Karl Heinrich Ulrichs

El urning, también, es una persona. Él, también, por lo tanto, tiene derechos inalienables. Su orientación sexual es un derecho establecido por la naturaleza. Los legisladores no tienen ningún derecho a vetar la naturaleza; ningún derecho a perseguir la naturaleza en el curso de su trabajo; ningún derecho a torturar a criaturas vivas que están sujetas a esos impulsos que la naturaleza les dio.

El urning también es un ciudadano. Él, también, tiene derechos civiles; y de acuerdo a esos derechos, el estado tiene ciertos deberes que cumplir también. El estado no tiene el derecho de actuar por capricho o por el placer de la persecución. El estado no está autorizado, como en el pasado, a tratar a los urnings como si estuvieran fuera de la ley.

Esta claro que los legisladores tienen el derecho a hacer leyes que contengan expresiones del deseo urning, al igual que los legisladores tienen el poder de legislar sobre el comportamiento de todos los ciudadanos. Así, pueden prohibir a los urnings:

(a) la seducción de menores masculinos;
(b) la violación de los derechos civiles (por la fuerza, amenaza, abuso de personas inconscientes, etc.);
(c) la indecencia pública.

La prohibición de la expresión del deseo sexual, es decir, entre adultos que consienten y en privado, queda fuera de la esfera legal. Cualquier base para la persecución legal es insuficiente en este caso. Los legisladores no pueden hacerlo debido a los derechos humanos y el principio de estado constitucional. El legislador no puede hacerlo por las leyes de la justicia, que impiden aplicar un doble estándar. Mientras que el urning respete los puntos (a), (b), y (c) más arriba, el legislador no podrá prohibir que siga los designios de la ley natural a la que está sujeto.

Dentro de estos parámetros, el amor urning no es en ningún caso un crimen real. Todos los indicadores faltan. Incluso no es vergonzoso, decadente o malvado, simplemente porque es el cumplimiento de una ley natural. Está reconocido como uno de los múltiples crímenes imaginarios que han plagado los libros de leyes de Europa, para vergüenza de las personas civilizadas. Criminalizarlo parece, por lo tanto, una injusticia perpetrada oficialmente.

Simplemente porque el urning es desgraciadamente una minoría pequeña, no se puede dañar sus derechos inalienables y sus derechos civiles. La ley de la libertad en el estado constitucional también debe considerar sus minorías.

Y no importa lo que hayan hecho los legisladores en el pasado, la ley de la libertad no conoce límites.

Los legisladores deberían abandonar la esperanza de desarraigar el impulso sexual urning en cualquier momento. Incluso las ardientes hogueras en las que quemaron a los urnings en siglos anteriores no pudieron conseguirlo. Incluso amordazarlos y atarlos fue inútil. La batalla contra la naturaleza es una sin visos de victoria. Incluso el gobierno más poderoso, con todos sus medios de coerción que pueda emplear, es demasiado débil contra la naturaleza. Por otra parte, el gobierno puede controlar la batalla. El razonamiento y la consciencia del sentido moral de los mismos urning ofrece al gobierno una cooperación completa hacia ese objetivo.

Karl Heinrich Ulrichs
Araxes. Ruf nach der Befreiung der Urningsnatur vom Strafgesetz. (Araxes. Llamada a la liberación de la naturaleza del urning de la ley penal.)





"En medio del Mar de Noruega hay un archipiélago de treinta y cinco islas desoladas y solitarias. Alejadas prudentemente de Escocia, Islandia y Noruega, las Islas Feroe son estériles, rocosas y están cubiertas por una densa niebla. El melancólico canto de las gaviotas resuena en todo el lugar. A la vista de cualquier ser humano, todo el paisaje permanece oculto por las frenéticas olas que surgen por debajo de la espesa bruma. Las montañas alcanzan alturas de entre mil ochocientos y tres mil metros sobre el nivel del mar. Hay escarpados acantilados de dentadas gargantas, densos bosques de pinos y numerosas cascadas lloran sobre las rocas desde inmensas alturas. Las orillas de los ríos, atravesados por arroyos y ensenadas, se hacen casi inaccesibles por causa de los gigantescos acantilados. El mar, encerrado por las rocas y los arrecifes, se lanza rabioso en remolinos huracanados.
Diecisiete de las Islas Feroe están habitadas. Dos de ellas, Strømø y Wagø, están separadas solo por un angosto istmo lo suficientemente tranquilo como para que un nadador valiente se atreva a cruzarlo.
Muchos nombres del lugar invocan aquel ya lejano pasado, antes de que la Iglesia se hubiese establecido. Por ejemplo, el puerto Thorshavn, en la costa de Strømø, fue nombrado así en honor del dios del trueno de la mitología nórdica, siempre representado armado con un martillo.
Érase una vez un pescador y su hijo de quince años de edad. Ambos partieron de Thorshavn en un bote de remos. El barco naufragó en las costas de Wagø durante una tormenta y el niño fue arrojado hacia los arrecifes. Un joven marinero lo vio, se zambulló en las olas y nadó hacia él. Luego de rescatarlo, lo depositó sobre las rocas, levantó el cuerpo semi-inconsciente en su regazo y lo sostuvo entre sus brazos. Entonces el niño abrió los ojos."

Karl Heinrich Ulrichs
Manor



"Hasta el día de mi muerte, miraré hacia atrás con orgullo por haber encontrado la valentía para enfrentarme cara a cara al espectro que por tiempo inmemorial ha estado inyectando veneno en mí y en hombres de mi naturaleza. Muchos han sido llevados al suicidio porque toda su felicidad en la vida estaba contaminada. De verdad, estoy orgulloso de haber encontrado la fuerza para dar el golpe inicial a la hidra del desprecio público."

Karl Heinrich Ulrichs



Sunt mihi barba maris, artus, corpusque virile;
His inclusa quidem: sed sum maneoque puella.

[Tengo yo una barba masculina, y miembros y cuerpo viril;
soy una que está encerrada por ellos; pero soy y sigo siendo una muchacha]

Karl Heinrich Ulrichs




















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