Eduardo Wilde

"Aceptados los datos falsos o verdaderos, las consecuencias forzosas debían ser tomadas como realidades.
No son de extrañar estas cavilaciones, en un lógico de nacimiento, cuyos elementos de juicio venían del examen de las imágenes de la Iglesia, o de algún trozo de Evangelio oído en los sermones y ampliado por su imaginación.
El diablo, personaje siniestro, según sus detractores, no le inspiraba temor; por instinto sin duda, presumía la evolución de las ideas de otros tiempos respecto a este distinguido sujeto.
En la Edad Media y antes de ella, el demonio, Lucifer, Satanás, o como quiera llamársele, era una entidad maléfica, dañina, cruel y repugnante, odiosa bajo todos los puntos de vista.
Ahora, gracias al conocimiento de la mitología, primero, y a los poemas, romances y piezas para teatros, cuyo tipo principal es el Fausto, Mefistófeles, nombre más eufónico que Satanás, un caballero simpático, algo escéptico, espiritual, ameno, bien educado, amable con todo el mundo, gallardo y valiente, conocedor como nadie de las flaquezas humanas y dotado de la más alta y serena filosofía. Si lleva almas al infierno con engaños, maleficios u otras truhanerías, no es por su cuenta, sino por orden expresa del Ser Supremo.
El infierno es una sucursal del cielo, las almas rechazadas en éste, son las únicas que aquél acoge (todo el mundo lo sabe).
Las teorías del cristianismo no pueden rechazar la lógica de las precedentes afirmaciones.
Más en armonía con los documentos humanos, está la mitología que hace de Júpiter y Plutón dos amigos y confidentes. Este mantenía también cordiales relaciones con los demás dioses y cedía a sus empeños cuando le pedían la libertad de algún condenado, dejándolo salir de los infiernos.
Mefistófeles, es de creerse, tendría iguales tolerancias, dado su espíritu caballeresco y bien humorado a pesar de las maldades que le atribuyen."

Eduardo Wilde
Aguas abajo



“Adán debió ser poeta, pero poeta en prosa, cuando solo, en el paraíso, bajo la sombra de los árboles y sobre un piso de flores, declaró a Eva su amor y sus antojos.”

Eduardo Wilde



Alma callejera

No puedo dormir; mi alma se sale de mi cuerpo y se va a la calle semi-oscura y húmeda, donde los faroles de gas parecen jaulas aburridas, que encierran canarios moribundos ardiendo.

Mi alma va topando las paredes de trecho en trecho o cayendo en su vuelo incierto, sobre las veredas, como la sombra de un pájaro ciego.

Mi alma huida marcha escondiéndose como si tuviera un paquete de intenciones ocultas debajo del brazo, o como si fuera una criada mercenaria que llevara un niño recién nacido a dejarlo clandestinamente en una puerta.

Mi alma avanza, avanza, a pesar de sus caídas y revoloteos, como una mancha que está dentro de los ojos, siguiendo en una dirección resultante, su ruta a través de las penumbras fantásticas que obstruyen la vía pública.

Mi alma viaja a favor de la noche y del silencio, su cómplice, como un capullo oscuro que va delante de los ojos y se pega cual sombra a los objetos, alargando su forma entre los huecos y saltando tangente en las aristas.

Busca un barrio, una casa, husmea las hendiduras de las puertas, se levanta, se asoma al ojo de la llave, huye como soplada por el viento, trepa por los barrotes de las ventanas, desaparece y su forma se esparce sobre la alfombra de una sala donde ha caído atravesando los vidrios entre dos varillas de persiana.

Un movimiento más y está como la proyección de un cuerpo, a inmensa distancia, sin que se vea el camino recorrido. Y luego temblando como un tul carbonizado puesto al extremo de un alambre fino, vuelve a golpearse en las paredes de la casa asediada, enfilando los ángulos, subiendo a las cornisas y elevándose sobre los muros para estampar su luto en el horizonte a través del vacío y volver fatigada del salto, a buscar pacientemente su entrada.

