-Y ahora, hermano, le voy a revelar un misterio -dijo Igor,
deteniéndose para recuperar el aliento-.
En la superficie de la tierra, como puede ver, hay escarcha,
está helada, pero eleve el termómetro unas yardas y verá que hay calor… ¿A qué
se debe este misterio?
-Confieso que no lo sé -dijo Kovrin, riendo.
- ¡No! Usted no puede saberlo todo. El cerebro más
privilegiado de todo el mundo no puede comprender todo. ¿Todavía sigue
estudiando filosofía?
-Sí-respondió Kovrin-; siempre estoy estudiando filosofía y
psicología.
- ¿Y no se aburre?
-Al contrario, no puedo vivir sin ello.
Antón Chéjov
El monje negro, página 5
¿Qué se puede hacer con hombres de esta calaña?
Antón Chéjov
El monje negro, página 6
Hace mil años, un monje, vestido de negro, erraba por unos
parajes solitarios, no sé si en Siria o en Arabia. A unas millas de distancia
de aquel lugar unos pescadores vieron a otro monje negro caminando lentamente
sobre la superficie del agua de un lago. El segundo monje era un espejismo.
Antón Chéjov
El monje negro, página 8
Cuando cesó la música, cogió de la mano a Tania y la llevó a
la terraza.
-Durante todo el día -le dijo Kovrin- he tenido metida en la
cabeza una extraña leyenda. No sé si la he leído o se la he escuchado contar a
alguien; no lo recuerdo. Se trata de una leyenda muy curiosa, aunque no muy
coherente. Antes de contársela, quiero advertirle de que no está muy clara.
Hace mil años, un monje, vestido de negro, erraba por unos
parajes solitarios, no sé si en Siria o en Arabia. A unas millas de distancia
de aquel lugar unos pescadores vieron a otro monje negro caminando lentamente
sobre la superficie del agua de un lago. El segundo monje era un espejismo.
Tenga usted en cuenta que las leyendas prescinden de las
leyes de la óptica, como es lógico, y escuche lo que viene a continuación. Del
primer espejismo se produjo otro espejismo; del segundo espejismo se produjo un
tercero, de forma que la imagen del Monje Negro se refleja eternamente desde un
estrato de la atmósfera a otro. En cierta ocasión fue visto en África, luego en
la India, en otra ocasión en España, luego en el extremo norte. Al fin, se
eclipsó de la atmósfera de la Tierra, pero nunca se presentaron las condiciones
necesarias como para que desapareciera del todo. Quizá hoy sea visto en Marte o
en la constelación de la Cruz del Sur.
Ahora bien, la esencia de todo esto, su verdadero meollo,
por emplear esta palabra vulgar, radica en una profecía que sostiene que
exactamente mil años después de que el monje se retirara a aquellos parajes
desiertos, el espejismo volverá a ser captado en la atmósfera de la Tierra y se
mostrará a todos los hombres del mundo. Este plazo de mil años, según mis
cálculos, está a punto de expirar. Según la leyenda, debemos ver al Monje Negro
hoy o mañana.
-Es una historia muy extraña -dijo Tania, a quien no le
había agradado.
-Pero lo más sorprendente de todo -dijo Kovrin riéndose- es
que no recuerdo cómo esta leyenda se me ha metido en la cabeza. ¿La he leído?
¿Me la han contado? ¿Se trata simplemente de un sueño? No lo
sé.
Antón Chéjov
El monje negro, página 8
los hombres de ideas geniales son siempre personas muy
nerviosas, y víctimas de esta especie de exaltada sensibilidad. Supongo que
tiene que ser así.
Antón Chéjov
El monje negro, página 15
No podía comprenderlo, pero todo su ser se llenó de gozo. Se
levantó y dio algunos pasos por su habitación, disponiéndose a iniciar su
trabajo. Pero lo que leía en los libros ya no le satisfacía. Ahora sólo deseaba
pensar en algo inmenso, vasto, infinito.
Antón Chéjov
El monje negro, página 16
Durante un instante ambos se miraron; Kovrin, asombrado,
pero el monje bondadosamente, aunque con una expresión taimada y astuta en su
rostro.
-Pero si es un espejismo -dijo Kovrin-, ¿cómo es que está
aquí, y cómo se sienta en este banco?
Esto no está de acuerdo con la leyenda.
-Es lo mismo -respondió el monje con tono suave, volviendo
su rostro hacia Kovrin-. La leyenda, el espejismo, yo mismo, todo no es más que
el fruto de su imaginación exaltada. Yo soy un fantasma.
- ¿Es decir -respondió Kovrin- que no existe?
-Piense lo que quiera -respondió el monje, sonriendo
burlona-mente-. Yo existo en su imaginación, y dado que su imaginación forma
parte de la Naturaleza, es evidente que yo debo existir en la Naturaleza.
Antón Chéjov
El monje negro, página 19
A vosotros, los hombres, os espera un maravilloso y
grandioso futuro. Y cuantos más hombres como usted tenga el mundo, más pronto
llegará. Sin ustedes, ministros de los más altos principios, que viven libre y
honradamente, la humanidad no sería nada; desarrollándose en su orden natural,
debería esperar el fin de su vida terrena. Pero usted ha acelerado en miles de
años la llegada de este maravilloso futuro existente dentro del reino de la
eterna verdad: y éste es el grandioso servicio que ha sabido llevar acabo.
