició la cabeza, tratando de disimular su propia inquietud. Siempre la misma historia. Cada vez que Ludwik se retrasaba, ya estaba imaginándose lo peor. La muerte. Una tumba anónima. ¡El tormento de no saber si estaba vivo o muerto! En la guerra civil, cuando los destacamentos rojos y blancos luchaban cuerpo a cuerpo, la muerte les parecía intrascendente comparada con la supervivencia de la revolución. Además, ella era comisaria y también estaba en el frente. Ambos afrontaban peligros similares y eso hacía más llevadera su separación. De hecho, Lisa tenía que resolver tantos problemas que apenas le quedaba tiempo para pensar en Ludwik.
Pero ahora su labor era dar la imagen de una buena madre y esposa. Y tenían a Félix. Recordó la advertencia de Krystina sobre cómo los hijos perjudicaban el compromiso revolucionario. Y se permitió una sonrisa irónica. Krystina sabía muy bien de lo que hablaba.
Desde la victoria nazi en Alemania, la situación había empeorado mucho. Berlín, la ciudad en la que habían cifrado tantas esperanzas y sueños, estaba en manos enemigas. Ludwik y Gertrude habían ido a pasar allí dos semanas largas. El tenía que reorganizar las redes clandestinas, enterarse de qué agentes habían ido a parar a la cárcel, reunirse con los que seguían en libertad y averiguar, con la mayor delicadeza posible, si les había afectado de alguna forma la marea reaccionaria que barría el país.
A Lisa le dolían las ausencias de Ludwik más de lo que podía imaginar. A veces sentía todo su ser traspasado por la añoranza. Recordaba su voz, sus movimientos y gestos, sentía el tacto de su mano en la cara, el aroma del café del Zentrale donde se citaban los primeros días de su noviazgo. En esos momentos se quedaba paralizada, incapaz de hacer nada, y sólo la insistente voz de su hijo era capaz de arrancarla de sus sueños.
[...]
A la mañana siguiente, después de que Félix se fuera al colegio, Ludwik se sentó a escribir a máquina, con el manual de lenguaje cifrado delante, un informe detallado aunque autocensurado de la situación en Alemania. Se limitó a registrar los hechos, evitando la tentación de arremeter contra el sectarismo desencadenado por el Sexto Congreso moscovita del Comintern. Los líderes de la revolución mundial habían identificado a la socialdemocracia como a su principal enemigo y lanzado un llamamiento para luchar implacablemente contra sus organizaciones.
¿Y el fascismo? «Hitler nos está preparando el terreno», era la frívola respuesta. Así pues, la menor insinuación de sus verdaderas opiniones habría supuesto que convocaran a Ludwik a Moscú para degradarlo y quién sabe si ejecutarlo. En Europa había mucho que hacer, sobre todo ahora que Hitler estaba en el poder. La independencia de Austria iba a ser la primera baja. La situación empeoraba a ojos vistas y Ludwik sabía que tendrían que marcharse de Viena antes de fin de año.
Era un día despejado y calmo. La calidez del sol insinuaba la llegada de la primavera. Una vez entregado el informe en la Embajada soviética para su inmediata transmisión, Ludwik respiró hondo el aire fresco de media mañana y echó a andar a buen paso hacia el Zentrale. Teddy, uno de sus agentes húngaros destinados en Viena, lo había citado allí para que viera al inglés al que pensaban reclutar."

Tariq Ali
Miedo a los espejos



"Ningún sistema social, ninguna visión histórica, ninguna totalización teórica, sin importar lo poderosa que sea, puede agotar todas las alternativas o prácticas que existen dentro de su dominio. Existe siempre la posibilidad de la trangresión."

Tariq Ali
Rough Music



"Parecía como si hubiéramos llegado a Damasco hacía sólo unos días. En realidad, llevábamos en la ciudad dos semanas, pero me había costado todo ese tiempo recuperarme de la tormenta de las cuatro semanas anteriores a nuestra llegada. El viaje había resultado plácido para todos los demás, aunque no para mí. Ahora era capaz de cabalgar y dominar un caballo, aunque esa actividad no me resultaba excesivamente grata. Mi cara se había quemado con el sol, y si no hubiera sido por los ungüentos que llevaban nuestros guías beduinos, el dolor me habría desesperado.
Sólo podía agradecer a mi destino que me hubiera hecho nacer judío. De ser un seguidor del Profeta del islam, me habría visto obligado, como la mayoría de los soldados y los emires, a volverme en dirección a La Meca y rezar mis oraciones cinco veces al día, normalmente al sol con todo el calor del desierto. El sultán, a quien nunca tuve por una persona excesivamente religiosa, se mostraba muy estricto en la observancia de los ritos de su religión, en su papel de comandante de las tropas. La falta de agua para las abluciones no representaba ningún problema. La arena era un sustituto adecuado. Shadhi apeló a su avanzada edad para evitar las plegarias en masa. Un día, cuando vio al sultán dirigir las plegarias, susurró: «Menos mal que no hay ningún franco en las proximidades. La visión de tres mil creyentes con el culo al aire sería un blanco demasiado bueno».
Dejando a un lado los rigores del viaje, yo me vi obligado muchas noches a sentarme en la tienda del sultán y escuchar la monótona voz de Imad al-Din recitando las historias de los califas de Bagdad. Aquello se convirtió en una tortura para mí, porque las historias que repetía las había extraído de obras que yo bien conocía.
Para ser justo con Imad al-Din, él no reclamaba la autoría del Muraj al-Dhahab y el Kitab al-Tanbih. Citaba al autor, al-Masudi, pero con su estilo de recitación propio le impartía una falsa sensación de autoridad. Quizá todo fueran imaginaciones mías. Quizá la jornada me dejaba demasiado exhausto para tener que escuchar historias que ya había leído y no me atraían gran cosa.
Dos semanas de descanso total en aquella ciudad, la más hermosa de todas, me reanimaron por completo. La alegría de poder bañarse cada día, la delicia de la comida preparada en las cocinas de la ciudadela y estar a resguardo del sol era todo lo que necesitaba.
El sultán, bendito sea, se tomó gran interés en mi recuperación. Él también se mostraba encantado de estar en Damasco, pero por razones diferentes a las mías. Aquél había sido su hogar durante varios años. Fue allí donde aprendió las artes de la guerra y las delicias del lecho de una mujer. Se sentía a salvo en aquella ciudad, y su aparición en la gran mezquita de los omeyas el viernes anterior había demostrado lo mucho que se había agigantado su estatura en lo que se refiere al pueblo llano. Shadhi me había contado que los damascenos le veían como un joven vulgar, dado a los placeres del vino y la fornicación. Las noticias de sus conquistas les habían llegado de muy lejos, y ahora apenas reconocían a su sultán. Se había convertido en un líder más grande aún que el piadoso y muy amado Nur al-Din."

Ali Tariq
El libro de Saladino




















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