Alia Trabucco Zerán

"Al parecer somos los únicos seres con conciencia de nuestra mortalidad y sin embargo vivimos como si no nos fuéramos a morir en cualquier momento. Es lindo, es delirante y la muerte siempre ha sido un tema central en la literatura. La posibilidad, incluso, de escribir desde un “después” de la muerte, como ocurre en La Amortajada, de María Luisa Bombal o en Derroche, de Cristoff, que acabo de mencionar. Ahora, también creo que se puede escribir sobre la muerte en los registros más variados. Nos podemos poner a filosofar o reírnos a carcajadas. O ambas cosas a la vez. O llorar, por supuesto. Tal vez, incluso más que la muerte, es la pérdida lo que me interesa."

Alia Trabucco Zerán



 "El origen de Limpia está en mi libro anterior, Las homicidas. Allí examiné cuatro casos emblemáticos de mujeres que cometieron asesinatos a lo largo del siglo veinte y una de ellas, María Teresa Alfaro, era trabajadora de una casa particular en los años sesenta cuando asesinó a los hijos de sus patrones. El caso es feroz, de una violencia tremenda, y entonces escribí un cuento sobre ella narrado en primera persona. Un monólogo. Ese cuento, a poco andar, se fue alargando y transformando en otra cosa. Y pronto me di cuenta de que ya no era un cuento y que el aspecto criminal del caso no me interesaba tanto como la voz ficcional que había conseguido construir: una primera persona que se mueve entre la rabia, la ironía, la vulnerabilidad, la desesperación. Entonces entendí que estaba escribiendo una novela y quise que esa novela se situara en el Chile contemporáneo y así, desprendida del caso original, surgió Estela, la narradora de esta novela."

Alia Trabucco Zerán



"El trabajo doméstico es muy difícil de escribir. Todo se trastoca con la repetición de lo mismo día tras día. Es como cuando uno repite muchas veces una misma palabra. Si jugamos tú y yo el juego de repetir tu nombre muchas veces seguidas, cuando lo hayamos dicho unas 60 veces, ya no estaremos diciendo tu nombre. Lo que se repite así pierde su sentido."

Alia Trabucco Zerán



"En algún momento pensé que la literatura era una forma de explorar la violencia estando yo misma a salvo. Pero no es verdad. No hay un lugar a salvo de la violencia, tampoco la literatura lo es. Es cosa de ver la persecución a escritoras y escritores en distintos momentos de la historia. Yo nací en 1983, en plena dictadura de Pinochet. Aprendí a hablar en un contexto en que incluso ese verbo, “hablar”, significaba otra cosa. Significaba “delatar”. Crecí con imágenes de fosas comunes y con otras peores y que quedaban ahí, disponibles, para la imaginación caótica de la infancia: cuerpos siendo arrojados al mar desde helicópteros. Capuchas. Tortura. Simulacros de fusilamiento. La palabra “degollar”. La palabra “desaparecer”. Luego me formé en una sociedad marcada por la desigualdad. Que ahonda esa desigualdad año tras año. Entonces me pregunto qué hace el lenguaje con esas múltiples violencias. De qué maneras las reproduce y de qué formas podría subvertirlas. Pero estas son reflexiones posteriores y la escritura, la verdad, es bastante más descontrolada e inesperada."

Alia Trabucco Zerán



"Hay algo que a mí me obsesiona bastante que es la irrealidad que aparece en los momentos en que, simplemente, Estela ya no puede estar en la realidad, entonces se sale. Se ve a sí misma desde afuera y se genera así una suerte de doble. A veces, incluso no sabe si sus manos son sus manos o las de su madre. Hay un límite muy poroso entre la realidad y el pensamiento porque todo lo que ella piensa en el transcurso de la novela es la realidad también y eso es la trama, aunque no sea un acontecimiento. En esta novela, los patrones son cáscaras de personas, pero no sabemos qué hay más allá. Son todos marionetas de un guion. Participan de él y luego se salen, como en el caso de «el señor» y también en el de «la niña» que no puede estar del todo dentro del guion y entonces se come las uñas, una forma de comerse a sí misma para no comer nada más."

Alia Trabucco Zerán



"La desigualdad es un rasgo que compartimos en toda la región, con casos peores, como el de Chile y entiendo que también México tiene índices descabellados de desigualdad. Pero más allá de ese rasgo en común te agradezco el uso de la palabra “identitario” porque subraya algo que se tiende a ocultar: cómo la pertenencia de clase, y en el caso de lo narrado en Limpia, la pertenencia a las clases altas, es un rasgo hondamente identitario que no solo se reproduce en gestos, palabras, desprecios y reconocimientos, sino que se ha defendido violentamente cada vez que una revuelta o una protesta ha puesto en entredicho ese orden social."

Alia Trabucco Zerán
https://www.milenio.com/cultura/laberinto/alia-trabucco-zeran-no-hay-un-lugar-a-salvo-de-la-violencia




“La dictadura chilena provocó una herida en mi imaginación.”

