Andrzej Zaniewski

“Dentro de ti el tiempo y el espacio convergen, se contraen, nada importa qué pasó antes y qué paso después.”

Andrzej Zaniewski
La rata


"El tren se detiene, unos pasajeros bajan, otros suben; traen olor a la lluvia, al barro de la calle. Pasamos por localidades desconocidas, que no son, sin embargo, mi meta. Quiero llegar a la ciudad cuya fragancia buscaba el viejo macho.
Tu olfato no retuvo aquel aroma y nunca estarás seguro de si has llegado realmente a la ciudad que buscas.
Reconoceré el aroma enseguida, lo distinguiré entre todos los demás, encontraré la ciudad a la que él quería volver. Tal vez huyera de allí para luego convencerse de que en ningún lugar habría de librarse de la inquietud, del temor, de la sensación de peligro.
Te inculcó su agresividad, su necesidad de viajar, sus sueños agitados. En ningún sitio te quedas por mucho tiempo, vas de un lugar a otro, buscas.
Los hombres abren ligeramente la ventanilla, el departamento se llena de un viento fresco, húmedo, que indica la cercanía de un gran embalse. Me despierto, aspiro el aire. Llego a mi meta.
Cesa el traqueteo rítmico de los raíles, el tren pasa de una aguja a otra. Los hombres recogen sus bultos, cierran sus bolsas y sus maletas.
La estación. El tren para. Los hombres abandonan el departamento. El último en salir cierra la puerta corredera.
Espero a que cese el movimiento en el pasillo. Estoy encerrado. Salto al asiento, al marco de la ventanilla. No existe la más mínima ranura. Me revuelco por el departamento, araño y muerdo la puerta con rabia.
Has llegado a una ciudad cuyos contornos imprecisos observas desde la ventanilla, pero no puedes abandonar la caja en que te han encerrado.
La rata recorre el estrecho compartimento, se sube a los porta-equipajes, revisa todos los rincones y recovecos, chilla, no se da cuenta de que el tren ha arrancado de nuevo, de que sigue rodando.
Se para en una vía muerta. Estrellas la cabeza contra la ventanilla y las paredes, muerdes en varios sitios queriendo salir.
De madrugada, cuando la primera luz grisácea entra a través de los cristales, una mujer que hace la limpieza abre la puerta. Sales de un brinco, rozando sus piernas.
La mujer grita, golpea el suelo con un trapo que pende de un palo largo.
La puerta del vagón está abierta. Saltas a la blanca niebla que flota sobre la vía.
Al atardecer de un día caluroso, cuando atravesabas el patio trasero de un restaurante, una piedra te rozó la cabeza. Reboté en el tabique de ladrillo que albergaba los cubos de basura y cayó, inerte, entre un montón de latas vacías de conserva, despertando ecos estridentes en el oscuro pozo del patio. Estos aún te persiguieron durante un rato por el sótano lleno de garrafones burbujeantes de vino, rebotando en las lisas paredes y las superficies de vidrio.
Atraviesas el sótano siempre fresco y por una larga galería llegas al conducto de ventilación que lleva a la cocina. Allí reina un bochorno agotador y las vaharadas de aire caliente traen aromas embriagadores que avivan el hambre.
Trepas por una empinada pared de ladrillo visto y, a través de un boquete que se abre entre varios ladrillos cascados, pasas a la tubería que está al lado. Ahora bajas, Andas en una oscuridad casi completa, guiándote por tus sensibles bigotes, tu olfato y la firmeza del suelo. Tus patas se hunden en una fina capa de ceniza: estas en el cuarto de las calderas, desde donde se distribuye el agua caliente a todo el edificio."

Andrzej Zaniewski
La rata


“Procuro vivir en la frontera de ambos mundos —el de las ratas y el de los hombres —más en la superficie que debajo de ella. Vivo con miedo, vigilante, nervioso. Pero aquí el mundo de los hombres y el mundo de las ratas se entremezclan, se confunden, se cruzan, se unen, se identifican…”

Andrzej Zaniewski
La rata







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