Jesmyn Ward

"A medida que vamos penetrando en el corazón de Bois Sauvage, cada vez más lejos de nuestro Hoyo, las casas aparecen poco a poco, ocultas tras los árboles, cada vez más cerca las unas de las otras hasta que solo las separan parcelas irregulares de bosque. Pasamos por delante de la casa escopeta6, extrañamente estrecha, de Big Henry. La casita rosa de Marquise, que solo tiene tres ventanas y está en medio de un patio abarrotado de azaleas, parece una flor ajada más. La casa de Franco, el niño rico, es verde, y por el motivo que sea alguien de su familia ha pintado de blanco el medio metro inferior de los troncos de los árboles del patio. Unos chicos más mayores llamados Joshua y Christophe tienen una casa azul-gris con un porche con mosquitera a un lado y buganvillas descontroladas bajo los robles del patio, y luego está la casa de Mudda Ma’am, que antes fue amarilla y ahora es de un color habano descolorido y está asfixiada por las glicinias. El remolque de Manny está al otro lado de Bois Sauvage, lejos de esta parte del barrio: la pequeña iglesia católica, el cementerio sin orden ni concierto al que solía ir Skeetah a cortar el césped, el parque del condado con el aparcamiento de suelo de tierra, que se esfuerza por imponer cierto orden, cierta urbanidad, al Bois. Y que fracasa. Los bosques desbarajustan los contornos del parque. Las acacias de Constantinopla forman arcos con sus brazos largos y gráciles como los de un jugador de baloncesto y sueltan flores rosadas como si fueran balones. Los pinos brotan en las zanjas que bordean el parque, al lado de las canastas de baloncesto sin red, bajo la sombra fragmentada del desdentado juego de madera que poco a poco se va hundiendo en la tierra y junto a las mesas de piedra, con sus esquinas pulidas por la lluvia, del merendero; incluso entre la maleza del campo de béisbol. Las cuadrillas de mantenimiento, por lo general presos del condado vestidos con monos de rayas verdes y blancas, vienen aquí una vez al año y con poco entusiasmo intentan recortar el bosque invasor, cortar el césped a punto de florecer, los plantones de pino. Las cosas salvajes de Bois Sauvage pasan de ellos; cada año vamos a peor.
Junior se aleja de mí aullando de entusiasmo, y la goma de las ruedas medio desinfladas suena como el chirrido de una sierra cortando un tocón. Cae en picado a la cuneta y vuelve a subir; su bicicleta navega un instante por los aires antes de aterrizar con una sacudida tan fuerte que casi le deja hincado en el no-asiento. Echa un vistazo atrás y suelta un alarido orgulloso, y después entra en el parque haciendo eses. Skeetah sigue arrastrando con gesto decidido a China, que lleva la cabeza y el rabo gachos, como avergonzada. No sigue a Junior hasta el parque, hasta las canastas de baloncesto, donde hay gente jugando.
[...]
Skeetah engancha la correa de China y se aleja de mí al trote, en dirección al cementerio. El calor es una manta azul mojada. Me doy media vuelta, sigo a Junior hasta la cancha. Bajo los árboles, en las pequeñas gradas de madera combadas, hay gente sentada; veo sombras alargadas y oscuras que enmarcan sus caras, largas piernas relucientes cruzadas a la altura del muslo, shorts cortísimos: dos chicas.
Unas nubes cruzan por delante del sol, y veo unos rostros claros: Shaliyah, su prima Felicia. Me detengo donde estoy, en la periferia de la cancha, enfrente de la sombra que arrojan el roble y las gradas, y me siento desgarbadamente en la hierba. Tengo la sensación de que me caigo."