Como un núcleo flotante de humo negro, mi alma merodea sobre las azoteas, desciende a los patios, gira alrededor de las plantas y de repente se lanza a las habitaciones por los postigos entreabiertos.

Un ruido leve la estremece; es un suspiro que se escapa de entre las cortinas del lecho donde duerme una mujer. Mi alma se difunde sobre aquel cuerpo adorado, visita sus formas, se arrastra sobre ellas diseñadas bajo las finas telas, sigue las curvas de su busto, rodea el óvalo de su cara, enfila sus labios... la respiración la rechaza... un perfume la penetra... se aproxima de nuevo... una aspiración la absorbe y la instala dentro del seno más querido...

De allí no se moverá nunca; allí estará mezclada con la sangre de la mujer amada, recorriendo sus nervios y viajando de su corazón a su cabeza.

Allí vivirá siempre, alimentando su propia pasión, y yo, sin alma, me levantaré mañana para pasear mis ojos muertos sobre las indiferencias de la vida, viviendo de prestado y gestionando mi bocado de pan con mi cuerpo vacío, sin otra aspiración en la tierra que amarla y que me ame.

Eduardo Wilde



“De manera que escudriñando en la historia se puede desglosar de ella este principio: ‘Cuanto menos industria más poesía’. O lo que vale lo mismo: ‘cuanta más gente desocupada más poetas’. Para ser poeta se necesita tener tiempo de sobra… la poesía, pues, como el lujo, entra en la categoría de las cosas superfluas… Los que quieren encontrarle utilidad a todo lo que hay en el mundo, son unos visionarios… La utilidad de la poesía es semejante a la de las pulgas, de los mosquitos y otras sabandijas… Pero ya que desgraciadamente ella existe en el mundo a la par de otros males, conformémonos con nuestra suerte y busquemos qué clase de sentimiento inspiran los poetas.  A mí -destacaba don Eduardo– me inspiran compasión y cada vez que sé que una persona que aprecio hace bellos versos, me veo tentado a exclamar: ‘¡pobre,  tan estimable por todo, pero poeta!’  Otros admiran a los poetas y se encantan con los dulcísimos acordes de su lira.  Algunos piensan que ellos son seres sublimes dotados de una sensibilidad exquisita y un alma grande como el espacio y elevada como las estrellas fijas.  Éstos suelen tener razón.  Verdaderamente hay poetas que suelen escribir bellezas tales, que bien merecían estar en prosa… Necesario es confesar, sin embargo, que el hombre es dado a lo fantástico, a lo misterioso y a lo increíble por vía de divagación y que no es raro en el, teniendo estas condiciones, que alguna vez piense en poesía, como se piensa en la realidad del horizonte y se da existencia sólida y corpórea el cielo azul que nos rodea.”

Eduardo Wilde




"La poesía es una enfermedad de la inteligencia, un estado anormal del pensamiento, pero tiene, como lo fantástico, la belleza de las ilusiones y la utilidad del lujo.  No es lo natural, por cierto, expresar las ideas en poesía; la imaginación que crea esas expresiones tiene que esforzarse en recortar pensamientos, en remendar ideas, en alargar conceptos o cercenar juicios. La poesía resulta de los juegos y combinaciones de palabras… Lo natural es que se piense en prosa, pero  la prosa torturada, añadida, estirada, sorprendida, trastornada, revuelta y desglosada, puede dar lugar a la poesía.  Para ser poeta es necesario conseguir expresar, con la mayor dificultad posible, exactamente todo aquello que no se tiene intención de decir.  La poesía es pues la manera de presentar siempre o casi siempre pensamientos contrahechos.  Es el modo de expresar mal una mínima parte de un todo que se pudiera haber dicho perfectamente bien. Para un verso que sale espontáneamente hay mil que han sufrido todas las torturas imaginables… La espontaneidad en la poesía es rarísima y los poetas de nacimiento tienen, a mi modo de ver, una hipergénesis de los órganos del pensamiento, de lo cual resulta un desarreglo intelectual.”

