Juana Salabert

"A mí normalmente las novelas me surgen de una especie de fogonazo, de una imagen repentina. Y aquí veía clarísimamente esa plaza de una ciudad del norte de España una mañana de agosto. Y hay muchos personajes que van desfilando porque toda la acción transcurre en menos de media hora. Hay un atropello, después acuchillamientos en esa plaza en un día muy soleado. Hay un teatro modernista que no existe, pero que yo podría pasearme por su interior perfectamente, con esa toma de rehenes y la jovencísima guía turística en su primer día de trabajo. Son personajes de muy distinta edad, condición, nacionalidad… una policía, una niña de seis años, una neoyorkina visitando la ciudad que es de origen egipcio copto… Y todas estas personas van sintiendo que son los últimos instantes de su vida. Y la novela surge de eso: qué se siente cuando sabes que estás a punto de morir, cuando estás enfrente del mal absoluto y de la irracionalidad y el fanatismo."

Juana Salabert



"Creo que en España no nos queremos demasiado a nosotros mismos. Quererse en exceso conduce al chovinismo y a la tontería, pero el principal defecto español, que siempre se dice que es la envidia, para mí es esa especie de profundo complejo de inferioridad. Los países son una historia heredada y no tanto una banderita. Las banderas son símbolos, pero si no hemos aprendido a respetarnos a nosotros mismos, pues surgen los problemas que surgen de identidad. Pero en el fondo es una pena perder el tiempo con tonterías y desconocer lo que son siglos de historia a nuestras espaldas. Aquí se estudia muy poca Historia."

Juana Salabert



"El principal defecto español, que siempre se dice que es la envidia, para mí es esa especie de profundo complejo de inferioridad."

Juana Salabert



"En España tenemos escritores de primera fila porque, vuelvo a repetir, este es el país donde nació la novela. Creo que es hora de irse quitando complejos de inferioridad."

Juana Salabert



"Es imperdonable que un ser humano pretenda cercenar a otros la alegría más grande, la de vivir."

Juana Salabert



"Es indudable que no hay género más idóneo para aproximarse a los conflictos que el género negro."

Juana Salabert




"Hubiera dado cualquier cosa por volver a esos domingos de hastío y vajilla inglesa, pero ya me inyectaban algo en el antebrazo, ya una voz de hombre me instaba a dormir y a no pensar en nada. "Trate de descansar porque operaremos mañana, ahora no se puede, aunque no haya tomado sólidos, ha bebido agua y no se puede anestesiar hasta pasadas doce horas".
De todos modos no hubiera ido, ni aunque me arrastrasen a la viva fuerza hubiera ido a ese maldito panteón Urondo de verja rematada por escalofriantes palomas de forja.
Pero sí fui, con el brazo en cabestrillo, collarín al cuello y la cara tumefacta protegida por gafas oscuras de esquiadora al funeral organizado por mi cuñado Adrián, que se pasó media ceremonia observándonos , ora a mí ora a Álvaro, con la reticencia de quien intuye lo ocurrido y enseguida descarta semejante sospecha por inconcebible. Su hermano pequeño no, qué va, si ya de crío rehuía peleas y confrontaciones con prudente mesura de viejo y era de un temperamento tan pacífico que rozaba la abulia, menuda idea absurda, una auténtica locura, un soñador impenitente sin mucho o ningún empuje, eso fue siempre Alvarito; un ser bueno y débil, a veces incluso un poco inútil, a qué negarlo, pero violento no, imposible, rotundamente imposible. Yo lo quería mucho, a Adrián, de mi familia política era el único al que apreciaba de veras, el afecto y una cierta complicidad que nunca se sustentó en inexistentes gustos u opiniones comunes fueron mutuos desde nuestra primera charla, pero ese día no hubiera podido mantenerle la conmiserativa a nadie. Ni siquiera a Jonás, al que no avisé, aún tardaría meses en escribirle, muy por encima (¿acaso pueden contarse algunos hechos?) y casi que evadiéndola, la muerte inaudita de Román en pleno sueño. De modo que me escabullí de caricias y palabras, de la piedad sincera de Adrián y de mis compañeros del trabajo al que no regresé por baja facultativa de "fuerte depresión con sintomatología de estrés postraumático". Me acuerdo del instante en que avancé a solas, de espaldas al rosetón ardiente de azules, hacia la primera fila de bancos.
Pobre niño reclamado tan pronto por Dios, dijo muy alto la matriarca de los Urondo, aquella anciana descomunal de avaricia legendaria que ya no sería la bisabuela de mi hijo. En su meñique derecho relumbraba una repulsiva piedra verde y yo aparté mi mirada de la suya, acuosa y sagaz. Pensé en mi padre, fulminado a los pocos meses de mi boda por un derrame cerebral, y me dije que ya no me quedaba nadie en la ciudad de la infancia. Álvaro, que la noche anterior lloró durante horas rogándome perdón (pareció calmarse cuando al fin lo hice, por no seguir escuchándolo), era ya sin remedio un extraño, el enemigo insospechado e irreconciliable a la vuelta de la desgracia y del sino amargo de las cosas, la mueca hostil y secreta revelada de golpe. Pero sin duda siempre lo fue y yo (pero tampoco él mismo) no supe preverlo, anticiparlo en esos días primeros de dicha con sus rendidas horas de agotamiento, en todo ese tiempo en que el implacable minutero del amor ya giraba en mi contra."