Jesmyn Ward
Quedan los huesos



"A nivel político hemos retrocedido. Es agotador vivir con esto todos los días, pero hago lo que debo hacer. Peleo. Nuestros horrores actuales no me han silenciado todavía. No sé si lo harán. En todo caso, la atmósfera política actual me ha enojado y exasperado aún más, y eso me llevo a mi escritorio, a mi ordenador, a mis libros. Igual que en el siglo pasado, muchos todavía piensan que las vidas negras valen menos.
Para Ward, los que están en el poder en Estados Unidos "invierten en borrar el pasado, negando su impacto en el presente. Siguen insistiendo en que el racismo no existe. Que todos nacemos con las mismas oportunidades". Sin embargo, cree que si las personas escriben sobre esclavitud, es porque existe un rechazo a esa narrativa oficial. Ahí reside el otro eje de la novela, que gira en torno a la prisión de Parchman, hoy la Penitenciaría Estatal de Mississippi, donde desde principios de siglo las autoridades recluyeron a la población negra, muchos niños de 12 y 13 años, para que trabajaran los campos de forma gratuita hasta la extenuación y en ocasiones incluso la muerte."

Jesmyn Ward



"Agarré la escama. Era del tamaño de un céntimo. Me quemaba la palma de la mano, me puse de puntillas y de pronto dejé de tocar el suelo. Empecé a volar. Seguí al pájaro escamado. Arriba, arriba y fuera. Hacia el torrente de aguas bravas del cielo.
Volar era como flotar en ese río de aguas revueltas. Ahora el pájaro estaba en mi hombro, un borrón estridente en el horizonte, a veces encima de mi cabeza como una corona. Extiendo los brazos y las piernas y siento una risa burbujeante que me sube desde el interior, pero muere en la garganta. Porque me acordé. Me acordé de lo de antes. Me acordé de estar abierto de piernas y brazos en el suelo, rodeado de hombres que me miran, acechantes, y de un chico adolescente detrás, alto y erguido bajo las largas sombras. River. River, que se quedó allí mientras los hombres me azotaban la espalda y yo sollozaba y vomitaba y convertía la tierra en lodo. Podía sentirlo allí, sabía que él se ocuparía de mí una vez que me dejaran suelto, libre de la tierra. Sentía los huesos finos como alfileres, los pulmones inservibles. La manera en que me llevó a mi litera, el modo en que se inclinó sobre mí, me provocó algo suave y revoloteante en el pecho, como el latido de una medusa. Ése era mi corazón. Él, mi hermano mayor. Él, mi padre.
Me posé en el suelo, el recuerdo me devolvió a la tierra. El pájaro gritaba, agitado. Aterricé en un campo de hileras infinitas de algodón, vi a hombres encorvados, moviéndose sin parar como cangrejos ermitaños, agachándose y recogiendo. Vi a otros hombres con pistolas caminando en círculos a su alrededor. Vi edificios apiñados en los extremos de ese campo, de otros campos, hasta los confines de la tierra. El pájaro descendió hasta las cabezas de los hombres. Desaparecieron. Aquí es donde yo trabajaba. Aquí es donde me dieron latigazos. Aquí es donde River me protegió. El pájaro cayó al suelo, hincó el pico en la tierra negra y recordé mi nombre: Richie. Recordé el lugar: la prisión de Parchman. Y recordé el nombre del hombre: River Red. Y entonces me caí, me zambullí en la tierra, y se rompió como una ola. Excavé con ahínco. Necesitaba ser atrapado por la mano negra de la tierra. Ser ciego a los hombres de arriba. Al recuerdo. El recuerdo llegó de todas formas. Dejé de existir y luego existí de nuevo. La escama me ardía en la mano. Me dormí y me desperté y me levanté y anduve con cautela por los campos de la prisión, estuve merodeando por los barracones, por entre los rostros de los hombres. Quería encontrar a River. No estaba allí. Los hombres se iban, regresaban y se iban otra vez. Llegaron nuevos hombres. Me refugié en mi madriguera y me dormí y me desperté bajo la luz lechosa, medía el tiempo por el tránsito de todas esas caras negras y por las vueltas que daba la Tierra, hasta que regresó el pájaro escamado y me llevó al coche, con el chico de mi misma edad sentado en la parte de atrás. Jojo.
Quiero decirle al chico que conozco a su abuelo. Que lo conocí antes que a él. Que lo conocí cuando lo llamaban River Red. Los presos lo llamaban «River» porque ése era el nombre que le pusieron sus padres, y porque decían que fluía por la vida como un río, esquivando los árboles caídos y los troncos, atravesando las tormentas y el sol. Pero los hombres añadieron el «Red» porque ése era su color: el color del barro rojo de las riberas del río.
Hay tantas cosas que Jojo no sabe. Hay tantas historias que podría contarle. La historia de mi paso por Parchman, como River le contó, es una camisa devorada por las polillas, deshilachada: la forma es correcta, pero los detalles han sido borrados. Yo podría rellenar esos huecos. Remendar la camisa hasta que parezca nueva, excepto por los faldones. El final. Pero podría decirle al chico que sé lo de River y los perros."