Eduardo Wilde



“La verdadera poesía ha comenzado por cantar sentimientos y por tomar como elemento de sus obras los suaves impulsos de un corazón enamorado.”

Eduardo Wilde



"Los poetas todos que llenan de armonías dulcísimas el mundo de las ideas, tienen indudablemente algo de más o algo de menos que los otros hombres."

Eduardo Wilde



“Los tiempos en los cuales la poesía abunda en todos los pueblos, son los tiempos primitivos, las épocas próximas al nacimiento.”

Eduardo Wilde



“No he tenido nunca grande afición a las exageraciones y a las ficciones de que tanto gasto se hace en poesía, pero estoy íntimamente convencido de que hay una época de la vida en que cada uno es poeta.  Yo, como todos, he estado alguna vez enamorado y me imagino haber hecho en aquella época más poesía que una docena de autores clásicos juntos y haber dicho más ternuras que todas las que han salido durante la vida de los labios más ardientes en todo el linaje humano.  De poeta y de loco todos tenemos un poco y aquello de los escritores que por sí mismo no guillotina períodos, ni estrangula frases, ni ahorca conceptos, ni destroza párrafos, es decir, aquel que no hace poesía, que no es activamente criminal, peca a lo menos juzgando a las obras de los otros y poniendo parte de su buen o mal sentido al servicio de los efectos que puede producir una obra poética.”

Eduardo Wilde



“No se puede ser poeta sino de broma, por vía de extravagancia y por divertirse martirizando un poco el lenguaje”

Eduardo Wilde




"Pocos son los que saben trozos en prosa de memoria y sin embargo, no hay un solo habitante de este globo ridículo que no sepa por lo menos, un gran párrafo del Diablo Mundo de Espronceda o este renglón de Dante : "Lasciate ogni speranza, voi ch'entrate"
Esta particularidad, esta disposición especial del espíritu humano para absorber, retener y trasmitir versos, fue sin duda la causa de que se pusiera en verso todo aquello que se deseaba conservar y de que la historia llegara trunca y contrahecha a nuestros tiempos, después de haber sido repetida en los alejandrinos de Tirteo o en los endecasílabos de otros poetas que serían quizá cojos como el primer autor.
Pero la escritura primero y después la imprenta, vinieron a echar por tierra la necesidad de conservar la historia en verso, y si bien es cierto que ya la mencionada historia no se escribe de ese modo, no es menos cierto que el número de poetas no ha disminuido, a pesar de la baratura del artículo.
Don Hilario Ascasubi es, a nuestro modo de ver, un poeta antiguo, un poeta de los tiempos primitivos, por sus tendencias y por la categoría de ideas a que ha dado forma.
Los gauchos de las pampas saben la historia de su patria, trunca como es, por los trozos de ella que contienen los versos de Ascasubi, y estos versos, al mismo tiempo que han servido para dar agradable alimento moral a los habitantes de la campaña, hablándoles en su propio lenguaje, a los ojos del extranjero son el retrato vivo de toda una casta, de toda una época, de todo un linaje, de toda una categoría de individuos, de hechos y de transiciones.
Ha pasado sin duda el tiempo del entusiasmo por las producciones del célebre Aniceto el Gallo; ha pasado la época en que no bien abría su pico este gallo, para soltar al aire su canto, ya las vibraciones de su voz recorrían el inmenso territorio argentino, siendo la materia de la conversación en las estancias, el tema de la recitación alrededor de los fogones, en los puestos, en los rodeos, la letra de las canciones en los bailes y la oración, diremos, que hasta el caminante solitario iba repitiendo mentalmente en su viaje sin término, al compás de la marcha del caballo, que sigue instintivamente, y paso a paso, su rumbo a través de la pampa.
Ha pasado el tiempo en que cada acontecimiento requería cuando menos una letrilla de Aniceto el Gallo; en que cada batalla exigía una oda gaucha, y la llegada de un buque grandioso, la descripción estrafalaria y sublime que se puede hacer de lo que fue hecho para el mar, comparándolo con cada cosa de las que fueron hechas para la tierra y nada más que para la tierra habitada, que tiene por límite el desierto a todos vientos.
Pasó también el tiempo en que a un caballero distinguido no le era permitido, so pena de no estar a la moda, ignorar la última composición del Gallo cantor y en que la más pulida de las damas tenía que saber por fuerza quien era Chano y cualquier otro gaucho andariego.
Pero si el entusiasmo por aquellas producciones pasó, la obra queda, no quizá para producir nuevo entusiasmo, sino para retratar una especie de gusto, para fotografiar una clase enteramente original de literatura, sin igual en los anales de este arte."