Usted lleva dentro de su ser aquella bendición de Dios que descansa sobre la
gente buena, sobre los hombres de corazón limpio y puro.
Antón Chéjov
El monje negro, página 20
- ¿Y cuál es el objetivo de la vida eterna? -preguntó cada
vez más intrigado Kovrin.
-El mismo que el de toda vida. La verdadera felicidad radica
en el conocimiento, y la vida eterna presenta innumerables e inextinguibles
fuentes de conocimientos.
Antón Chéjov
El monje negro, página 21
-Pero si estoy físicamente enfermo, ¿cómo puedo confiar en
mí mismo?
- ¿Y cómo sabe que todos los hombres geniales en quienes ha
creído todo el mundo no han visto también visiones? Ser un genio es análogo a
la demencia. Créame, las personas saludables y normales no son más que hombres
ordinarios, vulgares, corrientes; un rebaño de ganado. Los temores a las
enfermedades nerviosas, agotamiento y decrepitud sólo pueden tenerlos aquellos
cuyos ideales en esta vida se basan en el presente; ése es el rebaño.
Antón Chéjov
El monje negro, página 21
Se lo repito, si quiere ser un hombre saludable y normal
únase al rebaño.
Antón Chéjov
El monje negro, página 22
¡Qué ideal más glorioso era ser el elegido, ser ministro de
la verdad eterna, poder formar en las filas de aquellos que se apresuraron
durante cientos de años en entrar en el reino de Cristo, de aquellos que se
sacrificaron para que la Humanidad fuese mejor, y se viera libre de pecado y de
sufrimientos, el consagrarlo todo a un ideal, juventud, fuerza, salud, morir
por el bienestar de todos!
Antón Chéjov
El monje negro, página 22
Volvió a la mansión, feliz y satisfecho. Lo que le había
dicho el Monje Negro no sólo había halagado su amor propio, sino su espíritu, y
todo su ser. ¡Qué ideal más glorioso era ser el elegido, ser ministro de la
verdad eterna, poder formar en las filas de aquellos que se apresuraron durante
cientos de años en entrar en el reino de Cristo, de aquellos que se
sacrificaron para que la Humanidad fuese mejor, y se viera libre de pecado y de
sufrimientos, el consagrarlo todo a un ideal, juventud, fuerza, salud, morir
por el bienestar de todos!
Antón Chéjov
El monje negro, página 22
-Yo anhelo un amor que tome posesión de todo mi ser, de toda
mi alma; y ese amor sólo tú puedes dármelo. ¡Soy feliz! ¡Cuán feliz soy!
Antón Chéjov
El monje negro, página 24
Aparecieron los sempiternos gusanos, que los trabajadores, y
hasta Igor Semionovich y Tania mataban apretándolos con los dedos, a disgusto
de Kovrin, a quien asqueaba ese acto repugnante.
Antón Chéjov
El monje negro, página 24
Cuanto más alto ha subido un hombre en su desarrollo mental
y moral, más libre es; su mayor satisfacción emana de su propia vida.
Antón Chéjov
El monje negro, página 29
-Se apretó la cabeza entre las manos y continuó-: ¿Por qué,
por qué me has curado? Bromuros, mezclas de hierbas sedativas, baños calientes,
observándome constantemente: todo esto acabará por convertirme en un idiota.
Has acabado por sacarme de mis casillas. Antes tenía delirios de grandeza, pero
al menos era activo, trabajador, dinámico e incluso feliz… siempre estaba
contento con mi felicidad. Pero ahora me he convertido en un ser racional,
materializado, como el resto del mundo. ¡Me he convertido en una mediocridad, y
estoy aburrido y cansado de esta vida! ¡Oh, cuan cruelmente…, cuan cruelmente
me has tratado! Admito que antes tenía alucinaciones, ¿pero qué daño le hacía a
nadie el que las tuviera? Te lo repito, ¿qué daño hacía?
Antón Chéjov
El monje negro, página 32
Los médicos hacen todo lo que está en sus manos para
convertir en idiotas a todos los hombres, y a este paso llegará el momento en
que la mediocridad será considerada genialidad, y la Humanidad perecerá.
Antón Chéjov
El monje negro, página 33
El Monje Negro se acercó a él y le susurró al oído que era
un genio, y que moría porque su débil cuerpo había perdido el equilibrio y no
podía servir más de cobertura de un genio.
Antón Chéjov
El monje negro, página 38
El monje negro, página 5
El monje negro, página 6
El monje negro, página 8
El monje negro, página 8
El monje negro, página 15
El monje negro, página 16
El monje negro, página 19
El monje negro, página 20
El monje negro, página 21
El monje negro, página 21
El monje negro, página 22
El monje negro, página 22
El monje negro, página 22
El monje negro, página 24
El monje negro, página 24
El monje negro, página 29
El monje negro, página 32
El monje negro, página 33
El monje negro, página 38
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