Jesmyn Ward
La canción de los vivos y de los muertos



“Debemos asegurarnos de que Trump no devuelve a América a su glorioso pasado.”

Jesmyn Ward



"El gran problema es que en Estados Unidos no solo existe el racismo interpersonal, sino también el racismo sistémico. Raramente se reconoce, y por eso es tan difícil de eliminar. Sabemos que los afroamericanos alcanzan los niveles más altos, incluida la presidencia, y que hay una clase media sustancial, pero esto se ve contrarrestado por un racismo sistémico que continúa deshumanizando, marginando y empobreciendo vidas negras. Está en todas nuestras instituciones: nuestro sistema de justicia, educativo, de atención médica, de vivienda..."

Jesmyn Ward



“El lugar es importante para mi escritura; creo que si un lector obtiene una imagen clara del lugar de donde proviene un personaje, entonces podrá comprender qué es lo que motiva al personaje, qué lo limita.”

Jesmyn Ward



"Es la primera vez que escribo una obra de ficción histórica, así que intentaré hacer que el mundo y los personajes sean únicos, complicados y presentes. Es un mundo difícil de describir, pero quiero hacerlo visible para los lectores. Vivir con la presencia constante de racismo y pérdida es una experiencia emocionalmente devastadora."

Jesmyn Ward



"Estamos en un momento difícil en la historia. Muchas personas en el poder intentan reescribir el pasado y el presente para adaptarlo a su narrativa. Escribir sobre los espíritus es una manera de contrarrestar eso, porque a las personas del pasado se les permite estar presentes en el momento y contar sus propias historias. Que coincidan estos planteamientos es una señal de que muchos estamos luchando con el peso del pasado."

Jesmyn Ward




"Estoy realmente interesada en los niños que tienen que soportar las cargas de los adultos. Y no solo tienen que soportar cargas interpersonales, como tener una madre negligente o criar a sus hermanos menores, sino que el racismo sistémico que existe en Estados Unidos también les afecta. Jojo fue el germen de la novela. Tenía mucha curiosidad sobre cómo sería para un niño mestizo de 13 años crecer hoy en el Sur, enfrentarse a la historia de la esclavitud y a esa herencia mixta."

Jesmyn Ward



"Me gusta pensar que mis libros tienen poder, peso y belleza sin importar mi color o los colores de mis personajes."

Jesmyn Ward



"Mi ficción no es autobiográfica, pero describo lo que me rodea. Las personas que viven en el Mississippi rural y forman mi comunidad, gente pobre y negra del Sur. Ellos son mi inspiración. Quiero decir la verdad sobre este lugar, sobre esta gente que ha sido invisible durante tanto tiempo. Es un honor para mí escribir sobre ellos."

Jesmyn Ward


"Toda buena literatura utiliza el poder de lo específico para tener un impacto universal. Si el escritor presenta los personajes de manera tan vívida, con tanto detalle, que se vuelven reales para el lector, sus historias se convertirán en las historias de los lectores. Me esfuerzo por recordar esto en cada pieza que escribo. Además, me gusta pensar que mis libros tienen poder, peso y belleza duradera, sin importar mi color o los colores de mis personajes."

Jesmyn Ward



"Todo acerca de quién soy como escritora ha sido conformado por crecer y vivir en el Sur. Veo la desigualdad y la dura realidad de las vidas que las personas que amo viven, y quiero representar eso, para que tenga una presencia. Siento cierta responsabilidad: si elijo escribir sobre estas personas, tengo que ser honesta sobre lo que están viviendo. Ahí entran realidades incómodas, claro, porque muchos de ellos luchan con el dolor, la pérdida y la muerte. Cuando escribo trato de dar dignidad a mis personajes, que los lectores entiendan cómo son sus vidas."

Jesmyn Ward





















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