Eduardo Wilde
Tiempo perdido


"Que elogien otros sus méritos como estudiante; yo no quiero hacer cosas inútiles y no he de decir que Pirovano ha sido constantemente sobresaliente en sus estudios, porque todos lo saben. Él no necesitaba elogios; el mérito se abre paso en todas partes y, entre nosotros si los elogios ayudan a vivir, el verdadero valor no es del todo desconocido.
Pero la vida del hombre tiene a lo menos dos fases.
En la una, cada hombre es el cómico que tiene carácter y representa un papel serio ante el mundo; en la otra, el hombre es consecuente con sus tendencias y se queda con rasgos de niño o intenciones de muchacho durante toda su vida.
Yo no paso jamás delante de un naranjero sin que una tentación irresistible me obligue a meter la mano en la canasta; otros son perseguidos por el deseo de poner zancadillas a los que pasan. Pirovano, tan estudioso y serio como es, tan aprovechado, tan observador, no abandonará jamás esas tendencias estudiantiles que harán célebre su nombre en la historia de las jaranas escolares.
Yo sé muy bien que podía hacer sobre Pirovano un pomposo artículo en que contara sus triunfos como estudiante y sus méritos como profesor de esta descalabrada ciencia, que consiste en la aptitud de dejar creer a los otros que remediamos algún mal en la vida. Pero semejante panegírico no sirve para nada.
Entre nosotros, la Facultad de Medicina se hace la triste ilusión de que los títulos que concede y los honores que dispensa al talento y al estudio tienen algún valor. Error deplorable. Más que todos los títulos científicos y los honores facultativos, valen las hablillas mujeriles y la propagación de la fama por la lengua de los conocidos.
La Facultad nos hace médicos y nada más; pero las relaciones, las amigas de la casa, las sociedades de beneficencia y las señoras bien vistas, nos hacen especialistas en criaturas, muy hábiles para una pulmonía, muy entendidos en roturas de piernas y famosos para abrir orejas a las niñitas de las casas decentes."

Eduardo Wilde
Ignacio Pirovano



"Si usted quiere ser un gran poeta, no se preocupe ni de la gramática, ni de la retórica, ni de la filosofía escolástica. Lord Byron, que es el menos repugnante de todos los poetas, es decir el jefe de la poesía universal, no hizo sino dos cosas para subir a tan encumbrado sitio: 1º Aumentar el idioma inglés con un sinnúmero de palabras y construcciones nuevas que inventó. 2º Convencerse profundamente de que todos los hombres eran unos canallas, de que no lo eran menos las mujeres y de que el corazón humano era casi una inmundicia.  Pues bien, haga usted lo mismo; ríase de la Academia Española y trate como merece a esta pobre humanidad, de la que forma una mísera parte su amigo que lo compadece sinceramente, habiéndose llegado a convencer de que usted tiene el gravísimo inconveniente y la incomparable desgracia de ser poeta." 

