Javier Valenzuela

"En el siglo XIX, la novela realista de los Balzac, Tolstoi, Pérez Galdós, Zola y compañía le dio el protagonismo a la gente corriente. En el siglo XX, los pioneros de la novela negra, Chandler y Hammet, no pusieron a policías como héroes de sus historias, pusieron a detectives privados. El investigador que todos hemos visto en las películas interpretadas por Humphrey Bogart es un insobornable detective privado al que la Policía detiene con frecuencia.

Ese investigador puede ser aquí y ahora un periodista, una abogada, un buscavidas como el Carvalho de Vázquez Montalbán o el Toni Romano de Juan Madrid, o un profesor del Cervantes como en mi trilogía ‘Tánger Noir’. Pero eso es raro en el género negro español de ahora.

Ahora los que buscan conseguir un bestseller saben que es más fácil lograrlo con el truco de poner como protagonista a una inspectora de policía inteligente, recién divorciada y que cuida a un niño pequeño. Esto es más comercial, te asegura más ventas y premios. Pero a mí me parece más interesante y laborioso que una ciudadana o un ciudadano corriente, sin placa ni pistola, sin otras herramientas que su tenacidad, su honestidad y su ingenio, participe en la resolución de un crimen. O ponga en evidencia una trama de corrupción política y empresarial."

Javier Valenzuela



"La corrupción debería ser el gran asunto del género noir en España."

Javier Valenzuela



"La novela realista contemporánea, que viene del ‘Quijote’ de Cervantes y eclosiona en el siglo XIX, con la revolución democrática burguesa, tiene una característica primaria, a saber, que su héroe o protagonista no es un dios o un titán mitológico como en la Grecia y la Roma antiguas, ni un rey o un caballero como en el Medievo, sino un ciudadano corriente y moliente.

La revolución burguesa en la novela supone que individuos anónimos, hombres y mujeres, son los protagonistas, y eso es muy importante para mí. No puedes poner de héroe a alguien que utiliza los inmensos poderes del Estado, que tiene detrás a decenas de miles de compañeros armados hasta los dientes, dotados de omnipresentes cámaras de vigilancia, de sofisticados detectores de huellas y restos biológicos, de sistemas de escuchas de conversaciones o interceptación de comunicaciones por Internet, de cientos de helicópteros y drones… ¿Qué hay de heroísmo en esto? Poco o nada.

No estoy diciendo que los policías o guardias civiles no sean buenas personas, honestos servidores del Estado y gente que rinde valiosos servicios a la ciudadanía. Lo que digo es que el héroe es el que hace algo excepcional. Y no se hace nada excepcional si se dispone del poder y los recursos del Estado.

Soy un libertario de izquierdas: le tengo mucho aprecio a la revolución democrática, que puso a los individuos en el centro de la escena política y literaria."

Javier Valenzuela



"No hay novela negra si no es tanto la crónica del heroísmo de un individuo como el retrato de una ciudad. Las novelas negras nacen asociadas a ciudades: Hammet era San Francisco, Chandler era Los Ángeles, Jean-Claude Izzo era Marsella…"

Javier Valenzuela




"Nunca antes había visto un cadáver. Quiero decir un cadáver recién muerto, allí donde ha caído, sin que el personal de una funeraria lo haya retirado y adecentado.
A punto de cumplir los veinte años, vi a mi madre en su ataúd, fallecida el día anterior en un accidente de tráfico, pero su mortaja sólo dejaba al descubierto una cara muy maquillada. Dos décadas y pico después, mi padre, abatido por un cáncer de pulmón, se veía muy digno en el féretro con un traje de chaqueta con corbata. En ninguno de los dos casos pasé de darles un vistazo fugaz en el tanatorio, y, aun así, me resultó muy doloroso en el primero y muy triste en el segundo.
Ahora Alicia y yo teníamos a un metro de distancia el cuerpo de una persona tal y como había dejado de respirar. Estaba en el recibidor de un apartamento situado en la tercera planta de un inmueble de la rue Rabelais, no lejos de la plaza de las Naciones. Con los brazos y las piernas desmadejados, el cadáver era como una gran marioneta dejada caer de cualquier modo sobre una alfombra moruna. La alfombra estaba empapada de la sangre que le había brotado del cuello."

Javier Valenzuela
Tangerina








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