Pedro Vergés

"Cada vez que regreso a mi país después de un largo viaje, lo primero que hago es preguntar por los que se murieron... Sólo después, no antes de cumplir este pequeño rito funerario, me considero con derecho a la vida. Nicanor Parra.
El olvido de los que pronunciaron la palabra jamás, esos que en los andenes de las ciudades se esperan todavía, en todos los andenes de la ciudad, como sombras o dobles de sí mismos, soñando con encontrar la mano que dejaron tendida en el vacío, alejándose, yéndose, perdiendo su perfil inalcanzable, casi roto en el tiempo del adiós, que es infinito, como ya sabemos.
Esos no telefonearán jamás a sus amantes ni emergerán de esas cuevas de exterminio donde el dolor amenaza, donde la miseria oprime, donde posiblemente no estará Tamakún ni habrá un príncipe lleno de abalorios para obsequiar a la princesa.
Terminarán uno de tantos días bajo la luz de los atardeceres, como una larga mina al descubierto, con toda su maldecida oscuridad en la mirada con una densa niebla de petróleo en las rodillas.
Acabarán danzando en la espesura de los alfileres, coleccionando pliegues, ángulos, restos de madera, con un tic demoníaco, con un ardor incólume, como el de ciertos perseguidos por nada.
Acabarán llorando amontonados, llenos de largos hilos, tropezando en las redes de la luz.
Penetrarán en la tiniebla como ciegos mandriles, lentos y horrorizados de esas viscosidad de terciopelo con que amaron un día."

Pedro Vergés
Durante los inviernos



Hora cero

Hay domingos, como te iba diciendo,
en que uno bebe hondos silencios, amargos
como vino de sangre, domingos inconclusos y tediosos
en que el mar palidece y una sombra se ciñe a nuestra sombra
y el aroma de un cactus penetra la indomable
parsimonia del tiempo, y tú no estás,
y nadie, ni siquiera yo mismo, se encuentra en los contornos.
Hay domingos en los que los objetos, estas cerillas retorcidas
por su propio fuego,
como mi corazón,
estos floreros, estas flores que mueren,
como mi corazón, claman, piden, asedian,
se interponen en todo, me hacen sentir
que todo lo he perdido.
Hay domingos así.
Hay domingos de largas avenidas.
Hay domingos sin tregua, sin un solo coral, sin una sola ola,
Sin esa diminuta piedrecita de ámbar
que uno quisiera a veces encontrar en la vida.
Hay domingos como éste, en los que tú no estás ni yo respiro,
domingos coleópteros, afiebrados,
como largos discursos,
domingos con sus telas, domingos con sus lienzos,
domingos con sus listas de todos los domingos,
con sus pequeños ruidos, su teléfono,
domingos que te allanan y te violan,
acotadas marismas donde un alud de nada
y de piedras sin nombre
imitan la espesura, tienden trampas amargas,
cabinas que cobijan la luz lunar y el tedio.
Hay domingos inciertos, domingos como hechos
para el hombre que soy en esta hora.
Hay un Santo Domingo y un maldito domingo,
un maldito domingo aquí en Santo Domingo,
un domingo que es todos los domingos,
un asqueroso y nauseabundo día domingo
que se prolonga indefinidamente.
Un domingo que contempla su lunes, su semana irrestricta,
como si se mirara en un espejo. 

Pedro Luciano Vergés Cimán



"La clave del enigma se encontraba en las cartas de Carmelo, que Yolanda había estado recibiendo puntualmente desde que regresó al país. En eso y en las que ella misma, tonta, retonta, requetesupertonta, le mandara en respuesta de las primeras, cuando, a juzgar por otra que le escribió una amiga de ambos, parecía que Carmelo se hallaba al borde del suicidio o, en su defecto, al borde de la desesperación y la locura, entregado a la bebida y sumido en una crisis de esas que se estilan en la urbe de los rascacielos. Yolanda no se explicaba cómo pudo caer en la estúpida trampa de dejar documentos escritos acerca de sus pasadas relaciones, pero en aquel momento las cartas de Carmelo, sus propuestas de matrimonio, sus declaraciones amorosas, lo mucho que, según él, había sufrido después de su partida, despertaron en ella un sentimiento de culpabilidad y compasión tan grande que no pudo evitar acudir en su ayuda dándole ánimos y diciéndole (pues no pasó de ahí) que lo de ellos podía y debía quedar en amistad y que un hombre como él no tendría dificultad alguna en encontrar una muchacha joven, amable y cariñosa que le correspondiera.
Sus respuestas nunca abandonaron ese tono ni fomentaron futuras esperanzas, a pesar de lo cual ella sentía en su pecho una profunda y cada vez más desesperante preocupación. ¿Por qué? Pues porque al rayar con lápiz negro el trozo de cartón que le sirvió de apoyo para escribir las fatales misivas y al descifrar, después, las palabras que así se dibujaban, había logrado recordar algunos trozos francamente comprometedores. Frases como: “Lamento mucho que el olor de mi cuerpo desnudo te haya dejado una impresión tan imborrable como dices…”, o aquella otra: “…quisiera eliminar de mi memoria las cosas que hicimos allá en mi apartamento y te aseguro…”, le laceraba! el espíritu, llenándola de miedo y de desasosiego. Sobre todo de miedo, ya que, si bien las cartas enviadas no pasaban de cuatro (las recibidas alcanzaban el número de nueve) y de que incluso antes de conocer a Wilson ella ya había dejado de escribirle, lo cierto era que luego había llegado a comprender que se trataba de pruebas perfectamente utilizables en su contra, pruebas que Wilson podría conocer algún día, y eso no la dejaba ni dormir, ni soñar, ni ser feliz, ni nada."

Pedro Vergés
Sólo cenizas hallarás




"La literatura dominicana que naturalmente se fundamenta en el hecho lingüístico, en la lengua común, creo que está pasando por una etapa de reacción y están apareciendo textos que apuntan en una buena dirección, junto a otros que realmente no merecen la pena. En ese sentido, los que nos dedicamos a esto debiéramos de hacer un esfuerzo para mantener un tono que nos permita salir de las fronteras insulares y comunicarnos con el resto de la lengua, que es cosa que no hemos logrado por múltiples razones que no tienen que ver con la literatura sino con la estructura en que se sostiene la literatura, que aquí es muy débil. Veo que hay algunos escritores que apuntan a una obra bien hecha que espero que termine haciéndose y, de hecho, ya hay dos o tres que tienen mucha validez."

Pedro Vergés



"La literatura es esencialmente verdadera, desde el punto de vista de que es la verdad de la ficción, al contrario de la historia, que es la ficción de la verdad. Teniendo en cuenta eso, cada narración, cada libro, cada cuento es un universo autónomo. No importa incluso que los personajes se repitan o que haya un continuo, cada obra en el terreno de la narrativa es un mundo que tiene sus propias leyes y que, por lo tanto, es absolutamente independiente de cualquier otro, por mucho que en algunos aspectos se parezcan."

Pedro Vergés


















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