Eduardo Wilde



"Un individuo enamorado seriamente, tiene alteradas las bases fundamentales de su juicio y cree una porción de paradojas y necedades que toma como reguladores de su conducta.
Cree por ejemplo:
Que su vida es imposible sin la presencia del objeto amado.
Que el aire, el suelo, las flores, los fenómenos de la naturaleza y las evoluciones del mundo moral, en el seno de la sociedad, no tienen significación ni importancia, si no se ligan con el objeto amado.
Que todos cuantos están ocupados de otra cosa que de meditar sobre el objeto amado, pierden lamentablemente su tiempo.
Todo esto y mucho más se presentan en la cabeza de los enamorados, con el carácter de la mayor verdad.
La pasión desbordante por esencia y eminentemente individual, trastorna todas las nociones de lógica, de previsión, de juicio, de tacto, y el hombre sujeto a ella, ajusta su raciocinio a una medida estrecha, por más que su existencia en tales condiciones sea incompatible con los datos del más vulgar sentido común.
Pero consígase ocupar extraordinariamente a la persona que se halla en tales condiciones, no se deje lugar a que la morbosidad aumente por la insistencia en repetir el mismo pensamiento; y el tiempo, este aguador de todas las impresiones, gasta la vivacidad de la pasión, dando lugar a la producción de ideas más conformes con la realidad de las cosas, y por lo tanto, más fisiológicas y normales.
Ahora bien, si por un artificio, se consigue interponer un tiempo relativamente largo, entre dos pensamientos referentes al objeto amado, la atracción que él ejerce disminuye; y como toda situación tiende a continuarse, la calma se establece poco a poco, dando por resultado muchas veces que el individuo se admire de ¡cómo ha podido pensar y hacer tantas locuras!
Parece imposible que un hombre sentado en el borde de su cama y balanceando los pies, se entregue a semejantes meditaciones, pero contra los hechos no hay objeciones y el hecho es que yo pensaba en lo ya referido y en algo más que va en seguida.
La silueta de algún amigo mío pasó por mi mente y me dejó elaborando sobre la amistad.
La amistad verdadera, desinteresada, abnegada, en fin, con todas las calidades que le da el diccionario, es una demencia.
Nunca hay dos amigos; hay un amigo cuando más, y aun éste es sofisticado; pues toma los sentimientos más complejos y diversos por sentimientos amistosos.
Se suele ver hombres que manifiestan por otros la mayor adhesión; son sus amigos en la acepción general de la palabra: pero si escudriñamos bien lo que pasa, encontramos en el fondo de las causas que determinan esta adhesión un estado de subordinación de una parte y de imperio de la otra, dependiente de una superioridad permanente o transitoria del lado de uno de los dos que se llaman amigos.
Más bien dicho, un amigo verdadero es siempre un apéndice del que lo tiene y la adhesión dura lo que determinan generalmente circunstancias insignificantes.
Así, un amigo verdadero que sufre durezas, imposiciones y otros vejámenes, rompe de repente su amistad, porque no lo convidan a comer en un día de santo.
Nunca dos hombres igualmente distinguidos son amigos; razón: porque los sentimientos altruistas, base de la amistad, disminuyen con la instrucción que desarrolla poderosamente el individualismo.
La amistad filosófica es una cuenta corriente con intereses recíprocos; la amistad humana, la única que existe, es una cuenta con intereses compuestos, sobre un capital ficticio que el amigo verdadero cree haber recibido.
¡Muchas veces la amistad no es más que una vanagloria de una parte y un amor propio de la otra!
El cariño no interviene en la amistad, sino como accidente, pues no debe su existencia a la estimación de ninguna calidad; ¡el cariño es un movimiento instintivo, irreflexivo, casi estúpido!
Toda idea de antagonismo es incompatible con la amistad. Para que fuera posible la amistad verdadera, sería necesario que hubiera potencias desiguales e inaplicables al mismo objeto, y ¿dónde hay dos hombres que las tengan en tales condiciones?
Por esto, una amistad que dura, no debe su duración sino a la casualidad de no presentarse la ocasión de un antagonismo.
Luego la amistad no es un sentimiento fundamental."

Eduardo Wilde
Meditaciones inopinadas

























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