Lucio Vicente López

¿Cómo pretender formar, en una sociedad nueva, estanque inmenso en que se derraman todas las corrientes del mundo, una raza pura, selecta y letrada?  … Lo sé; nosotros, los contemporáneos, vemos la ola invasora que nos anuncia la inundación por todas partes. Esos grupos de hombres, mujeres y niños, que pululan en las riveras de nuestras ciudades, llevando todavía sus trajes nacionales, hablando mil dialectos y ninguna lengua, vástagos de germanos y de italiotas, de galos y de godos, inmensa polenta humana, constituirán sin duda las familias patricias del porvenir…

Nuestras democracias sudamericanas corren el peligro de hacerse plebeyas e ignorantes; y los esfuerzos de los hombres de pensamiento deben dirigirse a prevenir los estragos de este género de democratización de la igualdad, de la libertad y del falso liberalismo;     pero para detener la protesta en sus mismos labios, me bastará recordar que la democracia, como todo gobierno bien entendido, es el respeto a todos los derechos por todos los poderes; el gobierno de las clases intelectuales, de los varones justos y capaces de la república.

Entonces yo digo, señores, que es gran deber, gran virtud, gran imperio, volver al pasado, inspirarnos en la influencia clásica de la revolución argentina, defender a la América del materialismo que la amenaza, ser dignos para ser fuertes, ser fuertes para ser grandes. Volver al pasado quiere decir releer nuestra historia, respetar el talento, combatir la mediocridad, demoler el cosmpolitanismo y trazar de una vez con rasgos firmes el perfil definitivo de la patria.

Lucio Vicente López
Discurso pronunciado por el Dr. Lucio V. López en la colación de grados de la Facultad de Derecho el 24 de mayo de 1890; en Lucio Vicente López en el cincuentenario de su muerte (1894 – 1944), Comisión de homenaje, 1944, págs. 25-31.



"Voy a morir con la convicción de que he sido uno de los hombres más honrados de mi país. He levantado resistencias... pero ellas no venían jamás del lado de los buenos."

Lucio Vicente López




"Y cuando don Eleazar llegaba al fin de su discurso, abría su caja de rapé, invitaba a su interlocutor, y en seguida sacaba de sus profundas faltriqueras un largo pañuelo de la India con el cual se sonaba las narices y se cubría el rostro, para hacer más expresivas sus lamentaciones.
En el orden interno del escritorio, don Eleazar era de una severidad que rayaba en crueldad; jamás una licencia, un respiro, un descanso para sus dependientes. Se trabajaba allí de día y de noche sin reposo, bajo la dirección inmediata de don Anselmo, el alter ego de don Eleazar; un mozo español, de cuarenta años, sagaz, alerta y ladino para los negocios como un capeador para burlar el toro, y sin el cual rara vez don Eleazar celebraba conferencias sobre negocios delicados e importantes.
Don Eleazar jamás se presentaba en teatros, bailes y paseos. Venía por la mañana de su quinta en su clásico cupé tirado por dos caballos gateados, mansos y tranquilos, que volvían a conducirlo por la tarde o por la noche, si las exigencias del trabajo reclamaban su presencia en el escritorio después de comer. Pero si don Eleazar no andaba en sociedad, su nombre y su influencia se dejaban sentir en mil formas distintas: en las elecciones formaba siempre parte en los dos bandos sin dar su nombre y concurría eficazmente al triunfo de ambos partidos con sumas gruesas de dinero."

Lucio Vicente López
La gran aldea






















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