Juana Salabert
La faz de la tierra



"Me perturba y horroriza la violencia, siento horror por los totalitarismos, la crueldad, las dictaduras… tal vez porque desde niña me obsesionaba lo que ciertas personas habían padecido a lo largo de la historia. Pensaba en los judíos deportados, y pensaba que le podía pasar a cualquiera. Un novelista trata de meterse en la piel de otros y precisamente por ese horror sentido frente a la crueldad, la capacidad de hacer daño a otros, he escrito Atentado y antes Velódromo de invierno. Me obsesiona cómo la condición humana es capaz de lo peor y de lo mejor, porque Atentado es también una reivindicación del hecho mismo de estar vivos, del derecho a disfrutar de la vida, de una arquitectura hermosa, de un día soleado, de la compañía de otros… El mayor tesoro del ser humano es la bondad y la belleza del mundo, no se debe venir al mundo a padecer sino a disfrutar aprendiendo, viviendo, eso es lo que me resulta imperdonable, que otro ser humano pretenda cercenar a sus semejantes la alegría más grande que hay que es la alegría de vivir."

Juana Salabert



"Para mí escribir significa colocarse en la piel y en las voces de otros. Creo que un escritor trata de entender el caos del mundo."

Juana Salabert



"Siempre me ha obsesionado la tendencia hacia el mal de la condición humana. No solamente el mal, sino causarle el mayor de los daños posibles a otro."

Juana Salabert




"Yo creo que a partir del derrumbe de las Torres Gemelas y de los atentados en Israel o el 11M dejamos de sentirnos razonablemente seguros, y eso es algo muy triste. No sé si la novela o la escritura siempre es un intento de exorcizar miedos, demonios íntimos, un intento de catarsis, probablemente sí. Meterse en la piel de personas inmersas en semejante horror, jugar con los personajes, deslizarte entre las víctimas y los verdugos en ese mediodía veraniego, en una plaza donde hay apuñalamientos y tiroteos, en un teatro modernista que visitan turistas y se convierte en escenario de toma de rehenes fue también una manera de plantarle cara a los miedos más contemporáneos."

Juana Salabert


"Yo creo que no hay escritor en el mundo que no haya tenido que afrontar una crisis creativa, me parece raro, incluso en el siglo XIX los folletinistas que publicaban un capítulo diario sentían esa angustia. Yo, por fortuna, tengo una gran comprensión por parte de mi editora y de todo el equipo y jamás me han dicho que me dé prisa. Sí es cierto que yo antes mantenía un ritmo más constante, pero en esta ocasión dejé una novela bastante avanzada a medias porque se cruzó Atentado. Y los tiempos están siendo tan raros desde que empezó la pandemia, que hay veces que cuando hablan de la nueva normalidad yo querría volver a la normalidad sin etiquetas."

Juana Salabert





















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