Louis Veuillot

"A lo largo de mi vida, he sido perfectamente feliz y he estado orgulloso de una sola cosa: haber tenido el honor y al menos la voluntad de ser católico, es decir, de obedecer las leyes de la Iglesia."

Louis Veuillot


"Cuando el Papa Silverio, a quien él había relegado a la isla de Palmaria, murió en ella de miseria y de hambre, Belisario hizo construir una iglesia como en expiación, digámoslo así, de su falta. Esa iglesia fue Santa María in Fornica, situada cerca de la fuente de Trevi, en la cual puso este ex-voto: «El patricio Belisario ha fundado esta iglesia para obtener el perdón de su falta. Vos, quien quiera que seáis que visitéis este lugar santo, pedid a Dios que tenga piedad de Belisario.»
Señor, tened piedad de Belisario. Tened piedad de todos los desgraciados que se encuentran colocados en el camino de una gran fortuna, sin tener un corazón grande también. Haced en vuestra misericordia que caigan, que queden destruidos, que se arruinen los que, impulsados por el viento de la prosperidad, más temblorosos y más hambrientos a medida que se ven más elevados, llegarían a perder el valor necesario para huir del crimen, y llegarían a un tiempo mismo al colmo de su ambición y al colmo de su ignominia.
Los caminos que recorremos alrededor de los muros de Belisario son solitarios y bellos, tapizados de yerba y adornados con ruinas. Ofrecen la verdadera imagen de esas propicias decadencias de la fortuna, que engrandecen el corazón en la misma proporción que aquella decae. Así es que no nos hubiera sorprendido encontrarnos allí con el general de Justiniano, despojado de su grandeza, y más dichoso y más contento de sí mismo que en la época en que su fortuna privada le permitía sostener siete mil hombres.
Llegamos por fin a la hostería. Allí encontramos una sala blanqueada con cal, y una vieja mesa de encina, sobre la que se colocó un desayuno que nos costó diez y siete sueldos, incluso la propina. Es una de las ventajas de Roma el poder almorzar donde se quiere, y al precio que se quiere. Todas las puertas están abiertas para todo hombre honrado. Porque en Roma se tiene el derecho de ser pobre, y la pobreza es franca y de buen humor.
¡El derecho de ser pobre! ¡El buen humor de la pobreza! Ved ahí dos grandes bienes, de los cuales el mundo concluirá por no tener ni aun idea; y cuando estos dos apoyos le falten, habrá llantos y rechinamiento de dientes. Roma es el país de la pobreza honrada y contenta.
Hoy mismo he visto a uno de mis amigos, excelente sacerdote, que salió de París hace dos años con su Breviario bajo el brazo, y todo su equipaje en un pequeño saco de noche. Había gastado todo su capital en satisfacer el importe del pasaje, y llegó a Roma sin más equipaje que un plan de estudios.
Ha podido reducir todos sus gastos a veinte sueldos por día, sin pedir nada a nadie. Tiene casa, alimento y libertad; está contento, rodeado de consideraciones, y componiendo un precioso libro."

Louis Veuillot
El perfume de Roma



"Hay cosas que no las ven sino los ojos que han llorado mucho."

Louis Veuillot ¿?


"La Iglesia católica primero y luego lo que existe; la Iglesia católica para mejorar, corregir y transformar todas las cosas."

Louis Veuillot




"La respuesta de Jesús fue divina: en aquel mismo momento curó a muchos enfermos y poseídos del demonio que le rodeaban, y luego, dirigiéndose a los discípulos de Juan Bautista, dijo: «Id, y contad a Juan lo que habéis oído y visto; los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres les es anunciado el Evangelio. Y bienaventurado el que no se escandalizare en mí.» Estas palabras aluden claramente a las de Isaías, cuando anunció que en tiempo del Mesías los cojos saltarían como los ciervos, la lengua del mudo quedaría libre, y los oídos del sordo y los ojos del ciego se abrirían. Así los discípulos de Juan recibieron una doble prueba: la de los milagros y la del cumplimiento de las profecías. Jesús hizo a continuación el elogio de Juan, ensalzando su firmeza, su vida austera y su rango entre los Profetas: «Sí, ciertamente os digo que es más que Profeta, porque este es de quien está escrito: He aquí que Yo envió mi Ángel ante tu faz que preparará tu camino.» «Y en verdad os digo que entre los nacidos de mujeres no apareció otro mayor que Juan Bautista.»
Poco tiempo después tuvo lugar la muerte del Precursor. Herodes, que le tenía encerrado en el castillo en que celebraba hacia un año su incestuoso enlace con la mujer de su hermano, dio su cabeza a una hija de aquella, Herodías, para recompensarla por haber bailado delante de él después de un festín. Era moda en aquella época entre las mujeres de alto rango bailar imitando a dos mímicas célebres, Pílades y Batila, a quienes Roma admiraba; y por esto se ve lo que eran los Reyes y los poderosos de la tierra en la época de Jesucristo. En tanto Jesús iba por las ciudades y por los pueblos anunciando el reino de Dios, y los Doce le acompañaban, formándose a su ejemplo en el ministerio, aun para ellos desconocido, y que debían desempeñar más tarde. Seguíanle también, según la costumbre establecida, algunas mujeres, o ya curadas de sus males, o ya libres de los espíritus malignos: eran María Magdalena; Juana, mujer de Chusa, intendente de Herodes; Susana, y varias otras que le asistían con sus bienes. Jesús recibía también a los ricos entre sus discípulos; y el Evangelio, al señalar con frecuencia esta circunstancia, refuta el error de aquellos que quieren ver en Jesucristo una especie de nivelador y predicador de la igualdad de bienes y condiciones. Es verdad que aquellos ricos eran pobres de corazón; y debían serlo, porque es imposible servir a Dios y a Mammona (riqueza); pero Jesús les enseñaba solo el buen uso de las riquezas, e imponía únicamente su pobreza a aquellos a quienes llamaba al ministerio del Evangelio.
También los fariseos le seguían, y, mezclados con la multitud, trataban de corromper los buenos sentimientos de aquel pueblo que no podía oír a Jesús ni contemplar sus milagros sin reconocer en Él al enviado de Dios. Con frecuencia, cuando Jesús entraba en una casa para descansar, iba a ella tanta gente, que ni siquiera podía comer el pan, que era su alimento. Llevábanle enfermos, y los enfermos eran curados, y el pueblo exclamaba: «¿No es este el Hijo de David?» Aquel entusiasmo popular exasperaba el odio de los fariseos, que, no pudiendo negar los milagros, volvían a decir que Jesús arrojaba los demonios por medio también de los demonios, mientras le pedían que hiciera prodigios en el cielo. Jesús les congregó un día, y les mostró lo absurdo de aquella acusación, porque el demonio no obra contra sí mismo, ni en nombre de Satanás se puede arrojar a Satanás; añadiendo: «Si por el espíritu de Dios arrojo al demonio, es que el reino de Dios ha venido.» Pero aquellos sabios no querían convertirse, y al ver su obstinación, Jesús se dolió de ella, y la condenó. «Yo os lo digo: todo pecado y blasfemia serán perdonados a los hombres; más la blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada; y todo el que dijese palabras contra el Hijo del Hombre, perdonadas le serán; más al que las dijese contra el Espíritu Santo no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro.» Esto lo dijo Jesús, según lo hace notar el Evangelio, «porque le acusaban de estar poseído del espíritu inmundo,» es decir, del espíritu de la mentira, cuyo nombre es Satanás. Aquel que tenga oídos, oiga."

Louis Veuillot
La Vida de Nuestro Señor Jesucristo











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