Åsne Seierstad

"Breivik es un narcisista maligno, no debe salir nunca de la cárcel."

Åsne Seierstad



"Ella entra con la luz del sol como una gracia ondeante que irrumpe en la penumbra de la habitación. Mansur sale de su letargo a la vista de esta criatura que se desliza por las estanterías.
-¿En qué puedo ayudarte?
Mansur sabe de inmediato que tiene ante él a una mujer joven y bella: lo ve en el porte, los pies, las manos y la manera de llevar el bolso. Contempla los dedos largos y pálidos.
-¿Tiene Química nivel II?
Mansur pone su cara de librero más profesional. Sabe que no tiene el libro; no obstante, pide a la joven que lo siga hasta el fondo del local para buscarlo. Se coloca muy cerca de ella y busca en los estantes, mientras el perfume de la joven le cosquillea en la nariz. Se pone de puntillas y se inclina fingiendo buscar. A veces voltea hacia ella para escrutar las sombras de los ojos. Nunca ha oído hablar de ese libro.
-Por desgracia, no nos queda ningún ejemplar aquí, pero tengo algunos en casa. Si puedes volver mañana, te lo traigo.
Al día siguiente se pasa toda la jornada esperando que aparezca la maravilla, sin el libro de química, pero con un plan. Pasa el tiempo elaborando nuevas fantasías hasta la hora de cerrar, al crepúsculo. Frustrado, baja las rejas metálicas que protegen las agrietadas lunas del escaparate por la noche.
Ese día, el posterior a su decepción, está de mal humor y languidece detrás del mostrador. Privado de electricidad, el local está en sombras, y ahí donde entran los rayos del sol, el polvo vuela, acentuando la tristeza del lugar. Cuando los clientes le piden un libro, Mansur responde secamente que no lo tiene, incluso si está en un estante delante de sus narices. Maldice las cadenas que lo atan a la librería de su padre, maldice a su padre que no le deja el viernes libre ni le permite estudiar, que no lo deja comprar una bicicleta o ver a sus amigos. Odia las obras polvorientas de la tienda; de hecho, odia los libros en general y no ha empezado a leer uno solo desde que lo sacaron del colegio. Lo despiertan unos pasos ligeros acompañados por un crujido de tela pesada. Igual que la primera vez, ella aparece en medio de un rayo de sol que hace bailar el polvo de los libros a su alrededor."

Åsne Seierstad
El librero de Kabul


"La habitación me trae a la cabeza anteriores experiencias en hoteles soviéticos. Al dejar un suéter en el estante del armario, bascula hacia atrás y cae sobre el estante inferior. Intento clavarlo, pero faltan dos ganchos, así que reparto la ropa de manera que el peso quede equilibrado. Todas las puertas del armario están torcidas, y el frigorífico, caliente como una bolsa de plástico al sol. Pero el agua de las botellas que traigo puede muy bien beberse sin estar fría. En el baño falta la mayoría de las baldosas, la mampara de la ducha se balancea en las guías torcidas, y cuando, descuidadamente, tropiezo con el retrete dándole con la rodilla, lo desplazo fuera de su sitio. Rápidamente lo empujo para colocarlo de nuevo en su lugar. Me tumbo en la cama. Está mojada. La desplazo un poco y cuelgo la manta a secar sobre los barrotes. ¿Cuántos años puede hacer que el edificio fue construido?
Un par de años, supe más tarde. Me acuerdo de la única voz crítica que había escuchado aquel maratón de día en el que Ramzan Kadyrov fue investido presidente, un mes antes. Una periodista chechena me susurró cuando yo alabé la rápida reconstrucción de la ciudad: «Construyen rápido y mal. Construyen cascarones. Muchas de las placas encoladas están a punto de caerse. Pronto habrá que construirlo todo de nuevo».
Después de dos horas de reposo, el guapo Mamed llama a mi puerta para enseñarme Grozni. Desafortunadamente, debía irse a Estrasburgo al día siguiente. Me había sorprendido encontrarle aquí. La última vez que lo vi fue en Estocolmo, en una conferencia sobre la situación de los derechos humanos en Chechenia organizada por el centro Olaf Palme. Un punto de reunión de personas pertenecientes a diferentes organizaciones para la defensa de los derechos humanos, tanto rusos como chechenos, varios de ellos amenazadas por Kadyrov. Anna Politkovskaya había participado activa y enérgicamente en la reunión, era la más punzante, la que ponía los puntos sobre las íes cuando no se llamaba a las cosas por su nombre. En la última cena, ella y yo acordamos reunirnos en Moscú, adonde iría unas semanas más tarde.
—En casa, debemos reunirnos en casa. Para mí, Moscú ahora es sólo mi piso y los pisos de mis padres, de mis hijos y de mis amigos. Todo lo demás es grosero y grotesco —me dijo.
Tres semanas después yo subía al avión de Moscú para asistir a su entierro.
Pero ¿por qué había ido Mamed a Estocolmo? ¿Le había mandado Kadyrov? Su oficina estaba situada en el Astoria, pared con pared con el piso del presidente del Gobierno, el mejor amigo de Kadyrov. Ahora quería mostrarme la avenida de la Victoria, a la que llamaban avenida Kadyrov. Entramos a una calle recién reabierta.
—Esta calle ha estado cerrada durante años —dice Mamed.
Echamos un vistazo al parque conmemorativo en memoria de Kadyrov y a la mezquita que está construyéndose; se convertirá en la más grande de Europa, o en todo caso de Rusia, del Cáucaso, diseñada por un arquitecto de Estambul."

Asne Seierstad
El ángel de Grozni



"Soy pesimista, lo peor en Afganistán está por llegar."

Åsne Seierstad






















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