Vassilis Vassilikos

"Apenas una palabra más. Cuando estaba ordenando estos papeles, me di cuenta de que había descuidado por completo comentar el texto seminal de Thrassakis, Conversaciones con Andreas Kalvos. Antes de empezar, debería señalar, entre otras cuestiones, de qué trata Glafkos en este texto, del traslado de los restos de Kalvos el 5 de junio de 1960 desde el cementerio de Kensington, donde habían permanecido a lo largo de noventa años, hasta su "soleada y bella Zacinto" en el acorazado "Hartzikonstantis". Porque esta cuestión podría incidir, en mi opinión, en el hecho de que remover los huesos de Thrassakis de la tierra de nadie del cementerio donde estaban situados, entre el Berlín Este y Oeste, a su "soleada y bella Zacinto" podría ser útil tratarlo más extensamente en estas "Conversaciones". Incluso aunque nada se añada en relación a la controversia sobre sus trabajos, podría arrojar alguna luz externa sobre mi propia oscuridad interna.
El propio Glafkos sintió un interés (profético podríamos decir) en este particular aspecto de la vida (y la muerte) del poeta de las Odas, como si se tratara de algo con lo que él mismo debería enfrentarse más adelante. Kalvos, tal como lo vio Thrassakis, no era un idólatra de los restos mortuorios. Pero a pesar de su escaso interés por ellos, terminó interesando a otros en los suyos propios.
Ésta no es, como dijimos más arriba, la única cuestión en las "Conversaciones" de Thrassakis, pero sí, de algún modo, la última que él se planteó, y siendo ésta la postrera cuestión, yo mismo me siento sorprendido y en cierto modo tentado a no mencionar lo propio, aunque permitiera que fuera mi última cuestión. Después de todo, pronto se convertirá sin duda en una preocupación palpable en torno al enfoque de "Los años de Thrassakis."

Vassilis Vassilikos o Vasilis Vasilicós
Lo poco que sé acerca de Glafkos Thrassakis



"Grecia se levantará y dirá a Europa: No somos tus esclavos."

Vassilis Vassilikos


"Nosotros no queremos hablar de Freud. Somos prácticamente indiferentes a su interpretación de los sueños. En lo que a nosotros respecta, Freud no hizo otra cosa que reducir su alta frecuencia a un nivel más asequible. El mismo procedimiento empleado por Edison, valiéndose de conocimientos técnicos, valor e inteligencia, hasta llegar a la bombilla. Lo que queremos decir es totalmente diferente: Desde que el hombre comenzara a caminar, ha estado soñando continuamente. La posición bípeda le permitía mantenerse erguido. En el sueño se veía a sí mismo, dotado de la energía necesaria para mantenerse alerta, en orden a continuar sobre la tierra su mortal existencia, contraria a lo onírico.
Cuando mis amigos "oniricistas" y yo (nuestra amistad fue saturada con los sueños como el algodón hidrófilo) decidimos publicar un periódico, El almanaque de los sueños, en el típico formato largo de los rotativos, y no como un tabloide con fotografías en color pésimamente impresas (porque los sueños son negros y blancos y, afortunadamente, las cámaras no están concebidas para darles color). Naturalmente, tuvimos que enfrentarnos al problema primordial de todo periodista, que no es otro que la cuestión de las finanzas. Carecíamos de capital suficiente, pero incluso aunque alguno de nosotros hubiera dispuesto del mismo, no nos habríamos atrevido a sugerirle que lo invirtiera en un proyecto tan incierto como el nuestro."

