Elízabeth Echemendía

AL IGUAL QUE TÚ

Es allí, donde el sol se dilata hasta estriarse,
donde no encuentra lugar la costumbre y la luz se tritura lentamente, 
volviéndonos primero azules, después a penas perceptibles, 
donde todos contemplamos; 
pájaros, 
palmeras, 
gente  
y la mirada imperativa de los peces se va oscureciendo en el fondo del mar,
es allí, donde la sal del aire reclama humedad, 
que prevaleces. 
Dentro del contorno elíptico, cuidadosamente tapizado de mi cabeza, un collage de preguntas sin respuesta y;    
cangrejos adoloridos, 
un bote,  tu piel,tu mirada triste, papá,
 tus manos obreras,
a veces la mirada se dirige hacia mí 
(eso apenas me asegura 
que no fuiste esculpido por la pena).
Afuera, ese gráfico tibio que te mece, el que tanto rechacé por tu ausencia,
me extiende, durante el ocaso, finalmente la mano.

Elízabeth Echemendía



ÍDEM

Preludio de un libro
Una pastilla menos; 
el agua cae sobre el agua como una fiesta.
Ídem: todo se mueve.
Una pastilla menos;
el perro muerde un cuerno tendido sobre el piso, 
colisión de hueso contra hueso. 
Sonidos. 
Ídem: todo se mueve, una menos 
y otra 
y otra…
Las hojas se abren, reflejan
 la rubia luz como escamas.
 Espejo: todo está quieto, se mueve,
 yo miro.
Te amo, a través del ojo de la aguja;
lo supe ayer.
Ídem: una menos.
Un dédalo envuelve su pulgar mientras cose una verde tela;
se hunde la aguja en la aurora.

Elízabeth Echemendía



TU IRAS BIEN, RESPIRE LENTEMENT

Yo le hice de madre a un pajarillo enfermo con ternura y preocupación; 
pero no importó cuánto calor ni cuánto alimento le diera, 
se murió en mis manos,
y sentí su frágil estructura desplomarse y sus huesos bajo sus plumas 
y sentí mucha rabia de sostener 
toda esa niñez 
pulverizada,
hoy, por más que quiera, me asusta tocarte,
porque tienes el movimiento robótico de quien casi carece de vida;
mismo que aquel día resguardaron mis manos;
hoy temes demasiado y yo también.
El sol es blando, 
el movimiento sigue,
los pelícanos
—indiferentes—
rasuran la mar con su vuelo,
mientras tu aire, aferrándose,
avanza como un rasguño.
No estás vacío aún, pero si tan frágil como…
¡Y no sé si pueda sostener de nuevo toda esa niñez pulverizada!

Elízabeth Echemendía












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