Alonso Verdugo

A Nuestra Señora de la Aurora

Ya del eterno Sol, divina Aurora,
a tu Albor matutino, un nuevo día,
renace el pueblo y de la noche fría
huye el horror y el cielo se colora.

Ya te saluda en tu primera hora
tanta ave dulce, dulce Ave María,
compitiendo en tu agrado la armonía
del que himnos canta y del que culpas llora.

Salude alba tan pura húmedo cielo
con fecundo rocío y tu semblante
vivifique uno y otro campo adusto.

Vuelve, Señora, a ser nuestro consuelo;
danos nube de lluvias abundante,
como antes diste de tu seno al «Justo».

Alonso Verdugo y Castilla Ursúa y Lasso de Castilla, III Conde de Torrepalma



El Deucalión

La horrenda historia del undoso estrago,
Castigo universal del orbe entero,
Y de su acerbo fin terrible amago,
Repite, o Musa, si al idioma íbero,
Si a la bética lira, si al alhago,
Del sonante rima lisongero,
Como inspirasteis al cantor latino,
Grata concedes tu favor divino.

Y tú del numeroso Apolo, en tanto,
De Mercurio elocuente alto museo,
Suspende para oír mi humilde canto,
A la lira acción, o el caduceo:
Perdone el fuego a la copela, en quanto,
Sobre el agua cruel pendiente veo
Tu piadosa atención, mientras conoces,
Que escorias son de tu crisol mis voces. 

Alonso Verdugo y Castilla



Reverso de la medalla antecedente

Al fuerte patriarca la primera
Raquel a larga senectud redujo;
al victorioso Alfonso, torpe indujo
la segunda a manchar su gloria entera.

La mental, la canora, la tercera,
al grande Ulloa duros hados trujo.
¡Oh hermosura nociva, cuyo influjo
fatal aun en las copias persevera!

Mas ya de la beldad el hado infausto
vence un ímpetu sacro y soberano
que en nueva copia el nombre antiguo emplea.

Jacob descanse, Alfonso viva casto,
Ulloa se asegure; Altamirano
lo enmienda todo, haciendo a Raquel fea.

Alonso Verdugo y Castilla



Soneto satírico

Si en la hebrea hermosura que desdora
la memoria de Alfonso, esclarecido
de España, el hado infausto vio vertido
el encantado cesto de Pandora.

Si al copiar la beldad que lo enamora,
Ulloa, a mis desgracias ofrecido,
vio inanimado el bulto apetecido
que con celeste ardor se informa ahora.

Ya, mejor, Prometeo, a su hermosura,
da, con fuego apolíneo, ser segundo,
en luz, robada no, sino influida

de numen tal, que a su eficacia pura
deben belleza, acierto, aplauso, vida,
Raquel la copia, Altamirano el mundo.

Alonso Verdugo y Castilla














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