Vassilis Vassilikos
Y los sueños son sueños


"Y el tren corría y silbaba en un mundo petrificado, solos, los jefes de estación y los guardagujas eran, aquel día, presa del pánico. «Es la primera vez en toda una vida pasada al servicio de los ferrocarriles, pensaba el jefe de la pequeña estación de Papapuli, que veo esto»; llamadas telefónicas, informes de que el tren fúnebre ha pasado «sin incidentes»; solo, el jefe de estación de Papapuli que acababa de comer una gallina decapitada la víspera por el expreso, no pudo maniobrar las agujas, de modo que el tren tomó otra vía y estuvo a punto de chocar con unos vagones de carga; afortunadamente el maquinista los vio a tiempo y frenó; el convoy se deslizó durante casi doscientos metros antes de detenerse; el ataúd, aunque sujeto, se bamboleó en su envoltura aherrojada; los parientes pegaron sus máscaras a los vidrios; una valija cayó de la red; y los gusanos, los gendarmes, estaban tan apretados unos contra otros, que era como preguntarse si alguna vez se despegarían; el oficial responsable creyó al principio que era un acto de sabotaje para escamotear el cadáver, dio la señal de alarma a sus hombres no bien el tren se hubo detenido, hizo salir del vagón a los que estaban pegados entre sí, para que se desplegaran como francotiradores a lo largo de la vía férrea y viendo que el tren daba marcha atrás y que el maquinista les indicaba con un gesto que no pasaba nada grave, comprendieron que no los amenazaba ninguna fuerza enemiga; y el alma, al ver desde arriba este rodeo, halló tiempo para encaramarse en un olmo de la llanura tesaliana al pie del cual un joven pastor tocaba la flauta para encantar a las escasas serpientes; entre tanto, el jefe de la estación, devolviendo el tren a la buena vía, lanzó un suspiro de alivio y telefoneó con arreglo a las órdenes, añadiendo un zumbido más a los hilos que pasaban por encima del Pinios, el río suave, el río verde e indiferente al resto de la llanura que vive la misma vida de esclavitud desde su liberación; sólo el río, se decía el alma, sueño de los sedentarios de esta llanura, sólo él lleva sus sueños hasta el mar para hacerlos libres, sólo el río, alma de un país nivelado, bordeado de sauces llorones y de plátanos centenarios que nadan en esas aguas y que antes de lanzarse al mar conoce las emociones y los estremecimientos de la adolescencia, así como ella, el alma, antes de fundirse en una nube, puede ver más allá de su cuerpo difunto y contemplar el espectáculo de un mundo que pronto perderá. Volvió a bajar, dejó atrás el valle del Tempe, el camino nacional y la refinería de azúcar con sus camiones cargados de remolachas, alineados delante de la entrada y llegó a la estación de Larissa que el tren atravesaba como una flecha; el pequeño vendedor de yogur no comprendió por qué los cultivadores blandían con aire amenazador pañuelos rojos en lo alto de sus horquillas; pensó que era algún «señor Ministro», uno de esos grandes propietarios de la región que suelen llegar a ministros para defender mejor sus intereses, y por eso esperaba aún más que el tren se detuviera, pero lo vio pasar como un bólido, dejar tan sólo un velo de humo y un paquete de diarios que al caer de la ventanilla, vino a estallar a sus pies como una granada, diarios de la mañana que decían:
«Cualquiera que sea el ángulo desde el cual se analicen los incidentes de Salónica, es indudable que se han producido como consecuencia de las provocaciones intolerables de los elementos comunistas. Por lo demás, si el pueblo de Salónica no los hubiera sentido como una provocación, ¿por qué se las tomó con los comunistas? Si los altoparlantes no hubiesen transmitido eslóganes incendiarios, ¿hubieran considerado indispensable reaccionar los apacibles habitantes de la ciudad que se encontraban por casualidad en el barrio? ¿No lo han hecho precisamente en razón de las provocaciones reiteradas de los oradores rojos? Y si después de esas provocaciones, los comunistas no se hubieran empeñado en organizar un cortejo reí vindicativo encabezado por el diputado comunista que hallaría la muerte en un accidente, ¿se habrían producido todos esos acontecimientos?"

Vassilis Vassilikos
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