Ivan Wernisch

"Ahora, la denominación de poeta sirve para marcar un hombre como delicado, afeminado, alocado en todos los casos…y también estúpido, porque si no fuera estúpido se buscaría la vida haciendo algo ordinario.

Una vez que hayas elegido esta vida, esta manera de ser poeta, también eliges miseria y pobreza, la vida que no hubiera satisfecho a la mayoría de la gente. Toda la vida vas a llevar ropa harapienta, beber sólo cerveza y vino malo y la gente de clase alta no hablará contigo, pero eso es mejor.

La primera parte de Los olvidados se publicó en 2000. Trabajé en él sin interrupciones durante más de cuarenta años. Durante este tiempo he coleccionado miles de nombres y textos de autores que están, más o menos, en la periferia. Es algo que la historia de la literatura o desplazó, o centrifugó, o nunca ha aceptado. Yo quería sacarlos del olvido o, para un ratito, dar la posibilidad a toda esta gente de volver a vivir."

Ivan Wernisch



Aldaba en esa puerta

Con la aldaba a la puerta negra
llamo, llamo, golpeo
con la aldaba en esa puerta,

tengo una coronilla mojada, verde
y llevo a un carnero,
en el espetón lo asaremos,

tengo una cabeza, cortada con cuchillo
una semana la llevo en la silla jineta
una semana cruzaba el monte.

De los matorrales saltó un lobo
y se llevó al cordero chivo
a quién voy a degollar yo,

la sangre, la captaré dentro de una fuente
tu sangre, la que solo conozco como un pájaro columbino,
no se caerá en el suelo,

de los cabellos una cuerda te trenzaré,
trenzaré una cuerda de tus cabellos,
y me envolveré la mano,

con la aldaba llamo, golpeo,
con la aldaba en esa puerta,
con la coronilla verde golpeo.

Ivan Wernisch




Culminación de los placeres ansiosos

Un Bedřich, de profesión saldoconista, escribió una vez un poemario rimado. Primero había escrito un poema, luego un segundo, un tercero, un cuarto, un quinto etcétera, hasta que obtuvo diez, una antología entera. Le dio el nombre de Culminación de los placeres ansiosos, y se fue a ver a su mejor amigo, también saldoconista, que enseguida leyó atentamente los diez poemas y dijo "Increíble. Tú, Bedřich, eres un poeta".

"También tengo esta sensación", dijo Bedřich y volvió a casa a acostarse, porque se hizo tarde.

Pero el amigo de Bedřich no podía pegar ojo durante toda la noche, porque se dijo "Si puede escribir poemas Bedřich, un saldoconista como yo, además mi mejor amigo, ¿por qué no podría escribirlos yo también?". Y escribió un poema primero, y luego, paso a paso un segundo, un tercero, un cuarto etcétera, con el mismo orden como antes Bedřich escribió diez poemas rimados, un poemario entero, e igual que Bedřich, la llamó Culminación de los placeres ansiosos. Y a la mañana siguiente, muy temprano, fue a enseñársela a Bedřich.

Y esta vez se asombró Bedřich. "Me parece amigo, que tú también eres un poeta", le dijo. "También tengo esta sensación", dijo el amigo de Bedřich. Y añadió "De verdad que lo soy".
Y Bedřich declaró "¿Sabes que tus poemas tienen algo en particular? Que son completamente iguales que los míos".

"¿De veras?", se extrañó el amigo. Y después de haber pensado un instante agregó "¿No tienen tus poemas en particular exactamente lo mismo?".

"Pues sí…" se extrañó Bedřich. "Mis poemas tienen en particular exactamente lo mismo"

Ivan Wernisch
De Lásku já nestojím



"Es una idea muy interesante: “Leed también a los poetas malos, sed poetas” (ValjaRybička). Es tener la sensación de que a menudo el lector cree que un poema es malo porque él mismo no es capaz de leerlo como un poema bueno. Como si no tuviese su llave, como si simplemente no se hubiera encontrado con ella. El lector es coautor del poema. Cuantas más veces alguien lee el poema, tantas más es un poema distinto."

