Albert Wendt

En nuestro interior la muerte

En nuestro interior la muerte
como dulce miel de la vaina del
tamarindo estalla en el sol de la
mañana, en los fósiles coralíneos
que en la luna llena arrastran las
mareas viriles en los arrecifes de las
lagunas. Los polinesios son muertos
entretejidos con mi carne como la música
de las flautas. Mis padres escaparon de
las guerras del sol, buscando estas islas
y guiados por proféticas estrellas, surgidas
desde el ojo del mar, como las tortugas que
arrastran sus huevos a la playa de anémonas
y estrellas de mar, con olor y hedor de muerte.
Ojos que testimonian la visión original,
quemada para abofetear las tormentas, los
huracanes de hibiscos sangrientos que
hieren y gangrenan la sal. Son islas
al borde del melancólico mito azul
y de la diosa terrible de la orquídea,
imagen de piedra y canto que entierra
sus heridas, mirando desde la raíz
a la sombra, que olvida el grito
estridente y nonato. 

Albert Wendt



Padres e hijos

Padres e hijos a través de muchas puertas
lloran, ceden y no recuedan quiénes eran,
como aves que bucean alrededor del cielo.
He dejado de creer en Dios, llevo voluntariamente
el patrimonio de mis muertos, mis hijos todavía
tienen que reconocer los suyos. Algún día sabrán
que la muerte es la espléndida vestidura que lleva
el alma, que los pensamientos son feroces heridas
que surcan el cielo.

Albert Wendt



Una puerta es la presencia
de lo que se abre
y de lo que se cierra, la sensación
de lo que se mece
hacia adentro y hacia afuera,
algo que se jala
o se empuja,
la espera de los visitantes
(y su despedida),
la acumulación
de secretos y privacidad,
un quedarse fuera
un quedarse dentro,
el retorno,
la huida, la posibilidad
de todo eso.
Una puerta contempla todas
sus posibilidades
y sabe
que es todas
las puertas.
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Albert Wendt

































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