Marino Amaya

"Al principio sentí temor porque aquellas facciones, aquellas formas, eran nuevas para mí. Nunca pensé que se tratara de nada extraterrestre, de un "ser" de otro mundo. Era un ser vivo, era lo único que tenía claro. Se movía y levantaba los brazos al cielo. Me fui tranquiliando con sus palabras, pero no me atreví a tocarle. Le observaba. estuvo acariciando a los perros. Parecía que quería sentirlos. Hacía lo que quería con su cuerpo. Se movía de un lado a otro. Subía y bajaba, se iba poniendo de piedra en piedra, sin hacer movimientos bruscos y alarmantes, parecían movimientos musicales.

Tenía un cuerpo pequeño, estilizado, con unos brazos largos, muy largos. Si lo comparamos con un ser humano era desproporcionado. Las manos le llegaban a las rodillas. Los pies eran planos, como aletas de un pez, pero de forma humana. La cabeza era más bien grande, ¿cómo te lo explicaría? Utilizando los cánones de escultura mediría cuatro cabezas de alto. Era un personje distinto, casi divino, con unos ojos muy grandes de color azul; parecía que giraban y su cuerpo tenía una tonalidad rojiza como las tejas. Además... ¡volaba! Iba de un sitio a otro, de una piedra a otra. era lo más parecido a un ángel. Se desplazaba de una forma increible, como un globo de gas que cuando lo sueltas se escapa. Éste sería un buen ejemplo."

Marino Amaya



"Es un secreto a voces que el sacerdote no quería la escultura allí. Según él, eso no era un ángel y no podía estar allí, había que quitarlo. La llegaron a robar dos veces en muy poco timepo así que decidieron quitarla. Nunca debí acceder a poner la escultura en ese lugar."

Marino Amaya



"Tras el encuentro me fui rápidamente a mi estudio. En esa época lo tenía en la calle Pablo Casal de Marbella, ahora lo tengo aquí en el campo, y me puse a moldear lo que había visto. No quería perder de mi mente las facciones, las formas. Quería dejarlas para la eternidad y que no se perdieran". Fue así como, con sus manos, concibió primero en barro, y luego en bronce, la escultura que posteriormente fue bautizada bajo el título: "Vino del cielo"."

Marino Amaya



"Yo estaba en el campo, en la finca que tengo en la montaña. Había recogido a los perros y estaba montándome en la furgoneta cuando una luz, como una llamarada, atravesó todo el cielo. Fue impresionante y curioso porque tres días antes había podido ver algo igual. Era cerca de la una de la madrugada y estaba en la carretera. Iba para Málaga desde Madrid y cuando pasé Córdoba, cerca de la localidad de Cabra, apareció un cuerpo luminoso. Era como una llama que iba volando, navegando por el cielo. Paré mi furgoneta y me bajé a la calzada para poder verlo bien. Volaba muy bajo y no era ningún meteorito ni ningún avión. Como te decía, aquel día, cuando ya me iba, volvió aparecer. Lo pudieron ver más personas.

De repente, a mi izquierda, se produjo un ruido extraño. Miré y pareció como si los matorrales y las hojas bajas de los árboles se estuvieran moviendo. Pero no había viento. Aquello me llamó la atención. En un primer momento pensé que se podía tratar de jabalís o de algún zorro, podía ser peligroso. Me subí corriendo a la furgoneta. Cuando cesó el extraño sonido, bajé de nuevo y con mucha precaución abrí los candados de la jaula de los perros pensando, inlcuso, que podía tratarse de algún atracador. Una vez sueltos los perros, me acerqué hasta el lugar. De pronto, noté una sensación extraña. Sentía escalofríos en todo mi cuerpo. Al volver la cabeza, había una fuerte luz que cegó mis ojos. No podía ver nada en absoluto. Estaba totalmente paralizado y mi cuerpo atenazado como si estuviera clavado al suelo. Lentamente la luz empezó a perder fuerza y mientras se alejaba, un "ser" emergió de ella volando directamente hacia mí. Se sentó en una piedra mirándome fijamente. Me encontré con algo extrañísimo, pero maravilloso. Después de media hora levantó sus brazos hacia el cielo y se volvió para perderse en la oscuridad. A los pocos minutos, se encendió la misma luz anterior y desapareció en el cielo."

Marino Amaya










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