Ivan Wernisch




Fue por la sangre

Un rato miraba
cómo matan al buey
él intentó con un mazo
romper el ojo
después lo mojaron
limpiando el patio
enfadado se fue

La suya
con la silla allí
detrás de las puertas
cogió la lata
tonto
dónde te perdiste
tragaba sangre
ni siquiera sacó
las moscas

Se secó los morros
con la manga de su bata
con calma añadió
bien cariño
fue la última vez
recuérdalo.

Ivan Wernisch



"Me gusta hacer collage, porque a veces hago mis poemas como si se tratara de uno. En las cervecerías pasé a lo largo de mi vida cientos, miles de horas. Debido a ello, en las cervecerías conocí a la mayoría de mis amigos, allí también conocí algunas novias y muchísimos enemigos. También nos peleábamos en las cervecerías. Los poetas también se peleaban entre ellos. Y sobre todo, de madrugada el pueblo atacaba a los poetas. En las cervecerías escucho lo que cuenta la gente; además, de vez en cuando me lo apunto. Uno no retiene todas las charlas, sino sólo sus trocitos, que a veces componen un todo algo bizarro. Por ejemplo, la señora X tiene un perro e imagínate qué le pasó… y el resto ya uno no lo registra. El resultado del comunicado puede ser un tipo de tensión, incluso tal vez no está allí o la percibo sólo yo o simplemente me aparece."

Ivan Wernisch





Pena

Recogía la hierba acuática
de azud a azud
espantaba a los ratones ahogados.

Y los cordoncitos verdes, los que sacaba,
no eran hilos de las marionetas caminando por el fondo,
raíces parecidas a unas arañitas tenían en sus puntas.

Ivan Wernisch



Nada

Nada, nada y nada,
esta es tu parte
Pero puedes envidiar
y eso tiene que ser suficiente para ti, cree,
para ti es
más, de lo que mereces
Tanto sobre la riqueza

Y tanto sobre la belleza:
Nada, nada, nada,
esta es tu parte
Pero te puede acongojar
y eso es mucho

No tienes nada, nada y nada
Esperas
y esa es tu suerte
Tanto sobre la suerte

Ivan Wernisch





Una vez el maestro Kadó salió a dar un paseo

Una vez el maestro Kadó salió a dar un paseo al campo y volvió con la frente abierta y las rodillas arañadas. Traía abrazada una gran piedra de mucho peso.

El alumno, que aquel día espantaba las moscas de su choza, se extrañó. "¿Por qué esta piedra?".

"Aunque parezca como cualquier otra", replicó el maestro Kadó, "precisamente esta piedra me estaba acechando en el camino para meterse bajo mis pies. No sé qué razón tenía, y tampoco sé qué más piensa emprender contra mí, y por eso no quiero perderla de vista".

Ivan Wernisch




Vejiga de pez

Los jinetes no llevaban los cuervos dentro de las alforjas, sino alrededor de sus cinturones, y los caballos tenían atados en los cuellos vejigas de peces, la sangre de los cuervos corría por sus pantalones y todavía no se había vuelto negra.

Y hablaban una lengua de la que solo me acordaba y la que tenía que haber oído siendo niño, hablaban despacio y se señalaban entre sí, porque no tenían nombres. Uno de ellos me señaló a mí. Quería acordarme de una palabra de esa lengua, y de repente la dije sin haberme acordado. El hombre sacudió la cabeza.

Desató al caballo una vejiga de pez y me la acercó, luego todos dijeron aquella palabra, la que no pude recordar. Dieron la vuelta a los caballos y vi cómo se alejaban, que no eludieron el bosque y que yo, en este fin de otoño, me quedé sólo con una vejiga de pez en la mano.

Ivan Wernisch




















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