Angelika Schrobsdorff

"El 13 de marzo de 1938, el ejército alemán entró en Austria. Los decretos emitidos ese año fueron los siguientes: los judíos deberán declarar su patrimonio. Los judíos no podrán ejercer determinadas actividades profesionales. Los judíos deberán llevar tarjetas de identidad a partir del 1 de enero del 39. Los médicos judíos serán considerados meros «tratadores de enfermos» a partir del 30 de septiembre del 38. Se retirarán todos los nombres judíos del callejero. Los judíos sólo podrán tener nombres de pila judíos a partir del 1 de enero de 39. Si llevan nombres alemanes deberán adoptar adicionalmente los de «Israel» y «Sara». Los pasaportes judíos se señalarán con la mayúscula «J». Unos 15 000 judíos «apátridas» serán expulsados a Polonia. Los judíos no podrán tener ni llevar armas. Se impone al conjunto de los judíos una prestación de desagravio por valor de mil millones de marcos del Reich. Los judíos deberán eliminar con carácter inmediato y a sus expensas todos los daños causados por el pogromo —la llamada Noche de los Cristales Rotos—. Los judíos no podrán regentar comercios ni empresas artesanales. Los judíos no podrán asistir a teatros, cines, conciertos ni exposiciones. Todos los niños judíos quedarán excluidos de las escuelas alemanas. Se liquidarán todas las empresas judías. Los judíos, con carácter inmediato, no podrán transitar por determinadas zonas a determinadas horas. A los judíos les serán retirados el carnet de conducir y la licencia para vehículos de motor. Los judíos deberán enajenar sus empresas y entregar sus títulos de valor, así como sus joyas. Los judíos ya no podrán frecuentar las universidades. Else regresó con sus hijas a la Hohenzollernstrasse de Wannsee a finales de marzo, es decir, después de la anexión de Austria.
(...)
Me he interrogado una y otra vez sobre el secreto de su fascinación, se lo he preguntado a personas que tuvieron amistad con ella. Pero nadie, ni yo misma, ha sabido dar en el blanco. Es cierto que tenía una cara bonita, que era inteligente, ingeniosa, desbordante en su amor, su vitalidad y su generosidad. Ignoraba las convenciones, los cálculos, las pretensiones. Pero no era sólo eso. Tenía un carisma que no se explica con dotes físicas, humanas o intelectuales. Cuando trato de describirla para mí o para otros, vuelvo una y otra vez sobre la palabra «autenticidad». Else era —en un mundo de autoengaño, de disimulo y de hipocresía— tan auténtica y elemental como sólo puede serlo una criatura de la naturaleza."

Angelika Schrobsdorff
Tú no eres como otras madres



“Me enamoraba muy rápidamente, y también me desenamoraba muy rápidamente. Durante uno o dos años lo conseguía. No sé, tal vez buscaba una pareja ideal y al final siempre acababa decepcionada. Sentía un miedo horrible a que me abandonaran. No me iba con un chico hasta que estaba segura de que yo era la más fuerte de los dos y que, por tanto, lo podría dejar. Me comportaba con ellos como un hombre (...), siempre me he ido corriendo de golpe, sin escenas, sin problemas. Simplemente huía. Me destrozaron la infancia. Cuando te clasifican como mestiza de primer grado, siempre te estás escondiendo. Si además ves cómo tu madre se consume, no te liberas nunca. En mi vida hay una zanja terrible. Complejos de inferioridad. A los 24 años era una mierda seca. Quería poder, ejercer poder. Hice daño a muchos hombres.”

Angelika Schrobsdorff


“Mi aspecto era mi arma.”

Angelika Schrobsdorff



“No he escrito nada con rabia contra los hombres, ¡por el amor de Dios! Los hombres me han gustado muchísimo, y todavía hoy me gustan.”

Angelika Schrobsdorff



“No me puedo imaginar que en una lengua distinta a la materna pueda uno mostrarse como realmente es. Porque uno está orgánicamente imbricado con el idioma, que más que cualquier otra cosa es expresión de la personalidad, lo mismo que es, más que cualquier otra cosa, la clave para acceder a un pueblo y su cultura. Por supuesto, las palabras y la gramática se pueden aprender, pero lo que está en torno a las palabras, dentro y detrás de las mismas, jamás. Con otro idioma, ¿no tendría uno que volverse otra persona?”

Angelika Schrobsdorff
Tú no eres como otras madres



“¿Qué es lo que quiere, pues? ¿Se puede querer a una persona a la que no se conoce, de la que nada se sabe? Debe de ser una idea fija la que quiere: la hija que llega a ser lo que él desea y de la cual puede estar orgulloso un día: una chica culta, educadita, distinguida, una persona valiosa que cree en el bien y estudia filosofía. ¡Pues está muy equivocado! Me he convertido justo en lo contrario, y no importa si por mi culpa o sin ella. De manera que el reencuentro habría sido una decepción enorme, decepción que ahora nos ahorramos todos.”

Angelika Schrobsdorff
Tú no eres como otras madres



“¿Qué queda de la vida si ya no dejamos que las cosas nos lleguen de cerca?”

Angelika Schrobsdorff
Tú no eres como otras madres



“Soy elástica, ya lo sabes, y no soy persona que se entregue pasivamente a la tristeza. Necesito tantísimo la alegría y nunca me cierro a ella...”

Angelika Schrobsdorff
Tú no eres como otras madres



“Ya no podía reír ni llorar, mentirse ni enfrentarse a la verdad, dejarse caer completamente ni tampoco enderezarse, quedarse ni marcharse, sentirse judío ni tampoco ya alemán, vivir ni morir.”

Angelika Schrobsdorff
Tú no eres como otras madres
































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