Alia Trabucco Zerán




"Me devolví a la pieza, cerré la puerta y recordé el sobre de papel. Me senté a la orilla de la cama, despegué los bordes con cuidado y lo agité boca abajo sobre el colchón.
Del interior cayeron las dos manos de mi mamá.
Ella usaba esos guantes de cuero cada invierno. Podía llevar unos jeans agujereados, una casaca gastada y esos elegantes guantes negros. Se los había regalado mi abuela para que no pasara frío. Porque la lana se mojaba. Porque las manos se partían. Fue un regalo que le dio poco antes de morir. Apoyé los guantes sobre el cubrecama y los ordené, uno junto al otro. Sus diez dedos apuntaron hacia mí, como si ella estuviera sentada al frente y las puntas de mis dedos rozaran los suyos.
La primera parte del cuerpo que se hereda son las manos, ¿lo han notado? Miren las suyas si no me creen, examinen sus uñas, sus cutículas, la forma de sus nudillos. Al principio puede no ser evidente. Las manos jóvenes jamás se parecen a las manos de la madre vieja. Con los años, sin embargo, el parecido es innegable. Los dedos se ensanchan. Las puntas se tuercen. Aparecen idénticas manchas a las que algún día revistieron las manos de la abuela, las adoradas manos de la madre. A mis quince años ya las teníamos del mismo tamaño. Yo ponía mi palma contra la suya y nuestras uñas alcanzaban el mismo filo."

Alia Trabucco Zerán
Limpia




"Narrar la dictadura o, en rigor, la postdictadura, y darle una coherencia, una forma, un orden tranquilizador y claro no me parecía posible ni deseable, tal vez porque ese trauma, como muchos traumas, no tiene una sola forma, no se puede contener en una estructura rígida. Por eso me interesaban más los restos, los fragmentos, el modo oblicuo y sutil en que la violencia y la historia de un país ingresan y tiñen las biografías de varias generaciones. Creo que la dictadura infligió una violencia muy radical que no solo se manifestó en los cuerpos de miles de personas sino también en la imaginación de muchos, incluidos quienes solo vivimos parte de nuestra infancia durante ese periodo. Esa imaginación retorna en momentos inesperados, se rebalsa y aparece. Pienso, por ejemplo, en el confinamiento forzado de estos meses producto del virus y cómo para algunos, que tuvieron que esconderse durante la dictadura, esta sensación de amenaza invisible puede traer reminiscencias de ese trauma. El modo en que el trauma se renueva o manifiesta es siempre inesperado."

Alia Trabucco Zerán



“No hay un lugar a salvo de la violencia, tampoco la literatura lo es.”

Alia Trabucco Zerán



"Para mí, la escritura es también una forma de pensamiento, de reflexión, y entonces surgen muchas preguntas en el proceso, por ejemplo, por qué tantas representaciones de trabajadoras de casa particular se mueven en el mismo espectro afectivo: la gratitud, la resignación, el sacrificio. Creo que se ha construido, novela tras novela, película tras película, una representación tranquilizadora para las clases altas donde la trabajadora doméstica acepta con resignación su destino y no solo eso, sino que lo hace con cariño y gratitud, sin una pizca de rabia. Una excepción notable es Jean Genet, en “Las criadas”. El caso que examiné en Las Homicidas era interesante por eso. Esa trabajadora, en el juicio, dijo varias veces la palabra “rabia”, tenía rabia porque la acusaban de robar y rabia porque la presionaron a abortar, y sin embargo los tribunales, en el juicio, desestimaron su rabia como causa de los crímenes que cometió. ¿Por qué tanto las ficciones sobre este sujeto popular como los tribunales de justicia han repetido esa misma deslegitimación? ¿A quiénes sirve esa negación de la rabia? En Limpia, la voz de Estela se interna muchas veces en la rabia pero el desafío no fue mantener esa tecla afectiva en el texto, sino constatar, una y otra vez, lo mucho que nos cuesta empatizar con esa emoción. Sobre todo a las mujeres, sobre quienes recae lo que Sara Ahmed llama “un mandato de felicidad”. Tal vez de esa incómoda empatía se trata también este libro."

Alia Trabucco Zerán



"Para mí, la voz es el corazón de la novela."

Alia Trabucco Zerán



"Por más que me peleo con el hecho de haber estudiado derecho, la verdad es que esa formación me marcó muchísimo. El derecho es el lenguaje del poder y cada palabra, cada término, el modo en que se escribe una frase o un argumento es crucial y carga consigo mucho peso. Es un lenguaje seco, estéticamente espantoso y muchas veces formulaico en la tradición continental, y tal vez por mi amor al lenguaje y su belleza siempre reaccioné con aversión a esa aridez. Pero hay también textos notables en las fronteras entre el derecho y la literatura, desde Kafka hasta Armando Uribe, pasando por la gran Judith Butler, que me han permitido reencontrarme con mi formación. Por otro lado, mi segundo libro, Las homicidas, se nutre de esa formación y me interesó mucho explorar en esos casos de violencia el poder de esos discursos de género para mantener a las mujeres en un lugar de sumisión y pasividad incluso cuando cometen crímenes violentos. Finalmente el derecho me sigue interesando, pero desde otro lugar."

Alia Trabucco Zerán














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